Avistaje de aves, una opción que crece en Bariloche

Es una excursión cada vez más elegida para contemplar su vuelo y su canto. “En el bosque no hay wifi, pero sí hay conexión”, asegura la guía Victoria de la Torre.

El bosque cordillerano tiene sus secretos. Desandar cada sendero y descubrir la vida que allí habita puede ser no sólo foco de atención para especialistas sino también un producto turístico. La puerta de entrada a un mundo de sorpresas.

La interpretación ambiental y el avistaje de aves es una opción que gana interesados en Bariloche y que tiene escenarios de sobra para maravillar y seducir.

Victoria de la Torre se desempeña como guía de esa modalidad y es la primera registrada como tal en la municipalidad de Bariloche. También cuenta con el permiso provincial y tramita la habilitación de Parques Nacionales.

Dijo que su propuesta nació de un concepto desarrollado en Japón hace años: los “baños de bosque”, que consisten simplemente en entrar en contacto con la naturaleza y asimilarla en sus detalles. “En el bosque no hay wifi, pero sí hay conexión”, asegura.

Un picaflor rubí, especie emblemática del bosque patagónico.

De allí, derivó a la observación de aves, que tienen un núcleo activo de adeptos, tanto argentinos como extranjeros, muchos de ellos con amplio conocimiento y experiencia con prácticas de “bird watching” en otras partes del mundo.

Según Victoria, se trata en general de personas mayores de 50 años, bien equipadas (suelen moverse siempre con buenos binoculares y con sus guías de aves) y respetuosas del ambiente.

El avistaje de aves requiere “paciencia”, dice Victoria. Pero también en la zona existen lugares con éxito casi asegurado.

Un comesebo infraganti.

En la estepa suele visitar “buitreras”, donde anidan e interactúan grupos de cóndores. También es posible divisar allí halcones, águilas moras, caranchos, aguiluchos, loicas y flamencos.

Otro ámbito ideal es el bosque municipal Llao Llao. En ese caso los grupos de observadores, siempre reducidos, se internan por el “sendero de la Fundación”, bien temprano, entre 7.30 y 8, en un recorrido que dura alrededor de cuatro horas.

En ese ecosistema es posible escuchar y ver carpinteros gigantes, cachañas, churrines y otras especies emblemáticas del bosque patagónico como el chucao, el picolezna, el huet huet, el picaflor rubí y el come sebo.

“El pasajero valora mucho el ambiente prístino, le gusta comparar con especies que ya conoce de sus lugares de origen, se interesa por las migratorias y está orgulloso de identificar y marcar en su guía –asegura Victoria–. Tratan de escuchar y ver en detalle con sus prismáticos. No hay una obsesión con la fotografía”.

La guía. Es aconsejable llevar una con descripciones de las aves.

También suelen acercarse a las lagunas y costas lacustres, donde abundan aves acuáticas como hualas, patos barcinos, cauquenes y otros.

El objetivo central es pasar un día completo de campo, en contacto con la naturaleza.

Proyecto en evolución

La guía ofrece salidas desde hace tres años en el portal web Airbnb, desde el rubro “experiencias”. También comercializa por agencias de turismo receptivo de alta gama.

Victoria generó su propio emprendimiento, denominado Eco Joy Patagonia y lo organizó con ayuda de la incubadora de microempresas que funciona en el Punto Pyme del municipio.

El paso por una condorera

Tiene formación profesional como licenciada en relaciones públicas y también se graduó en periodismo. Ahora se propone estudiar Turismo en la UNRN.

¿Cuánto cuesta?

$3 000
por medio día o $ 5.000 “full day”, sin adicionales, es la tarifa de la guiada.

Dijo que su producto turístico “no tuvo interesados el primer verano”, pero en el segundo ya comenzó a captar interesados, y este año los pedidos son continuos. Desde fines de diciembre realiza dos o tres salidas semanales.

Trabaja sólo con grupos chicos (de cuatro personas como máximo), porque el avistaje requiere “silencio, observación y escucha atenta”.

Dice que su propio seguimiento de la fauna silvestre le permitió comprobar que los efectos del cambio climático son cada vez más visibles. Y en Bariloche particularmente hubo muchas alteraciones luego de la erupción del volcán Puyehue, en junio de 2011. Comprobó desde entonces que “parecen haber sobrevivido los ejemplares más fuertes” y también registró hábitos distintos de algunas aves migratorias.

Interés y sensibilidad

Victoria señala que el avistaje de fauna es un rubro “en pleno crecimiento” y que la motivación de los turistas que buscan este tipo de excursiones es “conocer lugares únicos, identificar flora y fauna y disfrutar del entorno de una manera particular”.

Carpinteros gigantes se suelen encontrar en el recorrido.

Algo que les llama la atención de los extranjeros es que los nombres locales de muchas especies son onomatopéyicos, como el chucao, el huet huet o el fío fío.

“En Estados Unidos eso no ocurre y los nombres en general tienen que ver con la apariencia del animal –compara–. También preguntan y comentan mucho sobre predadores”.

Asegura que la actividad tiene en Bariloche “mucho terreno por delante” y podría ofrecerse no sólo como salidas específicas de avistaje, sino combinada también con flotadas en el río Limay, ciclismo de montaña, cabalgatas u otras modalidades de turismo activo.

Para contratar guías se puede por Airbnb, Facebook o agencias especializadas como Frasson Travel o Kawen Adventure.


– Elementos indispensables. Abrigo, buen calzado, binoculares.

– Aconsejable: llevar guía de aves con foto y descripciones.

– Cámara. Una buena en la mochila también es buena idea.


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