Bodas de oro con el tango

Raúl Lavié vuelve a Neuquén con "50 años no es nada". Hoy, a las 22, actuará junto a la Orquesta Sinfónica.

EDUARDO ROUILLET

El Negro Lavié vuelve -esta vez junto a la Orquesta Sinfónica del Neuquén dirigida por Naldo Labrín- con su compacto «50 años no es nada» bajo el brazo, para presentarlo hoy, a las 22, en el teatro Español, de Neuquén.

Nacido en 1937 en Rosario, comenzó cantando en las orquestas de Luis Chera y Julio Conti. En el 55 debutó tenía apenas dieciocho- en radio El Mundo con Víctor Buchino, y luego en Belgrano; pero su carrera se abrió al ingresar a la orquesta de Héctor Varela, con quien grabó «Y no me digas que no», «Señora princesa» y «Te creía como todas» en 1957; dos años más tarde, armó rubro con Rodolfo Lezica y se largó como solista junto a Héctor Stamponi.

El martes cumplió años y al día siguiente dialogó con «Río Negro» en su casa. Dueño de una potente voz de barítono grave que se mantiene limpia, clara, a través del tiempo… «¡Afortunadamente! (ríe). Bueno, soy un tipo cuidadoso en ese sentido. Lo principal, es tener una buena escuela con una impostación natural como siempre tuve, pero tratando de ir mejorándola constantemente. Además, me ha ayudado que soy un hombre de buena salud, amante del aire libre. Pero, más que nada, es un don natural…

– ¿Estudió canto, también?

– Por supuesto. En los comienzos, cuando era chico, recuerdo a una profesora en Rosario que se llama -se llamaba, porque falleció- Clara, Clarita Berri, gran cantante; con ella fueron los principios porque me vine a Buenos Aires y poco a poco, fui adquiriendo mi propia escuela, trabajando mi voz personalmente. Y bueno, logré esto que tengo gracias a Dios y mí, claro está! (Vuelve la risa).

– Mantenerla durante tantos años, cómo lo ubica en relación con el canto, cada vez que sube al escenario?

– Me produce un gran disfrute. Yo soy de aquellos que sufren cuando no están bien, bien de la gola. Porque, así creo, el que canta debe también divertirse al hacerlo, escucharse bien, poder modular a gusto, jugar con la voz… Cosas que dan satisfacciones personales.»

– Imponerse al sonido de la orquesta, a veces dominante, también es una habilidad del cantante, que usted tiene.

– Tengo la suerte de tener una caudal grande y eso me ayuda mucho, pero no hay que abusar… O sea, los matices son importantes en todo sentido, en un instrumento, como en la voz humana que también lo es.

– Hay una autora siempre presente en su repertorio, Eladia Blázquez…

– Sí, soy un profundo admirador de su obra. Es una de las creadoras más importantes de los últimos cincuenta años, sin lugar a duda. Con una expresividad mayúscula en sus letras; muy actual el idioma que maneja, de muy buen gusto; además, muy bien construidas las frases. Es completa y con una musicalidad impresionante. Cantar una canción suya es un regocijo. Aparte, fue una mujer que estuvo ligada conmigo, como amiga; éramos de visitarnos en las respectivas casas, de compartir todos los acontecimientos sociales con mi familia…

– ¿Qué tiene en cuenta al elegir un tema?

– Seguramente, la melodía. La letra también, ambas cosas son substanciales, pero siempre me facilita mucho el cantar cuando la canción tiene una melodía hermosa y rica. Para mí, eso es fundamental. Creo que para cualquier cantante… Si va acompañada de un texto inteligente y sensible, bueno, está hecha la obra perfecta. Si yo tomo un tema, lo escucho, lo vocalizo, y me pone los pelos de punta, me eriza la piel, eso es lo que debo cantar. Cuando me produce algo fuerte dentro… No sé si es lo que pensaba el autor, pero es lo que yo al cantarlo siento interiormente. Entonces, ahí estoy feliz!

– ¿Tiene idea de cuantos recitales ha dado?

– No… En cincuenta y pico de años de carrera, es muy difícil llevar la cuenta. Pero, además, soy un tipo que prácticamente ha cantado todos los días de su vida. Por supuesto, salvo los descansos necesarios. Hace unos años hacía pausas, pero en general he trabajado mucho, muchísimo, sin descansar. Así que no sé cuántos recitales, la cantidad debe ser enorme… No me he puesto a pensar (ríe).

– Con tantos recitales ¿cómo define al público?

– Si no existiera la gente allí, abajo del escenario, uno no tiene razón de ser. Lógicamente, todo lo que hago, más allá de que amo mi profesión, es compartir con la gente, no? Lograr su emoción es maravilloso. Y además, como en mi caso, después de cincuenta años, hay una cuestión muy fuerte de afecto y amistad. Me conocen tanto, durante tanto tiempo, saben toda mi vida, conocen cada paso que he dado. Esa es una sensación hermosa (sus ojos se llenan de brillitos), es encontrarse con amigos.


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