Bolivia, una oportunidad para Alberto Fernández

Lucía Ducant-Bruno Mocciola*


Argentina posee una buena oportunidad para tomar el liderazgo regional, ya que, a pesar de la crisis económica, se ha demostrado que el país posee una gran madurez institucional.


Unos días atrás América Latina se conmocionó ante la inesperada renuncia de Evo Morales a la presidencia del Estado Plurinacional de Bolivia. Lo que sorprendió aún más fue el contexto en el cual se dio dicha situación: fueron las Fuerzas Armadas bolivianas las que le “recomendaron” a Evo que se bajara de su candidatura presidencial, luego de haber estado al frente del Ejecutivo por casi 14 años.

Este acontecimiento se suma al hecho de que la región se encuentra actualmente convulsionada; en diversos países han estallado protestas y conflictos que, en general, responden a cuestiones económicas -como son los casos de Chile y Ecuador-. Sin embargo, en Bolivia los motivos parecen ser políticos apuntando sobre todo en contra de un supuesto fraude electoral. Todo ello genera una gran incertidumbre y representa un desafío para el diseño de las relaciones exteriores con América Latina por parte del gobierno argentino recientemente electo.

A su vez, Brasil se encuentra a los saltos políticos y la gran aspiración que tuvo, durante los mandatos de Lula y Dilma, para convertirse en una potencia regional, y hasta global, no parece ser la misma. La situación interna que atraviesa el país vecino echa por tierra este anhelo que otrora lo caracterizó, dando lugar a un claro vacío de liderazgo en la región.

La administración entrante podría en la mesa de diálogo con los grandes jugadores del sistema y utilizar los recursos disponibles para actuar como mediador de las crisis políticas regionales

Por su parte, México ve con buenos ojos esta situación, ya que la pérdida de liderazgo por parte de Brasil parece favorecerlo para ocupar un rol protagónico en América del Sur.

En estas circunstancias, Argentina posee una buena oportunidad para tomar el liderazgo regional, ya que, a pesar de la crisis económica, se ha demostrado que el país posee una gran madurez institucional, que se viene arraigando desde 1983 con el retorno de la democracia.

En este contexto, Alberto Fernández se ha erigido como el arquitecto del plan para otorgar asilo político al exmandatario boliviano. Luego de mantener contacto telefónico con los diferentes presidentes de la región, finalmente se tendió el intrincado puente aéreo necesario para llevar a Evo hasta México, país que accedió a otorgarle refugio.

Este nuevo liderazgo regional implicaría que la administración entrante se sentara en la mesa de diálogo con los grandes jugadores del sistema y utilizara los recursos disponibles para actuar como mediador de las crisis políticas regionales, dejando al margen a Estados Unidos.

Además, esta actitud responde a uno de los pilares fundamentales de la política exterior de los gobiernos progresistas latinoamericanos: la férrea defensa de los mecanismos de concertación política regionales -como fue el caso de la Unasur- para resolver los conflictos que se susciten en el área, sin injerencia de jugadores extranjeros -léase Estados Unidos-.

La crisis política que padece hoy Bolivia parece ser la ocasión que tiene el nuevo gobierno argentino para materializar esta aspiración. Alberto Fernández incluso ha anunciado el deseo de albergar a Morales en el país a partir del 11 de diciembre.

Finalmente, la visita de Fernández a México y el hecho de que haya sido este último país el que le otorgara asilo político a Evo, gracias a la mediación de Alberto, parece ser una señal de que ambos están dispuestos a trabajar conjuntamente para edificar un nuevo liderazgo regional, con ellos como protagonistas, y, asimismo, constituirse como mediadores para dar solución a los problemas que afecten a América Latina.

*Licenciados en Relaciones Internacionales, Facultad de Ciencias Humanas, Universidad Nacional del Centro


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