Bruno Gelber, la sensibilidad que da en la tecla

El pianista habló con "Río Negro" sobre los conciertos que dará en Neuquén y su visión del artista

Bruno Gelber llega por segunda vez a Neuquén para interpretar mañana y el domingo el concierto N° 5- «El Emperador»- de Beethoven junto a Orquesta Sinfónica provincial, y bajo la batuta de la joven directora brasileña Ligia Amadio.

Feliz de estar en su país y recorrer e interior con su arte, el pianista, considerado uno de los grandes del siglo, habló con «Río Negro» de su pasión por la música y la vida.

– ¿Que siente Gelber cada vez que vuelve a la Argentina y al interior?

– Me siento encantado, porque soy una de esas personas que piensan que la Argentina no es solo Buenos Aires. Además soy como privilegiado porque donde voy me tratan muy bien. Es increíble cómo aprecian la música en nuestro país. Imagínate que estuve por primera vez en Neuquén el año pasado y tuvieron que hacer dos funciones.

Es una maravilla el público como escucha, el argentino tiene esa cualidad y aplaude mucho, hay otros públicos que son ruidosos, y otros que escuchan muy bien y son parcos para aplaudir.

El argentino reúne las dos virtudes. Es gente que además tiene la frescura del amor hacia la amistad, un rasgo puramente argentino hacia un culto de la amistad. Porque aún siendo una persona famosa tienen esa actitud de acercarse y te cuentan las cosas que sienten Y eso a mi me fascina.

– ¿ Esa actitud del público influye en tu arte?

– No , yo y la música tenemos nuestra comunicación y esa comunicación no varía con respecto al público, que es el objetivo de esa comuni

cación.

Tocás para el público, pero la comunicación que tenés con el autor y la inspiración es algo absolutamente religioso, no tocás diferente porque estás en España o Alemania, es algo sagrado porque estás tocando como en momentos de inspiración divina y es un solo lenguaje. No es una cuestión de servirte de la música sino de llegar al público, y si lo lográs, aun con una sola persona ya tu misión está cumplida. Nuestra misión es tocar el centro vital de alguien, hacerle sentir vibraciones espirituales.

– ¿Estás enterado de que estrenás un piano flamante en Neuquén?

– No lo sé, tampoco se que modelo es, me decís un Yamaha, bueno, pero no me consultaron, Estuvo el gobernador en un restaurante y me dijo que lo iban a comprar. Yo le dije que el piano que tenían era bastante malo y entonces me prometió un buen piano y estoy muy ansioso de verlo.

– Interpretás Beethoven. Cómo es tu sentimiento con el compositor.

– Sí, hago «El Emperador», no lo quería tocar, pero me dijeron que la orquesta ya lo había ensayado y deseaban que lo hiciera. Entonces acepté y fue muy tierno, porque lo han estudiado mucho. La condición fue que yo pudiera poner a la persona que dirigiera y elegí a la chica brasileña, Ligia Amadio, que es un encanto y toqué en varios lados con ella. Nos conocemos muy bien y es una gran artista.

Es muy gracioso porque me mandó a decir por mi empresario que tuvo una gran sorpresa cuando se enteró. Entonces estoy muy feliz por esta genial idea de trabajar con ella.

Estoy haciendo los conciertos integrales de Beethoven y los termino cuando llegue a Buenos Aires . Para mi es un terreno muy conocido. No es que sea fácil, pero es un mundo que co

nozco, que amo y que me resulta natural. Es un idioma que comprendo perfectamente y siento que lo puedo transmitir bien y me resulta un placer en el caso de lo que hice en Buenos Aires a sala llena como lo que haré en Neuquen donde tuvo excelente repercusión el concierto, junto a la orquesta y la joven directora.

– Se dice que llevás hechos más de 4.500 conciertos. ¿No hay cierta rutina para un interprete?

– No los conté, pero ahora deben ser más. Lo cierto es que cuando estás haciendo algo con verdadera y total vocación, viviendo lo que te gusta, aparte con éxito, uno está en una situación maravillosa porque hay muy poca gente que puede hacer lo que le gusta.

Cuánta gente conocemos que para poder hacer algo que le produzca placer trabaja todo el día y a la noche se quitan el sueño para poder tocar cello u otros instrumentos, leer o hacer cualquier otra cosa gratificante. Claro que yo me sacrifiqué y mucho, nada es perfecto, está el esfuerzo, el estudio, la contingencia de vivir en el mundo entero… hay una cantidad de cosas que se dan. Pero no podés ser ciudadano del mundo quedándote quieto en tu casa y no arriesgándote.

Por ejemplo que un vuelo no salga, que no te lleguen las valijas, que te encuentres con gente desagradable, o que como me pasó, no pueda tocar un concierto en Sicilia porque el del telón hizo huelga y aunque yo quería hacerlo y tocar en esas condiciones no me lo permitieron. Es decir, estamos en contacto con la vida normal, porque se imagina siempre al artista viviendo entre champagne y ca

viar. Algo ideal, perfecto. No, vivimos la realidad y a veces más que los demás, porque la vivimos en varios países.

– ¿ Cómo ves con tu carrera y experiencia esa realidad en el piano o el arte actual?

– Mirá, tocan el piano de una manera maravillosa porque se lo domina, tragan millones de notas a una velocidad y fuerza notables. Pero los artistas son elegidos, Dios nos depara el hecho de regarnos con su varita mágica a muy pocos. Aquel que tiene el don de transmitir y poder emocionar es otra cosa.

Pero el piano se toca muy bien,y hay mucha gente joven en eso. No hay la misma relación entre cantidad de pianistas y cantidad de artistas; eso es otra cosa.

Aunque es emocionante ver aquí, que de tantas razas que han formado la Argentina haya el resultado de tanto talento. Yo mismo, tengo una conjunción de italianos, franceses y austríacos y en casa se hacía música.

Hoy creo que es más difícil para la gente joven, ante un mundo tan tentador. Si hubiera tenido 20 canales en colores, computadoras y todos los chiches que tienen al alcance yo no sé si hubiera estudiado tanto. Aparte de las drogas y otras cosas que no había en nuestra época.

– ¿Cómo ves el mundo?

– Tengo absoluta conciencia que como artista uno debe mantenerse al margen de todo para preservar a lo máximo la esencia artística y espiritual que tenemos. Lo nuestro es llegar a todo el mundo para hacerles sentir que tienen un alma. Esa es nuestra misión y debemos guardarnos tan puros en el sentido profundo como podamos.

Un señor en Rosario me dijo que todos nosotros deberíamos embarcarnos en política para que todo vaya mejor. Yo creo lo contrario, un artista que exhibe una idea política inspira rechazo de la cantidad de gente que no tiene la misma idea. Nuestra misión es puramente espiritual.

– ¿Estás viviendo en Mónaco hace 20 años y aquí vivís en el barrio de Once?

-(Se ríe). Este es un departamento de paso. Realmente no me importa a mi que sea el Once, es un departamento que me parece simpático, y el edificio de 1923 es muy interesante. No me interesa vivir en barrio Norte, lo que me liga a este departamento es algo muy agradable y es el que elegí después de dejar mi casa de Belgrano. Paso dos meses aquí.

– ¿Aparte del piano qué otras cosas le interesan a Gelber?

– Me gusta el cine, me gusta el teatro y la pintura, no soy de leer mucho. Me gusta vivir, me gustan mis propias experiencias, llevar una vida de estudio durante el día y ver un espectáculo todos los días.

Me gusta la Negra Sosa, Falú, Ramírez, me encanta el jazz y nada de lo que es puro ruido. No soy una persona muy moderna ni me importa no serlo. Por otra parte nunca soñé tener amigos de la farándula. Conocía el cine argentino porque con mi inmovilidad mis padres no sabían qué hacer y me daban a colorear revistas de cine y así fui conociendo, veía varias películas de la época de oro a la tarde junto a la querida Ana, la mucama.

Luego conocí esos ídolos (su adorada Laura Hidalgo, Mirtha Legrand) cuando me hice conocido yo, y fue algo muy lindo. Así, después conocí a todo el mundo.

Los viajes y los sueños

El maestro Bruno Gelber tampoco pensaba lo que iba a viajar. Según su confidencia íntima su orgullo era que en Belgrano el barrio de su niñez tenía importancia porque pasaban un colectivo, el tranvía y un ómnibus.

Eso le fascinaba a ese niño que no iba al colegio por cuestiones de su parálisis, pero que estudiaba en su casa y tenía como premio a sus notas un viaje en esos medios amados y sus recorridos.

«Si hubiera sabido lo que iba a viajar en el futuro hubiera muerto de impresión» dice mientras piensa que le queda mucho por realizar.

Por lo pronto en el piano le gustaría terminar el ciclo de las sonatas de Beethoven, hacer la «Variaciones» Diabelli, o terminar obras de Schumann y hacer «Gaspar de la nuit».

Además agrega «me gustaría conocer el Cañón del Colorado, tirarme en un precipicio atado a una pierna, conocer los glaciares, estar en un observatorio… y probar los vinos del sur». (J.P.).


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