Cambalache

Cipolletti

En los 90 Osvaldo Soriano escribía notas semanales en las que trataba de explicarle a un politólogo sueco la política argentina. De más está decir las dificultades que ese intento generaba tanto al periodista como al nórdico, estructurado en la formalidad y el orden de su país. Entender nuestra enmarañada política nacional daba lugar a situaciones hilarantes.

Hoy la política nacional sigue por iguales caminos plagados de artimañas y procedimientos sinuosos, entre el grotesco y el sainete adobada con altas muestras de un oportunismo vergonzante, con los mismos personajes que se reciclan y reacomodan sin pudor, todo lo cual la hace muy difícil de entender, no solo para un sueco sino también para los sufridos habitantes del país.

Así vemos que los que ayer nomás eran feroces censores hoy se dan un baño de olvido, cruzan la calle y se abrazan con fervor a sus antes denostados, quienes con igual cinismo los reciben como si nunca hubiesen escuchado esas diatribas porque lo que vale es sumar, el rejunte para llegar al poder que los lleva a dar y aceptar explicaciones artificiosas para justificar este saltimbanquismo político en un espectáculo indecente que va generando en la sociedad cada vez mayor rechazo.

O en el mejor de los casos desinterés en la política y sus integrantes a quienes se cuestiona, con razón, por preocuparse más por sus candidaturas que por la grave realidad de un país que se hunde aceleradamente en un deterioro económico-social e institucional.

Este pragmatismo al mango se muestra a pleno ante la próxima elección donde se dan situaciones insólitas, como que la jefa de un partido designe candidato a presidente a quien le formulara graves acusaciones, reservando para sí el cargo a vice a pesar de ser quien detenta el verdadero poder electoral. O el partido del gobierno que ganó las elecciones con la bandera del cambio y proponga como vice a uno de los dirigentes que, desde Menem para adelante, integró todos los gobiernos y fue baluarte en el Congreso para las leyes que proyectaron.

Por si todo ello fuera poco tendremos una elección presidencial con tres fórmulas con candidatos peronistas, cumpliéndose aquello que decía el general: “(…) en Argentina somos todos peronistas…”.

Por eso, exigirle al profesor sueco que entendiera este cambalache nacional solo podía ser otra de las celebradas ficciones del autor de “Triste, solitario y final”.

Carlos Segovia

DNI 7.304.065


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