Cartas a Nenette

Atahualpa Yupanqui, el más grande folclorista de la Argentina, no sólo escribió zambas, vidalas y chacareras, también numerosas cartas a Nenette, su mujer. Víctor Pintos, un destacado periodista especializado en música, recopiló y le dio orden a este exquisito universo que acaba de salir en forma de libro. En este Cultural se publican algunas de las cartas de Atahualpa y una entrevista exclusiva con su compilador.

Tucumán. Enero 28 de 1945.

Nenette:

Desde esta tierra donde te conocí, quiero enviarte mi abrazo cariñoso. Estoy seguro que pensarás que te he olvidado, o que estoy prolongando ese «enejo» por aquel asunto.

Nada de eso, querida. Mi viaje, precipitado, y luego la paz de los cerros, me llenan de fuerzas nuevas, y me voy a vagar libremente por esas sendas que tienen para mi espíritu un lenguaje claro y hondo.

En estos días estoy en la ciudad, con un pie enfermo, a causa de una espina maligna. No puedo salir ni calzarme. Me lo paso leyendo y pensando.

Leo tu carta, y quiero decirte que no pienso tristemente en el porvenir. Ya volveré pronto, para grabar mis músicas. Y te veré, levantada y amorosa, trabajadora y buena, como sé que eres. Y besaré tus ojos, compañera de tantas horas lindas y tristes.

Mi cariño.

Ata

* Todo fue como tenía que ser.

Atahualpa Yupanqui y Nenette Pepin se vieron por primera vez en Tucumán, en 1942. «En una primavera del norte, con nubes grandes y noche de grillos», describió Yupanqui.

Se enamoraron, convivieron a partir de 1946, se casaron cuando llevaban treinta y tres años de vida en común, y estuvieron juntos hasta que la muerte los separó. Habían nacido a principios del siglo, en 1908, con sólo tres meses de diferencia. Ella se fue el 14 de noviembre de 1990; él, un año y medio después, el 23 de mayo de 1992, abatido por la pena.

Tuvieron descendencia: un hijo, Roberto, El Kolla, y un puñado de canciones, algunas de las más bellas del folclore de la Argentina. «El alazán», «El arriero», «Chacarera de las piedras» y «Luna tucumana», entre otras, fueron escritas por los dos.

Alguna vez deslizó Yupanqui: «Yo no tocaba música clásica como ella, pero la enamoré con una vidalita…»

En 1949, Yupanqui escribió «La cifra del payador», poema de metro libre. La Hora era un periódico opositor al gobierno, publicado por el PC.

París. Jueves 28 de Septiembre/78.

Querida Mamá: Ha comenzado a estar fresca la tarde, y no hubo sol desde ayer Quizá sea por eso, la cosa es que me sentí unos días muy deprimido, y en consecuencia, escribí palabras que tú y Coyita pueden tomarlos como ofensa, y no es así, Les pido perdón. Mis preocupaciones, por momentos, alcanzan dimensiones enormes, y tengo el hábito de pensar en voz alta, o de escribir lo que siento. No siempre es aconsejable esto, y temo ahora de haber producido dolor o resentimiento en ti o en Coyita. Perdón, nuevamente. Es que por momentos veo el horizonte familiar un poco desfavorable, como rutinario, como si nada pasara en el mundo, y temo por nosotros, por ti, por tu salud, por Coya y su porvenir. En fin, pienso ahora que no es para tanto, aunque tampoco no fuera para tan poco, para descuidar los asuntos del mañana.

Estoy estudiando guitarra, temas, ajustando canciones, y noto la natural declinación. Son muchos años de profesión, y son setenta de edad, muy trajinados, muy perjudicados espiritualmente por las mil razones de la existencia. Porque sabemos que siempre fue muy desparejo mi destino y mi suerte. Estoy enfrentando ahora a la misma pobreza de cuando comencé, Esto no me asusta, sino en la medida en que puede repercutir en ustedes. Yo estoy acostumbrado a tener poco; siempre que tuve dinero o cosas, fue para darlos o mi familia o a mis amigos, lo mismo corbatas que relojes, cosas, dibujos o dinero. Todo esto me ha tomado ahora un poco entristecido, Además, la falta de vacaciones contigo, tu enfermedad, el no irá ver a mi hermana » todo se ha juntado entre las cosas que parecen asuntos irremediables, y entonces terminan produciendo en mi espíritu un decaimiento del que quiero salir cuanto antes.

También te diré que me ha afectado mucho el no poder trabador libremente en mi Patria. Esa prohibición solapada, egoísta, de puñalada trapera, de hipocresía, de sucio argentinidad, de sistema típico peronista-fascista de nuevo tipo, me duele mucho, porque no, soy persona de andar haciendo denuncias, ni de hablar mal de gentes, de gobiernos, de personajes, aunque a muchos los veo deformes, enanos, aviesos, tramposos, y sobre todo mal intencionados para con los ciudadanos y con la Patria misma, como si eso tan sagrado fuera una propiedad particular, alambrado, electrificada, custodiada a la metralleta, sin honorabilidad, sin el buen ánimo honesto, limpio que debe regir entre los hombres criollos que aman la misma bandera sagrada. Todo esto, Mamá, me produce uno enorme tristeza, porque no quiero sumarme a las mil voces que en cada pueblo de¡ mundo insultan y desprecian y maldicen a los que mandan como mandan. Bueno, espero serenarme, Madre. Te quiero mucho, y deseo que te recuperes, puedas ir al Cerro con el Coya, arreglar los impuestos rurales, hacer engrasar las monturas antes que se pudran, etc.

Perdóname, Madre, estas tristezas mías, y ruego para Coyo que no piense mal de mí.

Mucho los quiero, y los abrazo fuertemente. A Paulita, mi bendición.

Hasta mañana

Quito. Noviembre 28-81

Querida Mamá.

Doce días hace que salí de casa. Trajiné mucho en este tiempo. Más de la cuenta, Y tengo la impresión de haber recorrido un larguísimo trecho de América. Fue intenso el trabajo, y creo que recién ahora, en mi madurez, los pueblos han comprendido mi mensaje de cantor de asuntos antiguos, y buscador de una hermandad donde no resuenen los ecos de la guerra y la destrucción. Guayaquil me recibió muy bien. Gente buena, sencilla, informada. La ciudad es antigua en un 60 % y en el centro comercial abundan los mercaderes de todo tipo: indios, mulatos, criollos, y cientos de muchachitos vagos que venden de todo, peines, gillettes, juguetes, cigarrillos. Rebusques. Todo el Centro es recova, como Leandro Alem, Y después de las 20 horas, sálvese quién pueda.

(La mesita aquí está ocupada con frutas regionales cumpliments) Yo escribo tumbado en la corno. Quito está a 2300 mtrs. sobre el nivel de¡ mar, Es más ciudad y más civilizada que Guayaquil. Anoche, con sala llena, cumplí el primero de mis cuatro conciertos.

El teatro, magnífico, severo, de gran acústica. Soy huésped de la Intendencia y su Departamento de Cultura, y me hicieron saber que el lunes, es decir pasado mañana, se me dará una plaqueta como homenaje. La municipalidad compró el concierto, del lunes, y será por invitación rigurosa. Aquí también hay licenciados, Anoche me saludó por teléfono Guayasamín. Su padre ha fallecido hace tres meses. Era un señor indio, muy parecido a mí.

Mañana iré a Yaguar-Cocha (Lago de Sangre), a 12 kilómetros de Quito. Ya estuve antes, Hace 400 años los españoles «arrearon» hasta el lago 30.000 indios en un mes, y los degollaron. De ahí el nombre. Hay dos o tres albergues antiguos. Montañas verdes, bellas, y el Cerro Pichincha dominando Quito.

Aquí hay también conflictos y desocupación. Se habla, a nivel general, de un plan bien estructurado para que los países sudamericanos sean totalmente gobernados por militares. Este plan, parece, ha nacido en Yanquilandia hace un tiempo, y se va desarrollando en los países según la condición actual de su ambición por porte de los regímenes. Claro, no será difícil ese asunto. Las reservas morales son parejos con las reservas monetarias. Y los pueblos, a callar, bajo sospecho.

En Colombia empieza el desenfreno. Todo el mundo de una u otra manera, participa de esa fiebre de¡ dólar y mando, de mafia y contubernio. Los diarios están, en su mayoría, comprados por los clanes políticos. Y los medios de información, ídem. Todo el mundo se siente presidenciable o ministerial al menos. Y en medio de estos clamores e intrigas, qué cosa pueril, inocente, debe parecer la vidala que contamos, el poema que decimos, el estilo que entregamos! Pero como dice esa vieja voz, %o me porto de la huella ni aunque vengan degollando»; seguiré diciendo que la Cruz del Sur es la mejor y más amado constelación, y que lo antiguo en el canto criollo, es como el salmo: perduro sobre todos las nieblas, más allá del olvido.

Mamá, el martes paso a Cafi y Medellín, luego voy a Bogotá para embarcarme en Air France. Estoy tranquilo sabiendo que Elba te acompaña. La paisana es oro en polvo, y yo le tengo una profunda gratitud, y enorme estimación.

Escríbeme a París, Madre, y cuéntame de los nietos. ¿Cómo están? ¿Qué dicen los petizos ¿Y Coya?, ¿qué piensa hacer…?

Te bendigo, Mamá. Hasta mañana.

París. Domingo 25 de Noviembre. 1990

Coya querido.

Estudié varios horas guitarra anoche. Hacía 2 semanas que no hacía una nota. Está ya vendida la sola de 2.000 plateas del Teatro de la Villa. Y hay publicidad, creo, exagerada, en todo París. Ojalá yo sea digno de ese interés y apoyo del público de Francia.

Los pocos amigos que frecuento -conozco cientos- me acompañan y me llaman a diario. Pons, Mosalini, Enzo Gieco, Guillermo Hascke, jefe de turbinas de Air France, funcionarios de la Unesco, Chant du Monde.

Duros tiempos respiro, y sé que durarán. Temo que la casa nuestra se incline al naufragio si no decidimos algo firme y claro. A mi regreso hablaré con abogados y escribanos, La Fundación deberá organizarse y ser vigilada y cuidado, y sobre todo respetada. Trabajar con odios, rencores y resentimientos, llevará todo al fracaso, y pérdida de cosas que fueron amadas por Mamá,

Aún vive fuertemente en mi corazón la mano de Mamá con una rosa clara entre sus dedos, y el rostro plácido, de amor, como un ruego profundo, total. Quiso decir algo que no pronunció. No sé decir más. Ruego, espero, anhelo. Sé que soy el próximo en partir al silencio.

Hasta pronto, hijo querido. Te abrazo, Coya

Tata

Nenette murió en Buenos Aires poco después de la medianoche del 13 al 14 de noviembre de 1990, víctima de un paro cardíaco, a unas pocas horas de haber sido operada de la vesícula y cuando todavía se encontraba en la sala de terapia intensiva de la Clínica Bazterrica.

Había sido internada una semana antes por un paro cardiaco del que se pudo recuperar favorablemente en tres días.

Pero una inesperada obturación de la vesícula desencadenó el final. Para Atahualpa el golpe fue doblemente terrible, porque Nenette falleció un 14 de noviembre, igual que su padre. Años después, por una casualidad, El Kolla descubriría el más grande secreto guardado por Atahualpa: que José Demetrio, su admirado padre, no murió por causas naturales ese 14 de noviembre, sino que se suicidó.

Atahualpa Yupanqui murió en la madrugada del 23 de mayo de 1992 en Nimes, una pequeña localidad francesa situada a ochocientos kilómetros de París.


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