Caso Alvarado: el peón que salió a trabajar y nunca regresó

Desde febrero de 2018, los familiares buscan a José Luis, un hombre de 38 años que fue a trabajar a una estancia en El Foyel, entre Bariloche y El Bolsón. “Es como que se lo tragó la tierra”, dice su mamá, que sigue aferrada a la ilusión de que aparezca. La investigación aún no arroja datos.

Hace pocos días, Margarita Alvarado tuvo un sueño que la estremeció. Y le causó mucha angustia. “Soñé que dos tipos tenían de los brazos a mi hijo en una vereda y él me gritaba: ¡Mamita vení a buscarme!”, relató, afligida.
Margarita es una mujer humilde, de manos curtidas y manchadas por años de trabajo. Hace una década su marido murió. Fue una pérdida muy dolorosa. Pensó que la vida ya no la castigaría de nuevo. Se equivocó.
Desde febrero del año pasado, sufre por la desaparición de su hijo José Luis “Toto” Alvarado.


Hace 17 meses que Margarita sueña con volver a abrazar a su hijo. Se ilusiona con un posible retorno. Se aferra a su fe. También a sus nietas que la abrazan y la asfixian con preguntas.
La ausencia de su hijo duele. Y mucho. “Toto”, como le dice la familia, es un hijo que tuvo siendo muy joven en Chile.
Margarita emigró a la Argentina con su hijo pequeño, en busca de una mejor vida y la encontró al lado de un hombre que quiso a ese niño como si fuera su hijo.
Contó que vio por última vez a su hijo a finales de febrero de 2018, antes de que se vaya a trabajar al campo. “Toto se iba a trabajar sólo por unos diez días”, recordó. Nunca volvió.

Toto tenía 38 años al momento de desaparecer.


“Es como que se lo tragó la tierra”, afirmó. “Tengo toda su ropa guardada, pero no puedo verla”, explicó, mientras se secaba con las manos los ojos humedecidos por la lágrimas. La mujer convivía con su hijo, de 38 años, que no tenía pareja y tampoco hijos.


“Si supiera algo me quedaría tranquila”, sostuvo. Pero no hay ninguna pista que permita esclarecer el misterio que rodea el caso de “Toto” Alvarado. “A veces pienso: ¿qué habré hecho en mi vida para vivir esto?”, reflexionó, sentada a la mesa, mientras esperaba que se terminara de hornear el pan casero para sus nietos, que juegan en el patio a pesar del frío intenso del invierno de Bariloche.
“Capaz que lo cuidé mucho o lo protegí mucho”, se reprochó la mujer como tratando de encontrar una respuesta a un enigma que atormenta a la familia desde finales de febrero de 2018.

“Lo único que quiero es encontrar a mi hijo, sea como sea

Margarita.

El viaje


Verónica Pereyra es hermana de “Toto”. El dolor se percibe en sus palabras. Conoce el expediente judicial como nadie en la familia.
Recordó en diálogo con “Río Negro” que su hermano salió la tarde del 20 de febrero del año pasado de su casa en el barrio Nuestras Malvinas y se dirigió hasta la avenida Juan Herman. Allí, pasó a buscarlo el dueño de la estancia, Miguel Soriani. Allí, su hermano iba a trabajar, en la zona de El Foyel.
Lo habían contratado para cortar leña y hacer tareas de campo. El trabajo lo había conseguido por un amigo de la familia, Miguel Gelves. “Mi hermano no tenía problemas con nadie”, afirmó Verónica.
Dijo que su hermano estaba una noche en El Foyel con dolor de cabeza y el dueño del campo le dijo que le conseguiría un migral.
“Esa noche, Soriani le fue a alcanzar la cena. Cuando declaró, dijo que estaba todo apagado en la cabaña donde se alojó mi hermano y que no quiso molestarlo”.
“Al otro día a las 8, mi hermano no salía de la cabaña para trabajar y Soriani entró a buscarlo y ya no estaba”, rememoró Verónica. Era un 23 de febrero de 2018.


La versión que no cierra


El dueño del campo aseguró en el expediente judicial que salió en un cuatriciclo a buscarlo por el camino que llevaba desde la estancia hasta la Ruta Nacional 40.
“Ese día, él regresaba a Bariloche y dice que pasó a avisar al destacamento policial de El Foyel que mi hermano no estaba”, contó.
“Soriani declaró que no estaba la mochila, que mi hermano había agarrado todas sus cosas y se había ido”, relató.
Pero a Verónica esa versión no le cierra. “¿Por qué no denunció o hizo una exposición que ni hermano había desaparecido?”, es una pregunta que le da vuelta la cabeza.
Además, dijo que después aparecieron algunas prendas que su hermano había llevado cuando salió de su casa para ir a trabajar. “Es muy oscuro todo lo que pasó”, opinó.
“Son como seis kilómetros desde el campo hasta la ruta sin luz y mi hermano era la primera vez que iba a ese lugar, no conocía”, advirtió.
Dijo que escucharon rumores que indicaban una supuesta relación de su hermano con una mujer que tenía pareja. Pero la investigación hasta ahora no comprobó esa hipótesis.


El descontento con la investigación y con “las cosas que no se hicieron”

Verónica está descontenta con el desempeño del fiscal de El Bolsón Francisco Arrien, que tuvo a su cargo la primera etapa de la investigación del caso.
También con policías de esa localidad que no se preocuparon por la desaparición de su hermano apenas ellos denunciaron el caso.
“Ahora que pasó el tiempo y tenés más conocimiento, te das cuentas de muchas cosas que no se tendrían que haber hecho”, señaló.
Verónica aseguró que su hermano cada vez que salía se comunicaba con la familia. Avisaba dónde estaba.


Recordó que trabajó varios meses en Los Repollos, cerca de El Bolsón, y siempre estuvo en contacto con ellos.
Aunque cuando viajó hasta El Foyel no llevó celular, porque no tenía.
Rememoró que le avisaron el 24 de febrero de 2018 que su hermano no aparecía por ninguna parte. “Ese sábado no sabía qué hacer, adónde ir. Y a las 16 nos fuimos en el auto de una amiga con mi otro hermano y mi hermana hasta El Foyel”, indicó.
Pasaron a preguntar en el destacamento de Gendarmería de Villegas. No sabían nada.
Los policías de El Foyel les indicaron que el dueño del campo había pasado a avisar que el peón había desaparecido.


El “calvario” de los rastrillajes en la zona

Allí, comenzó el calvario para la familia. Los viajes frecuentes hasta El Bolsón para buscar información, pegar carteles con la foto de “Toto”, preguntar.
Recién el 26 de febrero salieron con unos policías a rastrillar. “Hicimos caminando los 6 km desde la cabaña hasta la Ruta 40, con un perro adiestrado”, detalló. No hallaron nada.


Pero Verónica está persuadida de que ese rastrillaje se hizo mal porque usaron una gorra que no era de su hermano. Después se hizo otro rastrillaje con un drone por el mismo trayecto. Hallaron un polar marrón. Pero no arrojó ningún elemento.
Verónica dijo que recorrieron el río Manso en la zona de El Foyel “de punta a punta sin encontrar nada”. “Eso lo hicimos nosotros porque a ellos (por la Policía) no se les ocurrió”, afirmó.
La investigación la tomó a finales de abril del año pasado la fiscal Betiana Cendón. Verónica dijo que Cendón con el equipo de Criminalística hallaron una mancha de sangre en la cabaña, pero el análisis descartó que sea de su hermano. También encontraron una mancha de sangre en un hacha, que hallaron en un chiquero. Tampoco pertenecía a “Toto”. Dijo que se hicieron pozos, se rastrilló en la zona. Pero no descubrieron ningún rastro que ayude a la investigación.


Verónica recordó que cuando se hermano fue visto por última vez estaba vestido con una campera negra de River, tipo buzo, jeans oscuros, zapatillas blancas y una gorra negra tipo deportiva.
El recuerdo de su hermano está presente todo el tiempo. “Toto me cuidó a mi primer hijo porque yo tenía que trabajar. Me ayudó a construir mi casa. Cada vez que podía darme una mano, él estaba”, destacó. “Sus sobrinos lo adoraban”, afirmó.
Pìa es una de las sobrinas que lo extraña. Tiene 7 años y le hizo unos dibujos cuando “Toto” se fue a El Foyel. Los investigadores hallaron los dibujos. “Lo quiero mucho”, afirmó la nena.


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