“Chicos católicos”, o cómo escaparle (o no) al pecado

La comedia teatral regresa esta noche a la escena cipoleña. En esta entrevista con “Río Negro”, en su doble rol de director y actor, cuenta por qué esta obra reivindica su propia infancia.

Cuatro chicos de diez años están cercanos a tomar su primera comunión. Son parte de un colegio católico y se están cuidando de no cometer “pecados”, pero sus curas maestros no ayudan demasiado. Por suerte, hay un ángel que está atento a todo e intentará mantenerlos en el “buen camino”. Este es el panorama que quiere dibujar Diego Zúñiga en “Chicos católicos”, la comedia ácida que dirige y con la que busca reivindicar su tímida niñez. Desde hoy, a las 21:30, en el Centro Cultural de la calle Toschi.

El material fue creado por Juan Paya, y Eleven contenidos empezará este sábado con su cuarta temporada en las tablas, luego de seis años de éxito en la calle Corrientes, la franquicia también triunfa en países como México, España, Perú, Brasil y Uruguay.

Diego recordó su infancia en la Escuela 248, y luego en la 33. “Se vivía mucho el bullying, yo era el nuevo y te agarraban de punto, encima era tímido, no contestaba y me quedaba callado”, argumenta y para resumir cortito y al pie afirmó categórico: “era medio boludo”, se ríe con ironía.

La obra parece transportarlo a su infancia cipoleña, y recuerda que por aquellos años “en la Escuela 248 corría la voz de que el portero, que había muerto, circulaba por el primer piso, en la fotocopiadora”, y también añora las “famosas bicicleteadas que se hacían en la Escuela 33, en la que pedaleábamos hasta la Isla Jordán”, rememoró.

Los estereotipos de estos pibes están bien marcados: “el gordito que sufre bullying, el cheto, el langa que se hace el canchero por su primera masturbación y el inocente y callado, que es el más vivo”, aseguró el director.

Por el lado de las autoridades, el público se encontrará con un “cura provinciano, un cura facho, un cura tano y una monja gallega que es bipolar y que está re loca”, adelanta Diego, que suelta una carcajada pensando en las escenas que pondrán en escena este fin de semana.

“Cuando empezamos con esta obra me llenó de felicidad”, recuerda y agrega que “si bien es una comedia, toca un trasfondo que es serio”. En el escenario se reivindica, y asegura que encarnando a un niño gay, llamado Alvaro, “puedo decir un montón de cosas, te permitís esa libertad de poder hablar, de manejarte como quieras. Uno puede contestar, ser ácido”, asegura, en contraste a su infancia, en la que “era tímido y sumiso”. “En este caso soy todo lo contrario”, dice con ímpetu.

Otro personaje que también jugará un papel clave es Guido, el portero de este colegio católico, apostólico y romano. “Él es el ángel que trata de mantenerlos en el buen sendero”, señaló Diego.

Para sostener la conexión real con los hechos que narra la pieza teatral, el director aseguró: “hemos tenido catequistas que vinieron a ver la obra y, además de matarse de risa, reconocen que efectivamente es tal cual lo contamos”.

La comedia sucede a lo largo de una hora y media, y desde el elenco aseguran que el público “no va a poder parar de reír”. Es interpretada por cinco actores, de los cuales cuatro hacen doble personaje.

Ficha técnica

Autor: Juan Paya.

Dirección general: Diego Zúñiga

Actúan: Marcelo David Oliva, Julián Matías de Bonis, Gaspar Ludueña, Erwin Castro Miranda, Diego Zúñiga

Sonido e Iluminación: Yeninen Ada Irurzun.

Entradas: anticipada $200 y en puerta $250.


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