Recurso de emergencia para enfrentar la crisis cambiaria

La sorpresiva decisión del presidente Mauricio Macri de recurrir al apoyo financiero “preventivo” del Fondo Monetario Internacional es una incierta señal a los mercados en medio de la actual crisis cambiaria, aunque puede tener un alto costo político interno.

Sin que se conozcan el monto ni las condiciones, las reacciones fueron dispares ya que equivale a contratar a un bombero por si se desata un incendio. De ahí que el dólar bajó ayer después del breve mensaje de Macri y repuntó tras las escasas precisiones aportadas por el ministro Nicolás Dujovne, para cerrar por encima del lunes. Todavía faltan varios capítulos para saber cómo termina la película.

Lo único claro es que el gobierno pedirá auxilio al FMI para seguir viviendo de prestado. Esta política, elegida para financiar la baja gradual del déficit fiscal y la inflación sin afectar el crecimiento de la economía, sufrió varios golpes externos y errores internos que acortaron su horizonte en las últimas semanas. El propio Macri admitió que el gradualismo depende mucho del financiamiento externo. No dijo que el gobierno dejó de colocar deuda en los mercados internacionales porque su costo en dólares se ubicaría en torno de 8% anual; no tanto por la suba de las tasas de interés en los EE. UU. (al 3%), sino porque el riesgo argentino le agrega casi 5 puntos.

Esta perspectiva agrava el déficit externo (el otro “gemelo”), después de tres años de déficit comercial y cuando las importaciones crecen más que las exportaciones. A esto se suma la salida de divisas por pagos de intereses, utilidades, atesoramiento y turismo al exterior que no dejan de subir. Pero aunque es cierto que el gobierno busca curarse en salud y que el FMI no tiene la rigidez ortodoxa de los 90 para sus líneas de crédito, también lo es que algo tiene que cambiar en la política económica para revertir esa dinámica. El tipo de cambio real está en la mira, porque de su nivel dependen las exportaciones y el gasto público en dólares, que es lo que cuenta para los inversores externos.

Si bien “récord histórico” debe haber sido el título más utilizado por todos los medios durante la frenética escalada del dólar de los últimos días (sólo interrumpida durante dos jornadas por el Banco Central y su artillería pesada de medidas monetarias y cambiarias del viernes), no deja de ser engañoso porque se refiere a su precio nominal. O sea, no considera el tipo de cambio real que surge de deflactarlo por la alta inflación ni su relación con otras monedas que, al igual que el peso, últimamente también se devaluaron (aunque mucho menos) frente a la estadounidense.

En este sentido, resulta interesante repasar un cálculo elaborado por el Estudio Broda sobre la evolución del tipo de cambio real multilateral (TCRM), que surge de comparar el comportamiento del peso frente a una canasta de monedas integrada por el dólar, el euro y el real brasileño a precios constantes de abril de este año. De ahí se desprende que, en términos reales, la actual cotización del dólar en el mercado cambiario local aún está lejos de constituir un récord para la historia económica reciente.

Según dicho cálculo, el TCRM promedio desde 1980 (sin incluir las hiperinflaciones de 1989 y 1990) equivale a $ 27,20 a valores actuales, no muy lejos del promedio de los últimos 21 años ($ 26,30 desde 1997), ni tampoco de los últimos 51 ($ 28,20 desde 1960).

Por cierto que los promedios son un cálculo aritmético que atenúa los extremos hacia arriba y hacia abajo. De hecho y con la misma metodología, al estallar la convertibilidad a fines del 2001 el TCRM equivalía a $ 15,60 a precios de abril de 2018 y seis meses después (en plena crisis del 2002) había superado los $ 50, a tal punto que ese pico se escapa del gráfico.

Durante el mandato de Néstor Kirchner (2003/2007), el tipo de cambio real fue bien alto y promedió los $ 35,90 a valores actuales, en lo que constituye el mayor y más prolongado nivel de los últimos diez años. Luego tuvo marcados altibajos a lo largo de los dos períodos presidenciales de Cristina Kirchner: bajó fuerte en el 2008, pero durante la crisis financiera global del 2009 trepó a $ 34,10, para descender hasta $ 24,80 cuando se aplicó el cepo cambiario a fin de octubre de 2011 y a $ 21,80 dos años más tarde. A comienzos de 2014, la devaluación del tándem Axel Kicillof-Juan Carlos Fábrega lo llevó a $ 25,90; pero cuando CFK concluyó su doble mandato equivalía a $ 17 a valores actuales.

La gestión de Mauricio Macri arrancó con el fin del cepo y la unificación del mercado cambiario, donde el peso sufrió una devaluación de 30%, que en el 2016 (junto con los aumentos de tarifas) catapultaría la inflación a casi 40% anual. Curiosamente, el TCRM calculado por el Estudio Broda lo ubica en $ 23,30 en marzo de 2016 en términos reales, casi el mismo nivel nominal que el actual.

La incógnita es qué magnitud tendrá el traslado a precios de las últimas subas del dólar, que el BCRA buscó frenar con tasas de interés estratosféricas a costa de resentir la actividad económica y el consumo. En última instancia, la mejora del tipo de cambio real depende de que crezca más que la inflación para recuperar el equilibrio perdido hace años en las cuentas externas.

La incógnita es qué magnitud tendrá el traslado a precios de las subas del dólar, que el BCRA buscó frenar con tasas de interés estratosféricas a costa de actividad y consumo.

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La incógnita es qué magnitud tendrá el traslado a precios de las subas del dólar, que el BCRA buscó frenar con tasas de interés estratosféricas a costa de actividad y consumo.

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