Vaca Muerta y la licencia social

Meses antes de asumir por primera vez como gobernador, Jorge Sapag aterrizó en Neuquén proveniente de Canadá. Traía algo nuevo. Casi inentendible para los petroleros locales, los no convencionales. Por entonces desde la opinión pública se hacían apuestas sobre los años que le quedaban a los hidrocarburos en la provincia. A la mayoría les sobraban dedos en las manos. Desde entonces el mandatario fue un evangelizador de Vaca Muerta.

Sapag además de interiorizarse en las técnicas para la extracción de gas y petróleo en arenas compactas (tight) y rocas generadoras (shale) entendió muy rápido que la actividad necesitaba de algo clave: una nueva licencia social con eje en lo ambiental. Esto implicó facilitar a las comunidades la información necesaria para poder desarrollar una actividad, en este caso más intensiva.

Contó con una ventaja inicial porque la industria petrolera está tan arraigada a la idiosincrasia neuquina que la agenda ambiental nunca consiguió un lugar preferencial. Incluso ningún político con las banderas ambientalistas logró buenos resultados electorales. Y en la actualidad no hay oposición política a los no convencionales.

El derrame en Bandurria Sur, que puede calificarse como el más grave que se registró en Vaca Muerta, reactualizó el debate y volvió a poner bajo sospecha a la industria petrolera. El blowout (como se conoce en la jerga a una perforación fuera de control) del pozo LCav-26 que llevaba adelante la firma Nabors afectó 45 hectáreas de meseta, en un sector ubicado a poco más de 11 kilómetros al norte de Añelo. Durante 36 horas arrojó hidrocarburos al campo.

El incidente en el bloque, operado por YPF y Schlumberger, consiguió volver a la agenda pública recién dos semanas después tras una serie de publicaciones de “Río Negro”. La información oficial comenzó a ser más precisa y el interés de la opinión pública creció. Lo que ocurrió en Bandurria Sur fue la primera gran mancha para Vaca Muerta. Sin embargo, es fácil caer en el maniqueísmo que busca extremar posiciones. Un derrame de hidrocarburos siempre es grave, pero no es igual a contaminación ni afectación permanente como desde algunos sectores se busca hacer parecer.

El protocolo de la Subsecretaría de Ambiente se cumplió: la operadora comunicó lo ocurrido, controló la situación y se iniciaron los procesos de cuantificación y remediación. En menos de 15 días se analizó el impacto y se habilitó, parcialmente, el inicio de las tareas de saneamiento. Parcialmente, porque los técnicos de Provincia entendieron que para algunas zonas afectadas pueden utilizarse mejores tecnologías.

Por más que todo se ajustó a norma, para la ciudadanía quedaron flotando dudas. Las suspicacias crecieron cuando el tema alcanzó trascendencia nacional y desde la subsecretaría se buscó poner el sello de autoridad anticipando una multa “récord”, aún indefinida y también apelable. Por qué se demoró la información o, para ser más exactos, los detalles de los ocurrido. Quizá porque para la industria petrolera esta situación, si bien infrecuente, es una de las tantas a las que está expuesta y no representa algo extraordinario.

La Cuenca Neuquina acaba de cumplir 100 años. El rigor de la actividad no les es ajena. Cuando se pensó en una nueva licencia social, la mirada estaba puesta en la implementación de la antipática técnica del fracking, pero vaya paradoja en esta oportunidad –y en todos los incidentes ambientales hasta ahora– no tuvo relación alguna.

Vaca Muerta es el principal destino de la inversión extranjera y dos gobiernos nacionales, en muchos aspectos antagónicos, coincidieron en posicionarla como una nueva oportunidad económica para el país. ¿Justifica ese fin cualquier medio? Absolutamente no. Pero tampoco es cierto que la actividad carece de controles y que estos hechos son una constante.

La sociedad necesita, entonces, darse esa discusión. Es un tema profundo porque involucra la soberanía energética. No es un debate de si se tolera más o menos daño ambiental. Es un cuestionamiento por el acceso a la información y la transparencia.

Un derrame de hidrocarburos siempre es grave, pero no es igual a contaminación ni afectación permanente como se busca hacer parecer.

Por más que todo se ajustó a norma, para la ciudadanía quedaron flotando dudas. Las suspicacias crecieron cuando el tema alcanzó trascendencia nacional.

Panorama de Neuquén

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Un derrame de hidrocarburos siempre es grave, pero no es igual a contaminación ni afectación permanente como se busca hacer parecer.
Por más que todo se ajustó a norma, para la ciudadanía quedaron flotando dudas. Las suspicacias crecieron cuando el tema alcanzó trascendencia nacional.

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