Cómo afecta a la psiquis la inestabilidad actual

El psicoanalista Mordechai Benyakar analiza la sensación de desamparo general. La guerra y la desocupación amenazan aún más los precarios equilibrios emocionales.

«Frente a un evento como una guerra, el psiquismo reacciona de distintas maneras. El trauma es una de las formas», dice Benyakar.
Se vive al sobresalto permanente. Con cansancio y angustia. Con un sentimiento generalizado de frustración y desesperanza porque «las posibilidades de acción en el presente se ven inhibidas. Y cuando el presente no permite ninguna acción, tampoco es posible proponerse metas, desplegar proyectos, anhelar un futuro mejor», según palabras de Mordechai Benyakar -psicólogo, psiquiatra y psicoanalista argentino, autor de «Lo disruptivo. Amenazas individuales y colectivas: el psiquismo ante guerras, terrorismos y catástrofes sociales», editado días atrás por la editorial Biblos.

En una semana que fue consultado desde casi todo el mundo a propósito del efecto psíquico que la guerra provoca en la gente -este es «su» tema- el especialista argentino explica a «Río Negro» que «las vivencias personales de desamparo e impotencia obedecen a que las instituciones sociales, que normalmente aseguran la vigencia de los marcos normativos, se ven desbordadas por los acontecimientos y ya no pueden garantizar las reglas de convivencia ni cumplir con las funciones para las que fueron creadas».

Sigue: la sensación de estar atrapado, acorralado, de no poder escapar a las situaciones amenazantes -ya que el actual desarrollo de los medios de difusión universaliza todos los temores- suele convencer a la gente de que ya no hay resquicio alguno en el mundo donde sentirse a salvo.

«El miedo difuso pero permanente se instala como resultado de vivenciar la presencia constante de peligros que no se pueden identificar», sostiene.

Razona: las amenazas dejan de ser reconocidas como provenientes del mundo exterior y se internalizan. Una vez incorporadas a la propia subjetividad, modelan la vida entera de uno. Entonces, los posibles «equilibrios» alcanzados se vencen con una insoportable rapidez.

Desde el mullido y confortable diván que tiene Benyakar en su consultorio de Capital Federal -¿serán realmente confortables los divanes de los psicoanalistas?- escucha a diario a pacientes que le dicen: «doctor, estoy enloqueciendo porque entiendo lo que pasa». Lo afirman por la desocupación, por el deterioro económico y social del país, por la locura política nacional…. Por ello, Benyakar se pregunta: «¿No es exactamente ese modo de «enloquecer» del que hablan los relatos angustiados de los pacientes que he atendido en Tel Aviv? ¿No coinciden las palabras de mis pacientes argentinos con las que escucho de boca de habitantes de Nueva York, últimamente?».

Tres escenarios distintos -terrorismo, guerras y caos económico- que provocan idénticas reacciones humanas. ¿Cómo se entiende? «La incapacidad personal para leer la realidad coarta la capacidad de cuestionar y enferma».

De esa puntada inicial, recalca: existe una generalizada pérdida de la capacidad para interpretar las situaciones que se están viviendo.

¿Cómo se escucha a alguien que dice que está desesperado no porque el esfuerzo que hace para sobrevivir él y su familia lo desborda sino porque lo que hace cotidianamente para enfrentar las dificultades de la vida no tiene sentido, ya que siempre habrá algún cambio no previsto en el entorno que vuelva estéril su empeño e iniciativa? ¿Cómo entender qué le pasa a alguien que sabe de sí mismo que es un luchador, que hasta puede confesar sin miedo haber fracasado algunas veces en la vida, cuando clama, patéticamente: «Yo antes, cuando fracasaba, analizaba la situación y podía darme cuenta de por qué había fracasado. Aprendía y empezaba de nuevo y a veces me iba bien. Ahora los resultados, si me va bien o me va mal, no tienen nada que ver con lo que yo haga, ya no sé qué está bien y que no lo está»?. Estos son algunos de los dilemas de Benyakar que por estos días investiga. «Yo hablo de un derrumbe del contexto vital en el que nos hallamos inmersos».

Como un videoclip

Desde otro lugar, el sociólogo neuquino Demetrio Taranda sostiene que se ha instalado una matriz ideológica en la vida cotidiana, la del «sobresalto», como un escenario constante para todos. «Esta es la vida de sobresalto».

La vida adquirió la lógica del videoclip, agrega, donde todo se escinde, rompe, trastoca, esfuma la totalidad. «Cada vez se está más solos, sin nada ni nadie», afirma Taranda. «Ni que decir el pobre, que ya ni la capacidad de reproducirse biológica le está quedando. Antes, la prole era su capital; ahora, ni eso. De ahí que se justifique descaradamente hasta el despojo que se le hace de los hijos a la franja de la población que menos tiene. ¿No vio que ahora la cuestión de ser padres pasa por una mera posibilidad económica?».

Benyakar reitera: hay un desmembramiento permanente. La sensación de estar en arenas movedizas, donde todo movimiento que se realiza es para hundirse cada vez más. Es lo que llamo «entorno disruptivo». Es cuando la gente no encuentra una seguridad, un sostén, que le permita un proyecto en el futuro. De ahí las úlceras masivas, los ataques cardíacos, los picos de estrés, acota. No hay cuerpo que resista.

¿Qué hacer, entonces? «Ante situaciones así postulamos la inmunidad psíquica», expresa Benyakar. El hecho de poder desarrollar defensas adecuadas basándose en el entorno, como la familia; el grupo de amigos, de profesionales. Debieran ser grupos espontáneos, orientados por profesionales que puedan trabajar con los líderes comunitarios de las iglesias, de los centros de reunión, escuelas… La solución no sólo pasa por los consultorios sino en la sociedad: las personas que sufren por esta situación deben recibir ayuda. Tenemos marcos transicionales para abordarla. En lugar de debilitar la familia, fortificarla; en vez de debilitar el marco de amigos y relaciones, fortificarlo. Los marcos grupales son todos importantes. Es importante buscar un núcleo de gente donde crear soluciones parciales. Eso no terminará con el problema, pero sí ayudará a superar esta situación, independientemente de que eso genere o no un cambio social».

Termina el psicoanalista top del momento: «En general, los terapeutas pensamos que los pacientes tienen puntos ciegos acerca de los cuales nosotros, los terapeutas, sabemos más. Ahora, los pacientes empiezan a denunciar que yo también tengo puntos ciegos y que ellos saben cosas que yo no sé. Qué no saben ponerle nombre y apellido a las situaciones amenazantes, que las situaciones inéditas no le permiten evaluar el presente y decidir cómo actuar de cara al futuro. Y que la causa de sus dramas no radica en las fallas propias que puede presentar su psiquismo sino que pasa por el derrumbe del contexto vital en que está inmersos». Todo un debate. Es el desafío de la psicología actual, según él.

Horacio Lara

hlara@rionegro.com.ar


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