Coronavirus: una vida entrelazada con la historia reciente de Bariloche

Roberto Russo era técnico electromecánico y participó de la primera etapa de la empresa Invap. Sus últimos días los pasó en el hogar Descanso de Jesús. Murió a los 87 años de coronavirus.

Sus últimos días los pasó en el Hogar Descanso de Jesús, el mismo que décadas antes había ayudado a construir, con otros entusiastas emprendedores. Por esos mismos años participaba también de la primera etapa de la empresa Invap, donde dejó una profunda huella, por su entusiasmo y su capacidad profesional.

Roberto Russo era técnico electromecánico y vivió hasta los años 70 en Villa Ballester (Buenos Aires) con su esposa Inés, quien trabajaba de enfermera en una dependencia militar. En 1976, semanas después del golpe, el clima opresivo que impuso la dictadura se les hizo insoportable.

Yo no tuve amenazas pero veía lo que pasaba, gente desaparecida, y la sensación de que un día no iba a volver a casa -recuerda hoy Inés-. Entonces decidimos rumbear para Bariloche, donde ya estaba mi hermana, que era dueña del hotel Internacional”.

Dice que Roberto era “un hombre maravilloso”, aunque admite en seguida que no es ella la persona más indicada para dar un parecer equilibrado. Y aclara por qué: “fueron 60 años” de un itinerario compartido, cuatro hijos en común y muchos logros de los que hoy se siente orgullosa, como la casa que pudieron construir en el barrio Melipal “al fondo de la calle Roca”.

Roberto tenía 87 años, sufrió una caída en febrero que le produjo fractura de cadera y fue internado en Hospital Privado Regional, donde sufrió tres operaciones. En el último tiempo estaba en silla de ruedas, alojado en el Hogar.

“Pensar que nosotros ayudamos mucho a hacer ese hogar y estuvimos en la primera comisión”, refiere Inés. Acto seguido, nombra a muchos de los que trabajaron en aquel proyecto y ella misma se asombra de las vueltas raras que teje la vida: “mire usted qué historia, y cómo vino a terminar el viejito”.

La mujer tiene 81 años, está muy enterada de la gravedad de la pandemia y los riesgos que corre, y no sale de su casa desde marzo pasado. Desde entonces no veía a su marido. Confiesa que su único escape es aferrarse a cada comunicación telefónica, casi a modo de excusa por sonar tan explícita y amable ante el llamado de este diario.

Con Roberto tuvo dos hijas y dos hijos. Solo uno de ellos vive hoy en Bariloche. Los otros están radicados en Suiza, Neuquén y Buenos Aires.

Cuenta que su esposo era muy valorado en Invap y trabajó con dedicación en el montaje de un reactor nuclear experimental que la empresa le vendió a Perú. “Todavía tengo un cuadro firmado por todos los muchachos de Invap y del Centro Atómico cuando terminaron ese proyecto”, asegura.

Inés dice que Roberto tenía úlceras por su postración y lo llevaron el martes al HPR para realizarle análisis, como paso previo antes de medicarlo con antibióticos. Señala que “ingresó sin síntomas” de coronavirus, y el miércoles antes del mediodía les avisaron que había fallecido. “Nos dijeron que sufríó un paro cardíaco, así que me quedo tranquila, porque fue sin sufrir”, señala.

No hubo ceremonia de despedida ni sepelio multitudinario, pero Inés y su familia recibieron decenas de saludos. Lo enterraron en el cementerio Valle del Descanso y su nuera -cuenta Inés-, se ocupó de que antes lo arroparan con una camiseta de Racing, otra de sus pasiones irredimibles.


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