Corrupción de menores: el drama de las chicas que “changuean con viejos”
De la causa surgen los crudos relatos. En los Caina las escuchan, pero con mínima reacción. Del juez Bernardi, procesado en la causa, poco hablan en concreto las menores interrogadas.
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“Changuear”. Eso hacen cuando no tienen plata las chicas de entre 11 y 20 años que declararon como testigos en la causa que tiene procesados y detenidos a Juan Bernardi y a Julio Antueque. “Es estar con viejos, estar cinco minutos, y te pagan 400 pesos”, según lo definió una de ellas en la cámara Gesell. Es prostitución por dinero, por un par de zapatillas, por un teléfono celular, por cigarrillos. Que las dejen usar una conexión de wifi ya es algo a cambio de lo cual están dispuestas a negociar.
O changuean por más cocaína. Aseguran que la necesitan para soportar esos encuentros sexuales con “los viejos”. Y porque ya son adictas, al igual que al alcohol, a las pastillas o a la marihuana. Por una lata de Poxi-ran, admitió una de ellas, aceptó ir a la cama con un tipo que le daba asco por lo “negro y gordo”.
“Si tu mamá es adicta te prostituye”, le dijo una de las menores a una operadora del Caina Mujeres de Viedma. Y de los demás relatos surge que todas empezaron a changuear de la mano de sus hermanas, tías, cuñadas o amigas.
Tanto los operadores como las psicólogas y las coordinadoras de los distintos programas de protección conocen esta realidad. Las propias chicas se la cuentan, muchas veces sin detalles, otras atribuyendo a sus amigas las cosas que ellas hacen. Pero ven -y lo admiten al declarar bajo juramento como testigos- que las chicas se escapan casi todas las noches del Caina, que van a un boliche, que salen con hombres y que vuelven “redrogadas” al amanecer. O no vuelven.
Todos afirman que escuchan “comentarios” sobre esos graves asuntos en las reuniones de trabajo del personal técnico y profesional de los Caina y los CISC de Viedma. Y mencionan haber “analizado estrategias”, haber “informado a la coordinadora”, haber “pedido medidas”. Pero, en concreto, ninguno pudo atribuirse el éxito en el rescate de ninguna de las chicas.
Son todas hijas, nietas o hermanas de hombres que están presos. Incluso algunas, con sus 19 ó 20 años y sus hijos sin apellido paterno, también han estado en prisión. En varios de esos casos fue el juez Juan Bernardi el que los condenó.
“Sos pelotudo, Julio, ¿cómo me traes el enemigo a casa?”, dice Bernardi que le reprochó a Antueque después del famoso asado en su chacra cuando supo que una de las invitadas era hermana de un joven que él acababa de condenar a 10 años de cárcel.
De Bernardi poco hablan en concreto las menores interrogadas en la causa, según surge del auto de procesamiento al que tuvo acceso este diario. Pero nada escatiman en dar detalles de lo que presuntamente pasaba en la casa de Fabián Peralta, el exempleado de Desarrollo Social que se suicidó tras conocerse públicamente la imputación en su contra. De hecho, una de las chicas cuenta que en esa vivienda de la calle Chubut se festejó un cumpleaños en el que los regalos eran solamente “sobrecitos blancos”. (Redacción Central)
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