Crimen de Villa Gesell: el combo letal de machismo y violencia en grupo

El asesinato de Fernando Báez Sosa por parte de diez jugadores de rugby en la villa balnearia puso a ese deporte en el centro del debate. ¿Es el único culpable del ataque en manada, o hay más ingredientes, relacionados con la crianza y los consumos? Opinan expertos.

Once jóvenes pegándole a Fernando Báez hasta darle el golpe mortal en la cabeza. El dolor de la familia que despidió a su único hijo para que se fuera de vacaciones a Villa Gesell y lo recibe muerto. El boliche Le Brique, escenario de la tragedia, que mantiene sus puertas abiertas ese día y el siguiente. Un intendente -el de la villa balnearia- que cuatro días después cae en la cuenta de que habría que decretar duelo. La Unión Argentina de Rugby (UAR) que prefiere lamentar “profundamente el fallecimiento de Fernando Báez Sosa” antes que mirarse al espejo y llamar las cosas por su nombre: asesinato. Traicionero y salvaje, para peor.


Las imágenes del verano 2020 ponen sobre la mesa el horror y el debate sobre los ataques en manada del macho repudiable; sobre el clasismo; sobre la miopía de los responsables (sean del rugby, de los padres, del Estado, de la sociedad en general), y sobre el consumo de alcohol.

¿Es culpa del rugby lo que hacen quienes lo juegan? Hay varias conductas repudiables en su haber que ponen en cuestión este deporte.

Hace menos de dos semanas, un rugbier uruguayo le dio un golpe en la cara a traición a otro joven en una fiesta en Punta del Este (la víctima fue operada por una fractura de mandíbula); en agosto del año pasado, cinco rugbiers de un club de Rosario fueron condenados a pagar $610 mil a tres jóvenes a los que golpearon en un boliche; un grupo de mujeres denunció que jugadores juveniles del Club Universitario de La Plata viralizaron fotos íntimas de ellas por WhatsApp.

Junto con el horroroso asesinato de Fernando, el otro caso emblemático es el de Ariel Malvino, asesinado en Brasil en 2006 por los golpes de recibió de parte de tres rugbiers argentinos, de Corrientes. Una patota de “niños bien”, como los definió el padre de la víctima, que aún espera el juicio a los asesinos de su hijo.

Datos

604
varones entre 15 y 29 años murieron en el país en 2018 víctima de agresiones, de los cuales más del 40% tenía entre 20 y 24 años.
83%
de las 1.641 muertes totales por agresiones (en todas las edades y ambos sexos), corresponden a varones.


El investigador del Conicet Juan Branz , docente de la Universidad de La Plata y autor del libro “Machos de verdad. Masculinidades, Deporte y Clase en Argentina” tiene una respuesta después de investigar el rugby durante 8 años.

“El rugby, -escribió para la revista “Anfibia”- en Argentina, es un espacio administrado por las clases dominantes. Eso significa que quienes practican este deporte diseñan y modelan una cultura que expresa ciertos valores y, por supuesto, otros que no. El rugby, para sus integrantes, es una “escuela de vida” donde todos pueden jugar y en donde se aprenden las bondades que todo hombre que pretenda ser “deseable”, “decente”, deberá incorporar si quiere ser considerado dentro de los “blancos”, “racionales”, “civilizados”, “honorables” y “caballeros”. Lo que sucedió en Villa Gesell es una de esas “pruebas de la vida”. No es salvajismo, ni irracionalidad, ni barbarie. Es un esquema consciente y racional en donde el juego de cuerpos, palabras y gestos se pone en acción. La percepción y la puesta en práctica de la violencia física es la escena LEGÍTIMA que sostiene la eficacia de ser, ver y actuar como un hombre.

Gabriel Villalba, profesor de rugby, ex jugador del Roca Rugby Club, actualmente a cargo del programa de Rugby social en contexto de encierro de Río Negro, cuestionó el comunicado de la UAR; a los jugadores que asesinaron a Fernando, y también al Gobierno nacional que prepara un proyecto de ley que establece la capacitación obligatoria en el ámbito del deporte en materia de violencias con perspectiva de género. “Creo que esperaron mucho. La espera le costó la vida a Fernando. Yo sentí mucha bronca e impotencia por lo que hicieron esos muchachos, que juegan al rugby pero que no son hombres de rugby”, establece la diferencia.

En Neuquén, el homicidio de Fernando Báez no pasó inadvertido. Desde la Dirección de Masculinidades se propusieron intervenir los clubes deportivos con talleres que cuestionan el modelo de varón hegemónico.

Desde que los hombres comienzan a socializar, en la niñez, se les inculca la idea de reprimir sus sentimientos, y la única emoción que se les permite exteriorizar es la violencia».

Nicolás Cerda, Director de Masculinidades de Neuquén.


Nicolás Cerda, director del organismo, señaló que desde las dirigencias de los clubes se suelen inculcar valores asociados a la “masculinidad hegemónica, la cultura del aguante, a darlo todo por el club y defender al compañero hasta el final”. El concepto de varón “es una construcción social” que se transita por diferentes instituciones, entre ellas la escuela y la familia. “El deporte es uno de estos espacios”. “Ahí salen estos valores de cómo el macho siempre tiene que ganar, tiene que ser triunfador” .

El psicólogo clínico Claudio Marín suma un ingrediente fundamental a ese debate. “Lo que pasó con el ensañamiento y desprecio por la vida ya lo vimos en otros casos, como las violaciones en manadas. Las variables son las mismas: noche, alcohol y drogas. Lo importante es el marco de referencia familiar que tiene cada uno de estos inadaptados. Eso habla del sistema de ideas y principios que se inculcan en la familia. Esa falta de límites viene desde lo familiar. Y eso genera que muchas veces, y una vez pasada la adolescencia, solo encuentren esos límites en el alambrado de un penal”.


El rugby y la violencia: cuatro miradas



Los jóvenes no son violentos por naturaleza, la juventud es una construcción social. Esta violencia se encuentra presente en toda la sociedad, existe una construcción social de lo que es la masculinidad, un mandato que emerge en casos como los de Villa Gesell. A falta de educación sexual integral, los varones son educados a través de los videojuegos y los medios de comunicación que le marcan que el ‘macho’ tiene que ser violento”. Ana Miranda, socióloga, responsable del Programa de Investigaciones de Juventud de Flacso Argentina.


Estos jóvenes mostraron una de las caras de una sociedad cada vez más violenta y reaccionaria. Jugar al rugby no es lo mismo que ser hombres de rugby. Los que enseñamos, jugamos o dirigimos un club de rugby debemos redireccionar el trabajo sumando a las familias, ser reguladores de las conductas observadas, previniendo situaciones sumamente desafortunadas. Somos parte de una sociedad violenta que tiene que interpelarse cómo seguir”. Gabriel Villalba, entrenador, responsable del Programa Rugby Social por la Inclusión Río Negro.


No hay que estigmatizar el deporte ni a las personas que lo practican. Es cierto que en el rugby se fomenta la amistad, y el andar en grupo, pero es para fortalecer los lazos. A veces, esto está mal trasladado a lo que pasa afuera. Es un deporte de contacto y eso va generando disciplina de lo que se puede hacer o no. En la cancha, cualquier golpe cerca de la cabeza del adversario, provoca que te echen. Pero si afuera de la cancha lo hacemos, fallamos como personas. Es un problema educacional”. Andrés Díaz, preparador físico del Roca Rugby Club.

Tenemos que transformar las formas de crianza. Desde que los hombres comienzan a socializar, en la niñez, se les inculca la idea de reprimir sus sentimientos, y la única emoción que se les permite exteriorizar es la violencia, por lo que aprenden a relacionarse de esa forma. Pero, también puede desaprenderse o lo que es mejor, dejar de enseñarse. La mejor herramienta para terminar con el modelo de masculinidad hegemónica es la ESI que viene a cuestionar dicho modelo”. Nicolás Cerda, Director de Masculinidades de Neuquén.


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