Crisis a ambos lados de la grieta


La expresidenta Cristina Kirchner, principal tributaria de la coalición oficialista, acaba de poner una distancia glacial con la gestión del presidente Alberto Fernández.


Empujada por la polarización, la política argentina configuró en 2019 dos coaliciones políticas antagónicas que reeditaron el formato del sistema bipartidista vigente hasta mediados de la década de los 90. Para muchos análisis, esa configuración actúa como un ordenador de la política y sobre todo contribuye a la estabilidad del sistema. Dos de las condiciones para que este esquema funcione -y sobreviva en el tiempo- son que ambos polos, cualquiera sea al que le toque gobernar, tengan un liderazgo definido y que no se aparten demasiado del centro del espectro político. Ninguna de estas cosas parecen estar ocurriendo en la Argentina.

La coalición oficialista enfrenta una amenaza a su base de sustentación, que de no ser resuelta a tiempo, pongamos, antes de las elecciones de medio término, desafía su integridad y podría poner en riesgo la gobernabilidad.

Cristina Kirchner, principal tributaria de la coalición, acaba de poner una distancia glacial con la gestión de Alberto Fernández. En el documento que publicó el lunes reconoce que la decisión de delegar en Fernández la candidatura a la presidencia respondió a la imposibilidad de regresar por sí sola al poder. La idea está envuelta sin embargo en el argumento laudatorio de que en realidad su decisión permitió que volviera el peronismo. Aceptó, dijo, pagar un alto precio: convivir con dirigentes que prometieron llevarla a la cárcel. Por Sergio Massa, quien por su parte, silenciosamente, en estas semanas eleva el perfil.

Para la expresidenta los resultados no han sido los esperados. El estilo consensual que cultiva Fernández -y que demandaba la necesidad de ampliar el frente electoral- demostró no ser eficaz para conformar un buen equipo, consolidar un buen gobierno y mucho menos para arrancar a la Argentina de la crisis. Ante estas deficiencias la doctora Kirchner propuso abrir un diálogo con todos los sectores, una iniciativa inverosímil en su boca, que Fernández ya ensayó y que ella misma abortó meses atrás. Un experimentado dirigente del peronismo entiende que la expresidenta maneja información de que esta vez el FMI no cerrará un acuerdo con la Argentina si no hay unidad.

El presidente no fue informado de la declaración de su vicepresidenta. Al día siguiente de la publicación, Fernández fue dejado solo en el acto en conmemoración de la muerte de Néstor Kirchner. En la madrugada del jueves se sumó otro mensaje: Máximo Kirchner, jefe del bloque de diputados del Frente de Todos, desistió del discurso de cierre en el debate del Presupuesto, como es usual en cada proyecto de relevancia.


La reaparición de Macri anticipó la lucha por liderar la oposición. Pero allí se discute también la perspectiva estratégica que dominará la relación con el Gobierno.


La distancia que ha puesto Cristina Kirchner del fracaso al que la conduce Fernández da legitimidad a los sistemáticos cuestionamientos que se descargan sobre el presidente desde los sectores radicalizados del oficialismo. El último correspondió a Juan Grabois: en respuesta al desalojo del campo de la familia Etchevehere, el dirigente reclamó a Fernández que deje de “ceder ante el poder fáctico”.

También enfrenta un difícil reto la coalición opositora. La reaparición en las últimas semanas del expresidente Macri con un discurso de oposición frontal al Gobierno y críticas a sectores dialoguistas anticipó la lucha por el liderazgo de Juntos por el Cambio. Pero allí se discute también la perspectiva estratégica que dominará la relación con el Gobierno en el tiempo que viene.

Elisa Carrió reclamó acompañar la designación del juez Daniel Rafecas para la Procuración, propuesta por el presidente, con el argumento de aceptar el “mal menor” frente al riesgo de que el cristinismo termine imponiendo un candidato. Dijo además que Macri “ya fue”. El viernes Carrió recibió a Horacio Rodríguez Larreta y María Eugenia Vidal, los dirigentes con mejor imagen de la coalición, para avanzar en un acuerdo. Miguel Ángel Pichetto habló de “ansiedad” y “rencor” y dijo que la cuestión Rafecas demanda una decisión orgánica de la alianza.

En medio de una crisis de desenlace difícil de prever, el rumbo de las dos coaliciones políticas también es incierto. Crisis, también, a ambos lados de la grieta.


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