¿De qué viven los que trabajan en la docencia?

La economía de los maestros rionegrinos -que ya llevan dos meses sin cobrar- es toda una odisea digna de considerar. Todos, "endeudados hasta el cuello", con intereses que los acosan cotidianamente. Ni hablar de consumo cultural o de entretenimiento. Cómo pueden enseñar así, abatidos, llenos de impotencia y rabia. Testimonios que grafican esta situación.

ALLEN (AA).- «No podemos comer lo que queremos y necesitamos, estamos endeudados hasta el cuello y pagando intereses y recargos por todos lados. Ni pensar en darnos algún gusto nosotros o para nuestros hijos…Tampoco podemos enfermarnos porque no tenemos mutual, y menos para comprar remedios. Por qué tenemos que seguir soportando esto…». Indignados. Con mucha rabia e impotencia, los docentes rionegrinos descargan un rosario de quejas imposible de contener, cuando ofrecen un pantallazo sobre la realidad diaria que les toca enfrentar.

Hastiados de vivir una situación que asimilan como no propia, en un clima de incertidumbre y un virtual estado de desprotección social. «Trabajamos todos los días, nos esforzamos, tenemos que atender nuestra familia, nuestros hijos y a fin de mes qué. Ya no sólo se trata de que cobramos poco, sino que ni siquiera cobramos», coincidieron.

Silvina, de 29 años, es docente de la Escuela Nº 335 del barrio Colonizadora de Allen. Su marido también es maestro y tienen tres hijos, uno de seis años y mellizos de poco más de un año.

«Malabares», contestó cuando este medio trató de conocer cómo hace para llegar a fin de mes. «Hacemos lo que podemos, pero siempre priorizamos a los chicos. Nosotros comemos lo que hay o tomamos mate con un pedazo de pan», explicó.

Es que si bien actualmente la mayoría de los docentes atraviesan una situación similar, debido al retraso en el pago de sus salarios y demás beneficios oportunamente prometidos, se encargaron de aclarar, diversos casos suelen «ser más llevaderos», reconocen algunos. Aunque otros, literalmente tocan fondo.

Los «vencimientos al día» en cuentas, tarjetas, «fiados», créditos impagables, diarios anuncios de cortes de servicios, intereses y recargos en el pago de las cuotas del auto, de la casa o de electrodomésticos comprados en tiempos mejores. El atraso en el pago del alquiler, y un sinnúmero de deudas que surgen de aquí y de allá, prácticamente son una constante en la mayoría de los hogares de los maestros actualmente. «En estos días tendríamos que estar cobrando octubre, y todavía no nos pagaron el mes de septiembre. Lo grave de esto es la falta de responsabilidad de parte del gobierno con sus empleados. Que involucra también a la salud y otros ámbitos», opinó Orlando Espeche, docente de la Escuela Nº 172 de la zona de chacras. Allí asisten varios centenares de niños, aunque desde los últimos días la mayoría de los maestros no concurren por «imposibilidad económica». Panorama que se repite en la mayoría de las escuelas de la región.

«Básicamente porque al no cobrar los sueldos, no podemos llegar a los lugares de trabajo», comentó Espeche. Pero «algunos ya no tienen ni para comer», graficó. Toda esta situación «nos sitúa en una situación de riesgo constante», afirma Patricia, su mujer embarazada de cinco meses, también trabajadora del sistema educativo.

Además la incertidumbre y la rabia de «tener que seguir esperando», parecen crear una pared insalvable contra el buen ánimo. El estrés, la agresividad y los malos humores van ganando terreno. Sin embargo «tenemos que estar bien en el aula y en nuestras casas», afirmó Mónica Gutiérrez, maestra de primer grado.

«A veces para sostener un poco el humor, decimos que los maestros tenemos suerte. Por ejemplo de estar gorditos, pero es porque pasamos a arroz y fideos», afirma con una sonrisa Orlando Espeche. Los demás coinciden.

«Hemos tenido que sacrificar tantas cosas, que nuestra dieta ahora se achicó a arroz, papas, polenta, fideos y huevos. Porque para otra cosa no nos alcanza», dijo Nora Herrera, vicedirectora de la Escuela Nº 282. «Hace unos días una maestra se desmayó en la escuela. Y en el hospital dijeron que se debe a la mala alimentación», agregó la maestra.

Los datos que estiman son preocupantes: «nuestra calidad de vida se ha deteriorado en estos últimos tiempos, en más de un 30 o un 40 por ciento», concuerdan. Y la calidad de la educación «va de la mano», advierten. Mientras, la protesta es generalizada.

Siempre, al borde de un ataque de llanto

«Andamos con el ánimo por el suelo», resumió sin remilgos uno de los trabajadores de la educación. «Sabemos que todo el mundo anda igual, pero a veces es difícil pararse frente al aula con todos los problemas que tiene uno, más los que también traen los chicos de sus casas».

Angélica Portales, vicedirectora de la Escuela Nº 335, destacó que «desde la dirección tenemos que brindar también contención a los maestros. Porque vienen acá y plantean su situación. Llegan con muchos nervios, a veces no aguantan el llanto. Así que tratamos de sostenernos entre todos».

En los últimos meses, se indicó, muchos maestros han renunciado en búsqueda de otros empleos, y otros decidieron regresar a sus provincias de origen para evaluar nuevas alternativas. «Es una mezcla de indignación, impotencia y resignación, lo que sentimos, pero seguimos adelante», comentó Nora Herrera.

Así continúan realizando encuentros para evaluar la situación educativa y dar batalla a la crisis, comentaron. Acuerdan movilizaciones para llevar adelante la protesta y no bajar los brazos, aseguraron. Porque «la sensación general es que tenemos que hacer algo, pelearla». (AA)

Al día, sin proyectos

«Qué vamos a pensar en proyectos a futuro, si ni siquiera podemos pensar en ir al dentista. Hoy por hoy tenemos que tener en claro eso, que la situación no da para más», comentó Silvina, maestra de segundo grado, desde hace más de ocho años.

«Mi marido también es maestro, y si me preguntás cómo seguimos, la verdad es que no sé. Uno tiene que comer, vestirse… Yo para poder ir a trabajar, tengo que tener una chica para que me cuide a mis hijos, pero tengo que pagarle y ahora no puedo», explicó además.

Graciela Vallejos es profesora de Inglés en el nivel medio, trabaja en distintos colegios secundarios de Allen y Fernández Oro, en tres turnos, aseguró: «Soy el único sustento en mi familia, y hoy por hoy no podemos hacer ningún arreglito. Las cosas se van «parchando» como se puede, a pesar de que todo se va deteriorando», señaló. (AA)


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