Basurales en la cordillera: ¿se bota donde no se nota?

Juan H. Gowda*

*Ingeniero forestal y doctor en Ecología. Estudia la relación entre política forestal, ordenamiento territorial y el uso sustentable del bosque andino en el Inibioma/Conicet y la UNC.

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Para calentar hogares usando residuos sin riesgo de incendio ni intoxicación sólo hace falta una gran caldera con filtros de aerosoles y red de distribución. Invap podría diseñarlo fácilmente.


A diferencia de Bariloche, que expone su vertedero a la mirada de quien transite por la RN 40, rodeado de vistas espectaculares (lago Gutierrez , cerros Otto y Catedral), barrios púbicos, privados, sociales y espontáneos; el vertedero de El Bolsón cumple con todas las reglas de la planificación «ambiental» a escala Nacional: esconder los problemas donde no se ven. Allá, cada bolsa de basura transita 18 kilómetros para ser enterrada en una cantera, lejos de las miradas de todos, en el paraje de Los Repollos.

Vertedero de El Bolsón. Dependencia energética y problemática ambiental bien ocultas en un paraje vecino.

A nadie le gusta vivir entre basura, humo y malos olores. Sin embargo, desde hace ya más de 40 años, los vertederos del norte de Europa se han ido mudando a los centros urbanos permitiendo reducir el enorme costo ambiental y energético del tratamiento de residuos para convertirlo en una fuente segura y confiable de energía e ingresos para las arcas municipales. ¿Cómo funciona esto? ¿Es realista y realizable?

Vertedero de Bariloche. Situado en un lugar estratégico para el desarrollo local y la concientización ambiental.

Veamos el caso de Umea, una ciudad en el norte de Suecia donde cursé mis estudios terciarios:

Una de las 4 plantas municipales de calor de la ciudad de Umea, que utilizan residuos urbanos y forestales. Situada entre la ciudad estudiantil, la universidad y el hospital regional.

Durante más de cuatro años, viví a 500 metros de uno de los basureros municipales. Me enteré de ello cuando pregunté de dónde provenía el agua caliente de mi ducha y la calefacción del cuarto de estudiante que habitaba. Hasta entonces, el humo de la chimenea que veía cada mañana, camino a la facultad, me servía para saber de dónde venía el viento. Sin olores ni contaminantes gracias al sistema de limpieza de aerosoles.

Una de las 4 plantas municipales de calor de la ciudad de Umea, que utilizan residuos urbanos y forestales. Situada entre la ciudad estudiantil, la universidad y el hospital regional.

En ese frío y boscoso país, la calefacción y el agua caliente llegan a la mayoría de los hogares urbanos como acá llega el gas, a través de redes subterráneas. Todo el residuo seco urbano (plástico, papel, etc.) va a una caldera de alta eficiencia, que calienta agua para extraer parte de la energía como electricidad y luego distribuir agua caliente a las poblaciones vecinas. La universidad en la que estudié, el hospital regional y la pileta cubierta del club deportivo, así como los colegios y jardines de la zona recibían su agua caliente del mismo termo tanque que utilizábamos para calentar nuestros cuartos, ducharnos, beber y cocinar.

Estudié allí entre 1986 y 1990, pero la planta de cogeneración que nos proveía agua caliente y electricidad ya tenía más de una década de funcionar. Las más viejas que pude visitar posteriormente databan de mediados de los años ’70. Eso sin contar las calderas de recuperación de las fábricas de pulpa, que usan estos sistemas desde hace 60 años. O sea que estamos hablando de tecnología previa a internet y windows. ¿Cómo funciona? sencillo… una caldera de alta presión (olla a presión…) que produce vapor para hacer girar un dínamo.

Esa es la parte complicada, que sirve para sacarle electricidad. La parte sencilla, es que, para calentar hogares sin riesgo de incendio ni intoxicación sólo hace falta una gran caldera con filtros de aerosoles y una red de distribución. Algo que el INVAP podría diseñar en un rato, simplemente estudiando lo que existe, para brindar una solución local a un problema nacional. La materia prima más económica es la basura que producimos diariamente en nuestros hogares, ya que no tiene costos de generación y su transporte ya lo pagamos. Si queremos genera más, podremos empezar por utilizar los residuos de poda y todo aquello que quemamos innecesariamente cuando limpiamos nuestras viviendas. Y si quisiéramos reducir el riesgo de incendios podríamos empezar a manejar nuestros bosques en vez de esperar a que se quemen.

¿Es realizable y realista? y… depende de nosotros! Bariloche gasta hoy millones de pesos en enterrar su basura en vez de convertirla en electricidad y calor. El Bolsón gasta aún más, si lo calculamos por habitante, en diesel. Tenemos cooperativas como la CEB y COOPETEL que podrían ser un instrumento clave para este tipo de inversión, pero sólo podrían hacerlo si existieran reglas claras municipales que les permitan recuperar su inversión. Y los habitantes de estas dos ciudades deberían aprender a separar sus residuos para que todo lo que se pueda reciclar no se queme.

En resumen, técnicamente es realizable, pero para que sea realista necesitamos un cambio de actitud en relación a nuestra basura. Debemos elegir entre seguir enterrando nuestros problemas bajo una alfombra cada vez más lejana, aumentando día a día el costo de no buscar soluciones mejores y convertir a Bariloche en la primera ciudad ambientalmente amigable de la Patagonia. El realismo puede llevar a una visión optimista o pesimista de nuestro futuro. La elección es nuestra.


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