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“Oxígeno y asfixia”, ¿la estrategia antidrogas que propone Latinoamérica?

Los presidentes de México y Colombia lideraron una cumbre en la que se señaló que el enfoque de la “guerra” enriquece a las mafias, provoca más violencia y no ataca el consumo en las potencias ni la pobreza en la que se incuban las organizaciones narco.

Blanca Moncada/ AFP

Los presidentes de México y Colombia clamaron este sábado por unir fuerzas en América Latina para exigir al mundo un enfoque menos represivo en la “fracasada” guerra antidrogas que no ha logrado erradicar el narcotráfico pese al millonario apoyo de Estados Unidos.

En el marco de una cumbre sobre drogas en la ciudad colombiana de Cali (suroeste), el mexicano Andrés Manuel López Obrador y el anfitrión Gustavo Petro aseguraron que sus países son “las mayores víctimas” de una lucha sin frutos.

Según los presidentes izquierdistas, la represión enriquece a las mafias, provoca más violencia y no ataca el consumo en las grandes potencias ni la pobreza en la que se incuban las organizaciones del narco.

“La política llamada guerra contra las drogas ha fracasado. No sirve”, aseveró Petro en la Conferencia Latinoamericana y del Caribe sobre Drogas, para la Paz, la Vida y el Desarrollo”.

Representantes de una veintena de países coincidieron en unificar voces y exigir un nuevo tratamiento mundial a este flagelo.

(AP Photo/Fernando Vergara, File)

En la misma línea, López Obrador expuso la necesidad de “atender las causas” que llevan a los jóvenes a integrar los carteles y replantear “un nuevo criterio”.

“No pensar solo en medidas coercitivas, tenemos que poner por delante el criterio de que la paz es fruto de la justicia”, añadió el presidente mexicano.

Además puso la lupa sobre el “combate al consumo del fentanilo”, un opioide hasta 50 veces más potente que la heroína, que entra por México a Estados Unidos y mata a casi 200 personas al día en ese país, según datos oficiales.

“Pienso que aunque no sea un problema nuestro propiamente (…) tenemos la obligación moral, y por humanismo, debemos de participar en el combate al consumo del fentanilo en Estados Unidos. Es una pandemia que están enfrentando”, lamentó.

Tras medio siglo de lucha contra el narcotráfico, Colombia sigue siendo el mayor productor mundial de cocaína, combustible de la violencia que deja más de 9 millones de víctimas.

Una espiral de violencia envuelve también a México y deja unos 350.000 muertos desde que el presidente conservador Felipe Calderón (2006-2012) declaró la guerra a los carteles con participación de los militares.

Este cambio de enfoque en la lucha antidrogas forma parte la política de “paz total” con la que Petro aspira a poner fin a seis décadas de violencia en Colombia.

El primer presidente de izquierda en la historia del país intenta una salida dialogada al prolongado conflicto armado, por medio de negociaciones de paz con todas las organizaciones ilegales.

Récord de producción


La producción de cocaína tocó el año pasado picos históricos en Colombia, mientras Estados Unidos se mantiene como el mayor consumidor.

Colombia aumentó casi un 13% los cultivos de hoja de coca en 2022 hasta alcanzar el récord de 230.000 hectáreas, según un informe de la Oficina de las Naciones Unidas contra la Droga y el Delito (UNODC) publicado el lunes pasado.

Aunque hubo una desaceleración en el crecimiento del último periodo, la cifra es la más alta registrada por la ONU desde que empezó su seguimiento de la producción de cocaína en 2001.

A la par con los narcocultivos creció la fabricación de droga que sale desde Colombia, principalmente hacia Estados Unidos y Europa. De 1.400 toneladas de cocaína pasó a producir 1.738.

La tendencia al incremento se viene consolidando desde 2014, pese a la persecución del narcotráfico a lo largo de cinco décadas con la ayuda millonaria de Washington y la firma del acuerdo de paz con la poderosa guerrilla de las FARC en 2016.

Casi la mitad de los narcocultivos (49%) están en tierras de comunidades negras, reservas forestales y resguardos indígenas, de acuerdo al informe.

Así, Colombia se mantiene de lejos como el mayor cultivador de hoja de coca del mundo, por delante de Perú y Bolivia. Estados Unidos, que históricamente ha financiado la lucha antidrogas, es el mayor consumidor de la cocaína colombiana.

De acuerdo al informe, el “77% del incremento neto se concentró en Putumayo (alrededor de 20.000 ha)” cerca de la frontera con Ecuador, un país cada vez más golpeado por la violencia ligada al narcotráfico.

El presidente colombiano ha denunciado el “fracaso” de la estrategia actual y ha planteado a Estados Unidos que defina un nuevo enfoque basado en la prevención del consumo en las economías desarrolladas.

Según el ministerio de Justicia del 2012 al 2022 se erradicaron forzosamente más de 840.000 hectáreas de coca, pero el área sembrada se incrementó en 327%.

López Obrador y Petro en la cumbre realizada la semana pasada en Cali.

“La dinámica de la política llamada guerra contra las drogas (…) ha hecho víctimas a todas las sociedades latinoamericanas de sus consecuencias”, sostuvo Petro.

En una especie de clase de economía social, afirmó que “para acabar el narcotráfico hay que reducir la demanda” y aseguró que el único “antídoto” contra las adicciones es “el amor”: “La droga reemplaza la falta de afecto y la soledad”, aseguró Petro el sábado en la conferencia .

El presidente mexicano, que por su parte descarta replicar la política de “paz total” en su país, coincide en atacar las raíces del narcotráfico.

“Tenemos que luchar primero contra la pobreza, contra la desigualdad, para enfrentar el problema de la violencia, hay que ofrecer empleos, buenos salarios, atender a los jóvenes, garantizarles la oportunidad de estudio, de trabajo”, insistió.

En México operan algunos de los cárteles más poderosos con ramificaciones en numerosos países como Colombia.

La estrategia


“Oxígeno y asfixia” una adaptación del conocido “zanahoria y garrote”: así fue bautizada la propuesta colombiana para avanzar hacia una nueva política antidrogas que vaya más allá de la represión de la producción y el consumo, que no ha logrado erradicar el narcotráfico.

Bajo el nombre de “Sembrando vida desterramos el narcotráfico”, el ministro de Justicia, Néstor Osuna, y el ministro de Defensa, Iván Velásquez, presentaron la nueva política para la década 2023-2033 .

Se centrará en dos áreas: La “asfixia” para “desarticular y reducir la influencia y capacidad de las organizaciones criminales que se benefician del narcotráfico”, y el “oxígeno” para los pequeños campesinos y la transformación de sus tierras en “economías lícitas y alternativas”, añadió.

La “ventana” del fentanilo


El ministro de Justicia, Néstor Osuna, aseguró en una entrevista con Blu Radio que es un momento “estratégico” para cambiar a un enfoque “holístico” en la lucha contra los narcocultivos.

El jefe de la cartera aseguró que el país debe aprovechar la ventana que se abre cuando están cayendo los precios de la cocaína ante su colosal oferta y el auge de otras dogas como el fentanilo.

Este es un opioide hasta 50 veces más potente que la heroína, que entra por México a Estados Unidos y mata a casi 200 personas al día en ese país, según datos oficiales.

Las comunidades que se dedican a la plantación de coca sufren “vulnerabilidades”, como carencia servicios básicos, y están “sometidas al estigma”, dijo en rueda de prensa el lunes Candice Welsch, directora regional de UNODC.

La nueva política del gobierno consiste en ofrecerles a los campesinos, “que en su mayoría son pobres”, otras alternativas: seguir cultivando coca pero para fines lícitos como la fabricación de cosméticos, textiles, alimentos, etc; vincularse a un proyecto comunitario y no individual para un cambio de economía en las regiones cocaleras; o “que pasen de ser cocaleros a guardabosques” en áreas protegidas y recibir un salario por cuidar el medio ambiente, explicó Osuna.

Welsch dijo haber recibido “con optimismo” dichos anuncios.

Hacia el fin de su mandato en 2026, el gobierno aspira a reducir la producción de cocaína a 900 toneladas y disminuir las hectáreas de hoja de coca en un 40% a unas 150.000 hectáreas.

“Paz Total”


En tanto, el presidente colombiano impulsa paralelamente una política de “paz total”, con la cual pretende negociar el desarme y el sometimiento a la justicia de guerrilleros y organizaciones del narcotráfico, respectivamente.

Pese al desarme de las FARC, la entonces guerrilla más poderosa del continente, en Colombia persiste un conflicto que enfrenta a diversos grupos rebeldes, narcos, paramilitares y agentes estatales que operan en distintos puntos del país.

Financiados por el narcotráfico, la minería ilegal y la extorsión, los grupos armados se multiplican en lugar de desaparecer o al menos disminuir.

En medio siglo la estela de violencia deja 9 millones de víctimas, la mayoría desplazados.


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