Dejó las clases de inglés por el mundo de las llaves y candados

La carrera que Luján Cabana había estudiado en Roca no la llenaba. Decidió aventurarse en la cerrajería para hacerse cargo del negocio familiar que lleva 37 años funcionando.

Luján Cabana está concentrada mientras usa la máquina duplicadora para darle forma a la copia de la llave de Cintia. En solo tres minutos el trabajo está listo y la clienta se va muy conforme. La mujer de 33 años es profesora de inglés pero la cerrajería la apasiona y cambió de rubro para hacerse cargo del negocio familiar.

Hace cuatro años está al frente del local ubicado sobre la calle Italia cerca del Canalito. Su padre Juan Cabana, de 70 años, y su madre Elsa, que tiene 68, durante mucho tiempo se dedicaron al oficio.
“Llegaron a Roca desde Victoria, Entre Ríos, en 1976. Vinieron a probar suerte porque un amigo les dijo que en el sur se podía vivir bien y conseguir un buen laburo”, contó Luján.

Cuando llegaron “la historia que le habían contado no era tan cierta pero gracias al esfuerzo pudieron conseguir dos trabajos. Después de vender ropa y helados mi papá consiguió trabajo como penitenciario en la Unidad 5 del Servicio Federal y después le compró las herramientas a un cerrajero”, relató.

Tras varios años, un conocido le preguntó si le interesaba poner la cerrajería y en febrero de 1983 comenzaron alquilar un salón sobre calle Alsina entre Neuquén y Don Bosco. “Arrancó con mi mamá que se ocupaba de hacer las copias y tomar los trabajos de cerrajería a domicilio y en autos”, relató.
Por la mañana Elsa se hacía cargo de la cerrajería y por la tarde llegaba su esposo que también iba a realizar trabajos a casas y en vehículos.

La cerrajera aprendió el oficio de su padre y hace cuatro años está al frente del negocio. Foto Juan Thomes.

Algunas máquinas tienen casi treinta años y otras las renovaron cuando se mudaron a la calle Italia en 1996. Sus cuatro hijas jugaban en la cerrajería mientras ellos confeccionaban las llaves.
Luján, la menor de ellas, estudió profesorado de inglés en la Universidad Nacional del Comahue y durante años dio clases, pero aunque la docencia le gustaba no la llenaba.

En 2016 su madre le había dicho que iban a cerrar. Llevaban dos años sin hacer trabajos en domicilios y en autos, solo copias de llaves.
“Mi papá ya no quería trabajar más, y se terminaba el contrato de alquiler. ‘Si alguna de ustedes quiere hacerse cargo de la cerrajería, este es el momento, si no cerramos’, lo dijo con el dolor del alma porque no quería que se bajara la persiana”, contó.

En ese tiempo Luján trabajaba en Neuquén Capital en comercio, y en uno de sus viajes, tras casi sufrir un accidente, decidió aprender el oficio de sus padres para hacerse cargo de la cerrajería.
“Falta un año para que venza el contrato, si le tomás gusto a la cerrajería y aprendés bien, te podés quedar con ella y pasamos todo a tu nombre”, recuerda que le dijo su padre.

Luján, como tenía en ese tiempo otro trabajo, iba una hora a la mañana y dos horas a la tarde para practicar. “Papá se puso muy contento porque me vio avanzar bastante rápido. Como desarmar cerraduras, mi mamá nunca lo hizo porque él lo hacía y eso lo tuve que aprender”, mencionó.
En enero de 2017 pusieron todo a su nombre. Igual sus padres siguieron concurriendo a trabajar, “uno a la mañana y otro a la tarde para mantenerse activos. Pero desde que comenzó la pandemia están en casa, se jubilaron a la fuerza”, señaló.

Todavía “hay algunas cosas específicas que me sigue enseñando mi papá pero lo más grueso ya lo he aprendido”.
Lo que más le gusta de su trabajo es el trato con el cliente y lo artesanal que implica cada detalle. “Lleva mucha práctica entender los detalles de cada cosa, me gusta y me entretiene mucho”, expresó.

Luján contó que un 90% de los clientes la aceptan como cerrajera y solo unos pocos pegan la vuelta cuando llegan. “Como feministas estamos copando lugares que nunca antes habíamos pensado, es bueno empezar a naturalizar estos lugares y destruir los prejuicios que quedan”, expresó.
La cerrajera resaltó que se trata de una conquista personal. “Soy una agradecida de la vida de tener a mis viejos que me enseñaron esto”, dijo.

Por la pandemia el negocio estuvo cerrado un mes y medio, pero luego volvió a trabajar. “Es un rubro que se maneja mucho por necesidad, cada tanto la gente necesita alguien que le repare la cerradura”, expresó sonriendo.


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