Democracia Banelco

Si bien el oficialismo fracasó, por un margen de cinco votos, en su intento de asegurar que Diputados ratificara a libro cerrado el proyecto de ley de presupuesto 2011, lo que en el caso de aprobarse le permitiría disponer de una caja de aproximadamente 40.000 millones de pesos para gastar a su antojo en un año electoral, los distintos bloques opositores se vieron aún más perjudicados por lo que sucedió. Al fin y al cabo, a esta altura a muy pocos se les ocurriría acusar a los representantes del gobierno de la presidenta Cristina Fernández de Kirchner de un apego excesivo a los principios éticos que deberían imperar en una democracia republicana, pero agrupaciones opositoras como la UCR y PRO han hecho de su presunto respeto por las reglas una de sus principales banderas de lucha. De difundirse, pues, la idea de que ciertos diputados radicales y macristas han estado dispuestos a vender sus votos al mejor postor, no les sería nada fácil recuperar la confianza de los muchos que entienden que buena parte de los problemas del país se debe a la corrupción sistemática y al craso oportunismo de demasiados integrantes de la clase política nacional. Mientras persista la convicción generalizada de que en el fondo todos los políticos son igualmente corruptos no habrá posibilidad alguna de que el país logre mejorar la calidad institucional. Hace casi diez años el escándalo de “coimas en el Senado”, un episodio lamentable que fue desatado por la supuesta voluntad del entonces presidente Fernando de la Rúa de comprar votos con “la Banelco” oficial, contribuyó a hundir, con consecuencias calamitosas para millones de personas, a un gobierno que ya se debatía en medio de una crisis económica exasperante y que, para más señas, no disfrutaba del apoyo de sectores importantes de la UCR y el Frepaso. No hay ningún peligro de que aquella historia nada edificante se repita porque el poder del kirchnerismo no descansa en un hipotético compromiso con la honestidad, a diferencia de aquel de la Alianza cuyo triunfo en las elecciones de 1999 pudo atribuirse a la esperanza de que sus líderes resultarían ser mucho menos corruptos que el presidente saliente Carlos Menem y sus colaboradores. Así las cosas, al gobierno le ha convenido que la diputada Elisa Carrió y otros dirigentes de la Coalición Cívica se hayan puesto a hablar de “la Banelco de Cristina”, ya que es de su interés difundir la impresión de que, cuando de la ética se trata, no hay ninguna diferencia entre sus propios militantes y los miembros de la oposición. También ha beneficiado al oficialismo la profundización de las muchas grietas que se han abierto en los bloques heterogéneos que conforman el “rejunte” opositor. En un país en que tantos se preocupan por “la gobernabilidad”, los contrarios al kirchnerismo sencillamente no pueden darse el lujo de entregarse a reyertas internas que los desprestigian cada vez más. De todos modos, no será nada fácil probar las acusaciones formuladas contra aquellos diputados que optaron por ausentarse a la hora de la votación. El kirchnerista Agustín Rossi tiene buenos motivos para mofarse de ellas, afirmando que “estas denuncias son una chantada. Que vayan a la Justicia y las demuestren”, porque sabe muy bien que con toda probabilidad una eventual investigación no serviría para mucho. Sucede que una cosa es aceptar una coima destinada a una cuenta bancaria personal, lo que es claramente un delito, y otra abstenerse por suponer que a cambio un gobierno que se ha hecho notorio por su costumbre de distribuir fondos según criterios que son impúdicamente políticos dará más dinero a una municipalidad o provincia, esperanza ésta que según parece incidió en la conducta de un cuarteto de diputados radicales procedentes de Catamarca y Córdoba, o se mostrará dispuesto a brindar su apoyo a un proyecto de ley determinado. Si bien tales “favores” están reñidos con la ética, no suelen considerarse ilegítimos. Por lo demás, son rutinarios en todos los países democráticos, incluyendo a Estados Unidos, donde repartir entre los legisladores lo que los norteamericanos llaman “pork” –es decir “carne de cerdo”– es una práctica tradicional, sobre todo cuando el gobierno de turno quiere conseguir por lo menos algunos votos parlamentarios opositores.

Fundado el 1º de mayo de 1912 por Fernando Emilio Rajneri Registro de la Propiedad Intelectual Nº 860.988 Director: Julio Rajneri Co-directora: Nélida Rajneri de Gamba Editor responsable: Ítalo Pisani Es una publicación propiedad de Editorial Río Negro SA – Viernes 12 de noviembre de 2010


Formá parte de nuestra comunidad de lectores

Más de un siglo comprometidos con nuestra comunidad. Elegí la mejor información, análisis y entretenimiento, desde la Patagonia para todo el país.

Quiero mi suscripción

Comentarios