Opinión: Boca 1- River 0, un clásico de los 90′

Llegando a la década del 90’, la paternidad de Boca sobre River no era tal. A lo largo de esos años, mientras el Millo era campeón de la mayoría de los torneos locales e incluso ganaba la Libertadores de 1996, la mayoría de los Superclásicos le favorecían al Xeneize. De hecho, fue allí cuando sacó la diferencia en el mano a mano que se sostiene hasta hoy: 78 a 70 por Liga y 91 a 84 en el total.

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Pero no fue solo una cuestión de números sino de cómo aquellos equipos dirigidos por Carlos Aimar, Jorge Habegger, Carlos Bilardo, Silvio Marzolini, Héctor Veira y hasta Carlos Bianchi, impusieron su rigor por encima de la calidad del rival.

Era un pedido de muchos hinchas durante las dolorosas derrotas entre 2014 y 2019: “no seamos tan verdes”. Porque además, del otro lado, Marcelo Gallardo encaró un proceso inverso y le imprimió a River una personalidad en los clásicos desde su llegada que no se le había visto en su historia.

Con todas sus limitaciones conceptuales y futbolísticas, el domingo Boca le dio al equipo del Muñeco un poco de la misma medicina con la que había sembrado los Superclásicos en los últimos ocho años y, además, recuperó ese poder de lucha aplicado en función de la búsqueda de un resultado que está en el ADN boquense.

Al 1 a 0 que obtuvo el último domingo en La Bombonera no se llegó de casualidad, sino que para volver a mostrar esa capacidad de llevar el partido a donde más le conviene, Boca viene amasando un estilo con la llegada de Juan Román Riquelme y su Consejo de Fútbol a la dirigencia.

Así como es muy criticado, en algunos casos con razón, por la forma de gestionar la adquisición y salida de algunos futbolistas, también es cierto que este cambio en la forma de jugar los clásicos y en los resultados obtenidos se vincula directamente con el máximo ídolo y sus secuaces, principalmente Jorge Bermúdez y Mauricio Serna, algunos de los grandes protagonistas de las victorias “a lo Boca” de los años 90’.

Se cumplen 17 años del 2 a 1 de Boca sobre River, por el Clausura 1999. pic.twitter.com/vUzs6miJdY

— Diario Olé (@DiarioOle) May 10, 2016

Es claro que los que salen a la cancha son los jugadores actuales y no los del pasado, pero la influencia de Riquelme y compañía es innegable. Tanto desde el armado del plantel (casi no quedan futbolistas de la presidencia de Daniel Angelici), como también del mensaje que se transmite.

A todas estas y al resto de las palabras las destrozan y las potencian los resultados. Estas mismas formas son las que llevaron a Marcos Rojo a ser expulsado a los 95’ como lo había sido hace un año en el Monumental a los 15 minutos, hipotecando las pretensiones del equipo entonces dirigido por Sebastián Battaglia. Siguiendo ese mismo sentido, una cosa es jugar en el Monumental y otra en La Bombonera con público, porque el desempeño arbitral no es independiente de los escenarios y entornos.

El impacto del planteo de Boca no hubiese sido el mismo sin el gol de Darío Benedetto, pero en bancar al “9” también hay una virtud. Y el hecho de que Gallardo haya salida a jugar el Súper sin referencia de área, dejando a Lucas Beltrán y a Miguel Borja en el banco, también le da más valor a las decisiones que tomó Hugo Ibarra, cuyo trabajo como DT ha mostrado más triunfos casuales que virtudes de juego, pero que en el clásico ha sido impecable.

Desde la simpleza, el Xeneize ganó el clásico. Fue concreto, jugó el partido que necesitaba y representó en la cancha una identidad que por varios años, pese a ser campeón repetidamente en el fútbol local, había perdido.

Como si esto fuera poco, expuso lo peor de su rival. Con el DT más ganador de su historia, aquel que cambió la imagen de River luego de haber jugado en la B, el planteo del Millo en la cancha fue paupérrimo. Si el técnico no fuera Gallardo los cuestionamientos serían masivos.

Boca lo superó táctica y posturalmente con un equipo que tiene menos variantes, en lo que fue un verdadero clásico de los 90’.