Estrés y ansiedad en la universidad: ¿Cómo puede acompañar la familia?

En el proceso de transición hacia la universidad, los estudiantes enfrentan desafíos significativos que van más allá de lo académico. Habla una especialista. Da su mirada al respecto.

En el inicio de un trayecto universitario, la presión por el rendimiento, las expectativas y el cambio de ambiente pueden generar estrés y ansiedad en los jóvenes. Un acompañamiento cuidadoso por parte de la familia es fundamental para guiar este salto importante hacia la vida adulta.

La Profesora de Psicología, especializada en temáticas vocacionales y vinculares, Sonia Amaro, advierte sobre la importancia de entender el primer año universitario como un período de adaptación crucial. “Como estudiante o como familia no se puede evaluar el primer tramo de una carrera universitaria únicamente observando el rendimiento académico”, sostiene. Este cambio implica más que simplemente sentarse a estudiar; es el inicio de una nueva etapa de vida que demanda una capacidad de adaptación y aprendizaje continuo; de parte de la familia y el estudiante.

La carga emocional durante esta transición es significativa. “Lo que más gravita en los jóvenes a la hora de sentirse evaluados son las expectativas propias y ajenas respecto del rendimiento que deben obtener: les tiene que ir bien, no pueden fracasar, no pueden existir fallas”, explica.

Siguiendo las investigaciones de la especialista Claudia Messing en Orientación Vocacional desde la perspectiva vincular-familiar, se entiende que los jóvenes actuales, suelen abordar este período universitario desde un lugar interno de “saber y poder”; producto de una posición interna imaginaria y simétrica, que los coloca en un plano de igualdad con el adulto y sobre todo, de auto abastecimiento emocional.

Los jóvenes de hoy están habitados por la cultura de la inmediatez y el proyecto de una carrera no es algo inmediato. Cuesta en muchos casos asimilar esa realidad”.

Sonia Amaro, profesora de psicología. Asesora en temas vinculares y familiares.

Los primeros meses en la universidad serán determinantes: “requieren paciencia de parte de los padres, tacto para preguntar y acompañar, desde un lugar discreto y no invasivo; puesto que resulta de importancia en estas instancias, que el joven pueda confiar en sus potencialidades y se permita desplegar sus propios modos de resolución de situaciones y conflictos”, agrega Amaro en diálogo con RÍO NEGRO.

Los tiempos y los procesos más largos también aparecen como una fuente de preocupación: “Los jóvenes de hoy están habitados por la cultura de la inmediatez y el proyecto de una carrera no es algo inmediato, entonces incorporar la idea de que se necesita un transcurso de tiempo no lo tienen asimilado y eso también genera frustración y ansiedad”.

“Por lo general, los estudiantes se sienten aliviados cuando uno logra explicarles que esto no tiene por qué ser así. Ellos a sus 18 o 20 años no pueden pretender saberlo todo. Justamente lo que te habilita a iniciar una carrera es el reconocimiento del no saber. Lo que sucede es que, frente a la falla, se encierran en sí mismos, no saben pedir ayuda, se sienten desvalorizados, con vergüenza y con miedos” explica.


Sin invadir:


En un momento donde la presión y las expectativas pueden ser abrumadoras, el acompañamiento comprensivo y la comunicación abierta son las claves para que la familia pueda ayudar a los estudiantes a navegar este período de transición con éxito. Mantener abiertas las líneas de comunicación entre familia e hijos es fundamental. Establecer acuerdos y estar atentos a los cambios de comportamiento son pasos fundamentales para brindar un apoyo efectivo.

“Uno siempre habla de un trabajo preventivo”, indica Amaro. “No tiene que ser todo en extremo idealizado. Hay que decir la verdad de las cosas. Es un formato y momento de la vida distinto donde reina la exigencia y es necesario asimilarlo a la hora de enfrentarse a este desafío”.

Si las conductas cambian drásticamente una vez que está en la universidad, es una señal de alerta, subraya Amaro. “Es necesario no perder nunca la comunicación y hacer preguntas – no invasivas – de interés… ¿Te puedo ayudar en algo?, ¿Podés organizarte? Para ver desde qué punto pueden anticiparse”.

No hay recetas. “No podemos generalizar, cada historia y familia son particulares; cada adolescente es un mundo en sí mismo atravesado por su historia, y lo que podemos sugerir es; intentar siempre estar atentos a lo que manifieste, acompañando desde una discreta distancia; darles espacio para que se equivoquen y puedan reponerse de ello, y presentarnos como adultos que también nos equivocamos y podemos fallar”, finalizó la especialista.


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