Análisis: La economía atrapada entre el místico Feletti y el profe Guzmán

El Gobierno se hunde en contradicciones en momento en que la sociedad exige un fuerte liderazgo para poder salir de la crisis que atraviesa el país. Dos actores claves, el ministro de Economía y su secretario de Comercio, se vuelven a enfrentar, cada uno de ellos defendiendo sus fracasos.

Guzmán pareciera no tener el poder para colocar funcionarios que le respondan.

“Milagros no hago”, destacó el secretario de Comercio Interior, Roberto Feletti, a principios de mes al ser consultado sobre los resultados de las medidas tomadas por su cartera en materia antiinflacionaria. La frase caló hondo dentro del Gobierno. En primer lugar, porque era una crítica solapada a su jefe, el ministro Martín Guzmán, confirmando la falta de un plan económico que contemple un ordenamiento de las variables macro. En segundo lugar, porque anticipaba un número de inflación muy alto que terminaría por golpear al ya débil Gobierno de Alberto Fernández.

Feletti ahondo, horas más tardes, sus críticas al ministro intentando despegarse del dato que mañana dará a conocer el Indec. Incluso amenazó con dejar su cargo si era necesario a sabiendas que fue impuesto por el Instituto Patria como uno de los cambios clave después de la fuerte derrota electoral que había recibido el Gobierno en las primarias.

En cualquier país que funcione normalmente, el ministro Guzmán habría llamado a su subordinado al despacho y educadamente le habría solicitado que ponga a disposición su renuncia. Pero la Argentina, en muchos aspectos, esta alejada de las conductas que tradicionalmente se aplican en el resto de los países. Feletti -lo mismo que el subsecretario Federico Basualdo- es una quinta columna dentro del ministerio de Economía; lo que Guzmán dispone, debe ser dinamitado antes de su ejecución. Y esto esmerila no solo el poder el ministro, sino también el de su presidente. De ahí que habría que preguntarse cuales son los límites que debe aceptar Alberto Fernández para sostener el ejercicio de su autoridad.

Pero el secretario sigue actuando -y cobrado su salario como funcionario público- como si trabajara en el control de precios. Ya como en mero hecho burocrático, se reúne periódicamente con las cadenas alimenticias, los productores, los inquilinos, los dueños de supermercados, los molineros y decenas de actores de la economía cotidiana para exigirle que paren de remarcar, como si todo dependiera de la voluntad del funcionario. Mientras tanto los precios continúan acelerándose y no hay visos de grandes cambios, por lo menos en lo que al corto plazo se refiere.

Desde el otro rincón, ayer el ministro Martín Guzmán dio una enorme clase de economía ante las pantallas del canal oficialista C5N. Empoderado, tras finalizar una reunión con el presidente Fernández, dio explicaciones de porque el país presenta altos niveles de inflación y mencionó como se debería actuar para corregir este enorme desvío que existe en la economía argentina. Guzmán hablaba como si recién hubiese llegado al cargo; o peor aún, como un profesor ante sus alumnos en una de sus magistrales cátedras de posdoctorado en la Universidad de Columbia.

Todo parecía ajeno al ministro para quien observaba atentamente la pantalla del televisor. Daba certeros diagnósticos y utilizaba términos técnicos para argumentar cada uno de los planteos que le hacía el entrevistador. Era un paisaje surrealista, típicos de los que se pueden ver hoy en la política argentina. Totalmente desconectado con la realidad.

Pero lo dramático de todo este contexto es que mientras el secretario Feletti asume -sin costo político alguno- su fracaso para controlar los precios y el ministro se dedica a dar clases de economía por televisión, la inflación se acelera al 60% anual, la pobreza sigue en tasas dramáticas y los asalariados ven mes a mes pulverizado sus ingresos; sin ningún tipo de expectativa de que esto pueda cambiar.

La ciudadanía, atónita, enfrenta hoy el relato en su máxima expresión.


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