El dólar “blue” gira en la región por cuevas, arbolitos y Whatsapp

En Bariloche se ofrece desembozadamente en las calles, pero en Neuquén y en el Alto Valle la comercialización es menos visible.

Hay cuevas, grupos de Whatsapp, agencias de viajes y comercios muy alejados de la actividad específica que en Neuquén y Río Negro participan del juego del dólar libre, ilegal o “blue”. Los “arbolitos” sólo son visibles, de una manera deliberada, en Bariloche. En el resto de las ciudades el mercado negro del cambio hace su juego de especulación más o menos en las sombras, aunque con libertad.

Los pesos ocupan en billete, inflación galopante de por medio, un volumen, un espacio, que los hacen complejos de trasladar pero es plata argentina, de curso legal, nadie podría prohibir que alguien viajara en auto o camioneta con millones de pesos, salvo, claro, si no tuviera manera de demostrar la posesión de semejante cantidad de plata; eso es tema aparte.

Es común que los turistas vayan a la Cordillera del norte de la Patagonia y a su mar con esos billetes de 1.000 pesos acumulados uno sobre otro para pagar en efectivo su hospedaje o su consumo en restaurantes.


Desde afuera


Pero los extranjeros que llegan a nuestro país con dólares son otra cosa. Debido a las reglas del mercado legal, prefieren el cambio de las cuevas o los “arbolitos” antes que la cotización oficial.

Esos billetes no entran en el circuito legal y aunque el gobierno diga (y los hechos lo nieguen) que es un mercado muy reducido, se transforma en el termómetro que le pone gradiente a la brecha entre el “oficial” y el “libre”.

El problema es en Ezeiza porque los pesos que les quedan a los turistas que se vuelven a su país les sirven sólo como suvenir porque casi que ni en el freeshop se los aceptan.

La especulación, un sustantivo con connotación negativa, es irreprochable cuando la inflación come los ingresos. Los plazos fijos son una opción en una moneda que apenas sirve para cobrar el sueldo, los que lo cobran, y extender en el tiempo el valor de un ahorro.

Pero la plata “negra” abunda en nuestro país; la evasión es marca registrada salvo para aquellos que viven de un salario y no puede escapar de pagar el IVA o Ingresos Brutos dentro del precio, y ganancias, directamente en el recibo de sueldo.

Desde que, a finales del gobierno de Cristina Kirchner se contuvieron las corridas bancarias y se disparó la cotización de lo que siempre se llamó “dólar paralelo” y ahora es “blue” (quién habrá sido el que le puso ese nombre, ¿no?), los promotores de la calle Mitre de Bariloche que siempre vocearon las ofertas en chocolates, ropa de alquiler o “escabio para la previa” a los egresados, comenzaron a fungir de “arbolitos”.

Ni la liberación (total e inconcebible) del tipo de cambio de Mauricio Macri a finales de 2015 y principios de 2016 hizo cesar el molesto, molestísimo “cambio, cambio” o, lo que es peor, ese mismo verbo traducido al portugués o, con una pronunciación imposible, al inglés.


Llegaron los chilenos


La mención a los pesos chilenos es mucho más nueva y el masivo cruce de turistas desde el otro lado de la cordillera hizo que la plaza se llenara de estos billetes, que también empiezan a formar parte del abanico de ofertas de las cuevas de ciudades alejadas de la frontera, como Neuquén.

No había extranjeros cuando a finales de 2020 o principios de 2021 los promotores de la calle Mitre de Bariloche (o los de la base del cerro Catedral) seguían con su oferta de chocolate, excursiones o pesos a cambio de plata de otro país. Y viceversa.

En Neuquén, Roca o Cipolletti nadie vocea la compra-venta de dólares, pero las cuevas se multiplican. Y los grupos de Whatsapp se llenan de mensajes que darían risa si no fuera que estamos ante el síntoma más patético de una moneda de curso legal que vale cada vez menos.

Hay mercado de sobra:

• los que compran para ahorrar porque en Argentina, salvo momentos muy puntuales (la salida de la convertibilidad en 2002 cuando el dólar llegó a 4 pesos y en días se colocó en 3) la cotización siempre fue para arriba.

• Los que tienen que vender porque después de haber comprado bastante como ahorro, necesitan hacerlos pesos para gastar en urgencias o bienes de capital, como una construcción.

• Los que tienen que viajar y saben que los cepos complican los gastos en el exterior. También están, claro, los que tienen dinero no declarado y deben eludir los medios formales de pago.


Azules y cara grande


“Vendo 300 dólares azules”, “tengo 1.000 dólares cara grande”, escriben los “arbolitos” virtuales en los chats de whatsapp.

Javier Wasserzug vive en Seattle, Estados Unidos. Recaló allí hace dos décadas luego de haber salido de su Bariloche por adopción. Cuando regresa a nuestro país le causa asombro la obsesión que hay en Argentina con el formato del billete del dólar.

“Cara chica o cara grande es lo mismo en Estados Unidos”, les dice a todos los que quieran escucharlo.

“Cuando cuento a otros latinoamericanos (incluyendo argentos expatriados) sobre la situación cara-grande y cara-chica de Argentina preguntan ‘¿y por qué?”

“Hay una situación muy curiosa, creo que en todos mis viajes nunca vi nada parecido en ningún país. Cuando voy a Argentina tengo que viajar con muchísimo efectivo; si quiero usar tarjeta de crédito o sacar argenpesos por cajero automático, todo me cuesta el doble. Recientemente me enteré de lo absurdamente complicado (y caro) que es para un argentino usar en el exterior la plata que tiene en su cuenta de banco en Argentina”, añadió.


En otros lados


Wasserzug encontró “otra curiosidad: la atención que se le presta al dólar en Argentina. Viajo por México o Colombia y la gente en general no está tan al tanto de la cotización del dólar. Bueno, también es cierto que la cotización del dólar en México hace años que varía muy poco para abajo y para arriba”.

Los que compran y venden dólares tampoco aceptan billetes de denominación más baja que 100. De nada vale que el vendedor insista con argumentos de sentido común, los de 20 0 50 no son dólares comerciales en el mercado paralelo. Y si lo son, valen menos.

En Bariloche eso tiene una razón: es tanto el volumen que se toma del turismo extranjero que una parte importante se envía a “cuevas” de mayor categoría, en Buenos Aires. “Los billetes de 50 dólares ocupan el doble de espacio que los de 100”, dijo uno de los “arbolitos” que ofrecen cambio en las calles de Bariloche.

Las “cuevas” florecen, en Bariloche, en las galerías de la calle Mitre, en locales que parecen oficinas o que ofrecen ropa de nieve para alquilar, pero en Cipolletti o Neuquén puede ser una agencia de viaje, un almacén o hasta un “delivery” que hace el cambio a domicilio.

En el Valle, en cambio, hay mercado suficiente como para que el stock de dólares juegue en una isla.

Desde Estados Unidos, Wasserzug aporta una lúcida reflexión: “Me llama la atención que a pesar de que el gobierno parece estar haciendo todo lo posible por evitar que la gente compre dólares o gaste plata en el extranjero, no hace nada por eliminar, reducir o, por lo menos, desalentar la prolífica actividad de los cambistas ilegales que operan abiertamente por todos lados”.


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