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Los temporales de viento generaron daños en la fruta de carozo en Río Negro

Las fuertes ráfagas que superaron los 100 kilómetros por hora golpearon a las ciruelas y duraznos que tienen mayor tamaño. En las variedades de pepita todavía no se han registrado graves perjuicios pero desde el INTA no descartan el impacto por las condiciones climáticas que están variando mucho.

Los fuertes temporales de viento afectaron mucho la fruta de carozo en el Alto Valle, señalaron productores de la región.

Por el momento las intensas ráfagas no han impactado gravemente en la fruta de pepita ya que su tamaño es mucho menor y no está tan expuesta.

Desde el INTA, la investigadora en agrometeorología, Andrea Rodríguez, explicó que los fuertes vientos recientes han causado algunos daños en las ramas de los árboles frutales, pero en las peras y manzanas gracias al tamaño que presentan actualmente no ha habido problemas importantes de calidad.

Sin embargo, mencionó que en diciembre, cuando la fruta es más grande, el impacto de las ráfagas puede ser más severo.

En la región hay unas 3.000 hectáreas de carozo, un monto muy menor comparado con la fruta pepita que asciende a las 35 mil hectáreas aproximadamente.

Pero las variedades de peras y manzanas todavía no están exentas a los cambios climáticos. La especialista señaló que este año se ha visto mucha variabilidad en las condiciones meteorológicas y no se descartan fuertes vientos para las próximas semanas.

La fruta afectada


José García es un conocido fruticultor de Roca que también integra la cámara de productores de la ciudad. El referente comentó que el viento ha causado daños en las frutas de carozo, como duraznos y ciruelas.

“El viento es más problemático a medida que las frutas crecen y se acerca la cosecha”, remarcó.
Sin embargo esto no se ha reflejado en las peras y manzanas ya que su tamaño no supera los 2 centímetros.

“En lo que es producción de carozo el viento ha hecho bastante daño. Entre los productores se habla de una pérdida de entre el 30% y un 40%”, comentó.

García señaló que cuando se acerca la cosecha el daño que hace el viento es el roce de la hoja. “El fruto está muy tierno todavía, y con tanto movimiento por el viento se hace un roce con las hojas y las ramas.

Esto produce como una especie de lastimadura que después cicatriza, pero el fruto no es óptimo para exportación, o sea, no es un fruto de primera calidad”, señaló.

A esto se le llama daño por rameado. El productor explicó que a medida que empieza a crecer más el fruto, está más expuesto.

“Por ejemplo cuando tiene más peso, y se mueve de un lado, para el otro, se afloja el pedúnculo y ahí se cae”, expuso.

Según el referente de la actividad, un viento como el que ocurrió la semana pasada donde las ráfagas superaron los 100 kilómetros por hora serían muy graves para fruta pepita en pleno enero cuando se acerca la cosecha.

La fruta de pepita no sufrió mucho daño ya que al tener menor tamaño está menos expuesta. Foto Flor Salto

El viento y la protección de los álamos


Una forma para atenuar el impacto de las ráfagas es a través de las alamedas sin embargo cada vez quedan menos en la región.

Además las posiciones están divididas. Muchos productores defienden el uso del álamo para proteger a los frutales de los fuertes vientos, pero otros opinan que los frutales cercanos a las alamedas se ven afectados.

Desde hace unos años las cortinas de álamos que rodean las chacras y son un símbolo del paisaje regional están desapareciendo. El Alto Valle es la zona más castigada, con una caída que supera al 40%. Tres son las causas principales: la crisis frutícola que lleva a muchos productores endeudados a vender madera, los cambios en el modelo de producción y las urbanizaciones en tierras productivas.

Un alto porcentaje de chacareros sigue usando las alamedas pero otros las eliminaron porque sostienen que perjudica a las primeras filas de frutales que están cerca y le quita fuerza a las plantas.

Cómo afecta la lluvia


García comentó que la lluvia también tiene un efecto en las variedades de pera como la Williams ya que se origina la plaga de la sarna, que es un ácaro. El referente comentó que el productor tiene un máximo de 72 horas para la aplicación de algún fungicida y tratar esa plaga.

También desde el INTA anteriormente habían advertido que toda esta variabilidad de las temperaturas juega un rol muy importante en el desarrollo de plagas y enfermedades.

Una temporada con bastantes cambios climáticos


La investigadora en agrometeorología del INTA Andrea Rodríguez, detalló que se dedican a estudiar la fruta de pepita y que no se han registrado graves daños por el viento.

“En términos generales el tamaño de la fruta la salva de daños mayores con respecto a la calidad porque todavía está bastante chica, no sufre los roces y los golpes como en un estado más avanzado de desarrollo”, dijo.

Según la especialista los efectos más importantes tienen que ver con la rotura de ramas.

“Puede haber una disminución en las tasas de crecimiento de los frutos, pero mínima. A esta altura del desarrollo todavía no es grave”, expresó.

Aunque aclaró que si en diciembre se mantienen estas ráfagas se vería complicada la producción. “El tamaño de la fruta la llevaría a que se golpeara entre sí con otras ramas y habría mucho efecto de rameado”, explicó.

Los cambios climáticos afectaron mucho la temporada pasada. Foto archivo

La acción constante del viento también puede llevar a la caída prematura de frutas en el momento crucial de la madurez. Esto no solo resulta en pérdidas económicas para los productores, sino que también afecta la calidad de las frutas restantes en el árbol. Las abrasiones y marcas en la piel de duraznos y ciruelas comprometen su valor comercial y su atractivo en el mercado.

En cuanto a las variedades de pepita, lo que sí ha caído algo, ha sido fruta chica o débil, pero en términos generales, si bien los vientos fueron fuertes y el estado de desarrollo de los árboles impidió problemas de calidad.

Para Rodríguez la temporada va a continuar con estos ingresos de frentes fríos. “Si bien no van a ser tan fríos, cada vez que entra un frente de estos trae viento, así que se espera una temporada complicada en ese sentido, sobre todo por las aplicaciones sanitarias”, mencionó.

La investigadora sostuvo que en esta época se realizan los controles de plagas y las ráfagas dificultan la operatividad.

“Es una temporada con bastante variabilidad, inestabilidad, presencia de periodos húmedos, así que sí se esperan otros eventos de viento en lo que queda de la temporada, esto recién empieza”, anticipó.


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