Nada es gratis: la disyuntiva entre atraso cambiario y salto devaluatorio

Mantener atrasado el tipo de cambio oficial es una de las herramientas del Gobierno para contener la situación social, pero hay un costo de oportunidad.

Es común escuchar o leer que Argentina tiene una “tradición inflacionaria”. La palabra “tradición” alude a un rasgo cultural que se transmite de generación en generación, y que como tal condiciona y determina nuestra manera de actuar. Sin dudas, es una caracterización apropiada para este fenómeno crónico de la economía nacional.

La actitud defensiva de los argentinos ante este flagelo ha sido el rápido desprendimiento de los pesos para hacerse de una moneda más estable o para adquirir anticipadamente bienes y servicios. La variable económica que mide tal actitud es la demanda de dinero, que se encuentra en niveles muy bajos, según la Fundación Libertad y Progreso. Esto, conjugado con una emisión monetaria en franca expansión, configura un determinante macroeconómico clave.

Uno de los síntomas de tal desequilibrio en el mercado de dinero es la devaluación, es decir una pérdida de valor del peso con relación a las demás monedas en general y al dólar estadounidense en particular. Es un fenómeno esperable cuando hay un exceso de oferta de dinero.

Cuando el mercado de cambios está distorsionado por la introducción de un cepo, una medida más genuina de la presión cambiaria es la brecha, que esta semana se amplió a más del 90% si se toman en consideración las cotizaciones del dólar oficial y la del informal (que acumuló una suba de $30 en 5 días).

Dato

97%
Brecha entre el dólar blue y el tipo de cambio oficial, al viernes 14/07.

Una coincidencia entre los candidatos con mayores chances de alcanzar la presidencia de la Nación es que el cepo debe ser eliminado. Algunos lo dicen sin tapujos, otros prefieren disimularlo con un elegante eufemismo: “unificación cambiaria”. Si la supresión del cepo no se hizo antes es porque subyace un tabú aún mayor: la devaluación. Y a ella sí, todos y todas aluden con mucha reserva. “Históricamente, las brechas cambiarias desaparecieron no porque el blue bajó para alcanzar el oficial sino porque el oficial subió para alcanzar el blue” señaló el economista Roberto Cachanosky en una entrevista brindada a Río Negro el pasado fin de semana.

Los efectos negativos de un salto devaluatorio son muy conocidos por los argentinos: provoca una aceleración inflacionaria, lo cual deteriora el poder de compra de los ingresos, lo cual a su vez incrementa los niveles de pobreza e indigencia. Y en un contexto como el actual, ese impacto social se vería magnificado peligrosamente.

La pregunta es: ¿por qué, pese a tal nocividad, la devaluación es planteada como una necesidad (por el Fondo Monetario Internacional (FMI), por ejemplo? ¿Por qué el “atraso cambiario” se sigue presentando como algo indeseable para la economía nacional? En este artículo, buscamos dar respuesta a esas preguntas.

Siempre la gente. La devaluación es muy costosa en términos sociales, pero sería evitable si existieran políticas de estado.

¿Realmente atrasados?


Cabe preguntarse qué es un tipo de cambio atrasado, y si efectivamente lo está en este momento. Es difícil resolver esa duda tan solo mirando la cotización del dólar en las pizarras de los bancos o casas de cambio. Es más: el dólar no es la única moneda relevante en esta cuestión, y la inflación juega un rol clave.

El denominado índice de tipo de cambio real multilateral (ITCRM) aporta la información requerida para dilucidar esta cuestión. Es multilateral, y no bilateral, porque no solo se considera a Estados Unidos en el análisis (país emisor del dólar), sino también a otros países relevantes para Argentina en términos comerciales, como por ejemplo Brasil y China. Es real, y no nominal, porque incorpora la inflación doméstica y la de los países relevantes, y no se circunscribe a las cotizaciones en pesos de las distintas monedas. Un tipo de cambio atrasado equivale a un ITCRM bajo. Si la inflación argentina es muy superior al promedio de los demás países (como sucede desde hace casi dos décadas) es probable que el ITCRM baje. Si aumenta la cotización (oficial) en pesos de las demás monedas a una tasa mayor que la inflación, es probable que el ITCRM suba.

Dato

94,1
Es índice de tipo de cambio real multilateral promedio de los 10 primeros días de julio.

De acuerdo con datos del Banco Central de la República Argentina (BCRA), desde hace más de un año, el ITCRM argentino se encuentra por debajo de 100. En promedio, se trata de un nivel similar al que tenía en los meses previos a la primera corrida cambiaria durante el gobierno de Mauricio Macri (abril de 2018).
A fuerza de un crawling peg más acelerado, en los últimos meses se ve una recuperación del ITCRM desde niveles muy bajos (menores a 90). Sin embargo, para un país que tiene reservas netas negativas en el Banco Central, escaso acceso a financiamiento externo y un sector agroexportador muy golpeado por una sequía histórica, los actuales niveles del ITCRM son insuficientes para mejorar el frente externo (como veremos en el siguiente apartado).

Si particularizamos por países, notamos que el índice de tipo de cambio real bilateral (ITCRB) con nuestros dos principales socios comerciales está en valores muy bajos: hablamos de Brasil y China. Con ambas naciones, el ITCRB promedio de los últimos doce meses (Julio 2022 – Junio 2023) se ubicó por debajo de 90.


La contra del atraso


Cuando se habla de la existencia o no de un atraso cambiario, subyace la idea de cuán competitivos somos para el resto del mundo. Si el tipo de cambio “se atrasa”, lo nacional se encarece para los extranjeros y lo foráneo se abarata para nosotros. La consecuencia natural es un deterioro de los saldos de las cuentas internacionales, en general, y del comercio exterior en particular. Es esperable, por tanto, que el ITCRM bajo que describimos en el apartado anterior tenga su correlato en los saldos comerciales de Argentina con el resto del mundo.

Según el Instituto Nacional de Estadísticas y Censos (INDEC), entre enero y mayo de este año nuestro país acumuló un déficit comercial de U$S 2.690 millones, el mayor para tal período desde 2018. No se pueden soslayar dos elementos diferenciadores entre ambos períodos. En primer lugar la sequía que afectó al sector agroexportador hace unos meses y que provocó una fuerte caída de exportaciones. En segundo lugar, el cepo importador, que no existía en 2018 y que hoy impide que las importaciones y el déficit comercial sean aún mayores.

Intercambio. La permanente salida neta de divisas es el lado “oscuro” de un dólar oficial “barato”.

Los datos de los primeros 5 meses de 2023 marcan asimismo un pronunciado deterioro de la balanza comercial, pues en igual período del año pasado había sido superavitaria por casi U$S 3.200 millones.

Si nos enfocamos en los dos principales socios comerciales de Argentina, el panorama es similar. Con Brasil se acumula entre enero y mayo un déficit comercial de U$S 2.763 millones, el peor registro para tal período desde 2018. En el caso de China, el saldo comercial negativo se redujo interanualmente en los primeros cinco meses del año, pero el déficit acumulado a lo largo de 2022 fue el mayor del que se tenga registro para el comercio bilateral.

Dato

U$S 2.690.000.000
Fue el déficit comercial argentino acumulado durante los primeros 5 meses del año.

La balanza comercial juega un rol importante para compensar déficits en otras partidas de la balanza de pagos, aunque muchas veces esa compensación es solo parcial. Para tener una perspectiva integral de cómo nos relacionamos con el exterior es conveniente traer a colación también los saldos en cuenta corriente, pues son los que determinan la necesidad de financiamiento de un país. La cuenta corriente condensa los ingresos y egresos de divisas no solo por intercambio de bienes, sino también por intercambio de servicios, rentas y transferencias.

El déficit en cuenta corriente del primer trimestre del 2023 ya es superior al acumulado en todo el año pasado, y es el mayor desde el tercer trimestre de 2018. La elevada ponderación de los saldos comerciales negativos y el atraso cambiario constituyen elementos en común entre ambos períodos.

No debemos confundirnos: la solución inevitable y final a los desequilibrios externos no tendría que ser siempre una devaluación.

No debemos confundirnos: la solución inevitable y final a los desequilibrios externos no tendría que ser siempre la devaluación. Por el contrario, las devaluaciones crónicas son el desenlace de largos períodos sin un modelo de país que pregone el equilibrio fiscal, que mejore la productividad de los sectores agregadores de valor, que modifique la estructura exportadora, y que reduzca la dependencia de las importaciones. En tanto persista la restricción externa como la conocemos, resultará difícil salir de estos ciclos de stop and go.

La historia muestra que la acumulación de déficits comerciales no es sostenible por mucho tiempo en nuestro país. Es fundamental que quienes asuman la conducción de la Argentina tomen conciencia de que se requieren políticas de estado para que la gente de a pie no vuelva a ser quien deba pagar los costos del cortoplacismo y del populismo.


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