Los agujeros negros de Cancillería

Pese a que se victimiza de modo constante, el gobierno nacional asegura que es su deseo firmar lo antes posible un acuerdo con el Fondo Monetario Internacional y que en la intimidad de la coalición oficialista está todo dado para que ello suceda. Sin embargo, nada parece aún seguro porque la visión del organismo es primero ajustar y después crecer. El Gobierno esgrime la secuencia inversa.


Para salvar esta divergencia bien profunda, se decidió insistir para consumo interno en que la única misión del FMI es exprimir a los países ordenándoles apretones inviables. Seguramente para no continuar discutiendo temas económicos imposibles de consensuar, el presidente Alberto Fernández buscó el apoyo político de EE.UU, aunque lo hizo de un modo tan improvisado y tomando caminos diplomáticos contradictorios en nombre de una “tercera posición” pasada de moda, que termina alejándose cada vez más de su posible benefactor.


Un juego doble o triple de ese estilo, con China y/o Rusia como contrapeso, ya sea para mojarle la oreja a la gestión Biden o para justificarse internamente, sólo le traería más zozobra al país que, en términos prácticos de conteo de reservas, necesita como el agua no cerrarse más y comerciar con todo el mundo para recoger la mayor cantidad de divisas posible. La tardanza para negociar con el organismo, las supuestas banderas de unidad interna que se esgrimen y el montaje diplomático minan aún más la credibilidad del Gobierno, pues todo ello forma parte del habitual esquema que el kirchnerismo pone en práctica a la hora de disimular sus errores, aunque el país quede en una zona de mayor riesgo.


La tardanza para negociar con el organismo, las supuestas banderas de unidad interna que se esgrimen y el montaje diplomático minan aún más la credibilidad del Gobierno, pues todo ello forma parte del habitual esquema que el kirchnerismo pone en práctica a la hora de disimular sus errores, aunque el país quede en una zona de mayor riesgo.



Dentro del oficialismo, los más radicalizados suponen que una ruptura con el FMI bien podría ser la gran excusa que se necesita para ratificar el alineamiento que pretende el kirchnerismo más duro en política exterior: un país aislado del mundo y condenado a “vivir con lo nuestro”.


El repliegue ya se viene dando hacia rincones que en América latina ocupan las barriadas de Cuba, Venezuela y Nicaragua. Justamente, todos ellos son países amigos de Irán y sus gobernantes acaban de recibir a funcionarios de ese origen con pedido de captura internacional por su participación en el atentado a la AMIA. Lo notable es que la situación se acaba de dar sin que la diplomacia argentina lo registre. Tarde y mal el país acompañó a los EE.UU. en la OEA para pedir que se reactiven las alertas rojas. Como frutilla del postre de tanta improvisación, el Gobierno confundió al buscado y le solicitó a Rusia el arresto de un supuesto homónimo.


A todos estos despropósitos, consentidos por impericia, estupidez o alguna maniobra interna para dejar in fraganti al Presidente, se le suma la titularidad del foro antiestadounidense de la CELAC, silla que la Argentina acaba de asumir prometiendo “contención” a los países no democráticos del continente. Más allá del cortocircuito que el país tiene con Brasil -su histórico y principal socio comercial- debido a Jair Bolsonaro, todos esos juegos han sido movidas demasiado arriesgadas, llevadas a cabo más por la ideología que por planes diplomáticamente elaborados. Tantos dislates han puesto a la Cancillería en un tobogán profesional casi irremontable.


Más allá del cortocircuito que el país tiene con Brasil -su histórico y principal socio comercial- debido a Jair Bolsonaro, todos esos juegos han sido movidas demasiado arriesgadas, llevadas a cabo más por la ideología que por planes diplomáticamente elaborados. Tantos dislates han puesto a la Cancillería en un tobogán profesional casi irremontable.



Por ejemplo, la diplomacia debería saber que China no moverá un dedo hasta arreglar con el FMI. Pero, además, el canciller Santiago Cafiero debió haber reparado en que el próximo viaje de Fernández a Beijing, con una visita previa a Vladimir Putin, no sólo complica al Presidente con Biden, sino también con la Unión Europea por Ucrania, y además con el presidente chino, Xi Jinping, pues sería la primera vez que un mandatario argentino viaja oficialmente a ese país y la escala en Moscú ensombrece la visita.


No debería descartarse que en este contexto se podría estar jugando la “malvinización” del tema FMI, epopeya que se intentaría como manotazo de ahogado para repudiar al organismo con la apelación a la soberanía como bandera.


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