Malabares diplomáticos


El gobierno realizó su enésimo giro diplomático al votar, junto con los Estados Unidos, un reclamo en la OEA por el encarcelamiento de los presos políticos en Nicaragua, días después de tener que recomponer de urgencia los lazos diplomáticos con la gestión de Joe Biden por gestos y discursos desafortunados, en medio de la delicada negociación con el Fondo Monetario Internacional.

La postura sorprendió no por la situación en Nicaragua, donde el presidente Daniel Ortega mantiene una política de brutal represión y violación a los derechos humanos, sino porque abandonó la postura abstencionista que seguía con México y Bolivia. Esta vez votó y compartió los argumentos los principales socios del Mercosur y Washington en contra del régimen sandinista.

En la delicada situación actual, el gobierno debiera abandonar las improvisaciones y priorizar una política exterior pragmática e inteligente.

El episodio reafirma la errática trayectoria de la diplomacia del gobierno de Alberto Fernández, que lo tornan un socio poco confiable tanto para aliados como críticos de su gestión.

La política exterior Argentina ha tenido una rica historia de búsqueda de autonomía relativa en sus relaciones internacionales. Dentro de la tradición peronista, el gobierno actual apuesta por impulsar el multilateralismo, diversificar sus vínculos externos, fortalecer la integración regional y tratar de balancear la relación con Estados Unidos.

Sin embargo, a menudo parece ignorar las condiciones internacionales en las cuales se desenvuelve esta estrategia, según coinciden analistas en política exterior: una pérdida de la importancia relativa del país y Latinoamérica en el escenario global, el hecho de ser “rule taker” (tomadores de reglas establecidas por otros) y un escenario cambiante definido por la nueva disputa de poder entre EE.UU. y China, que tiene características muy diferentes a la de la Guerra Fría con la URSS, sobre todo por la interdependencia entre ambas potencias y la intervención de actores regionales y extraestatales que complejizan el escenario. A estas condiciones estructurales desfavorables, Argentina suma una gran vulnerabilidad producto de varios años de crisis económica y una emergencia financiera que la obligan a negociar desde una postura desfavorable, ya sea con EE.UU. el FMI, China o Rusia. En este marco, la política exterior debería profesar la profesionalidad y el equilibrio, buscando maximizar los recursos de “poder blando” y cierto liderazgo regional de Argentina en derechos humanos y defensa democrática.

Muy poco de eso se advierte en el actual gobierno, evidenciado en la gira presidencial por Rusia, China y Barbados. Más que las críticas por el fortalecimiento de los lazos con Rusia o el ingreso a la Ruta de la Seda china (que ya había iniciado la gestión Macri) se cuestiona la oportunidad de gestos (como ofrecer a Moscú ser “la puerta de entrada” a Latinoamérica en medio de las tensiones con EE.UU. por Ucrania) y el tono del discurso presidencial (enalteciendo a Mao y al Partido Comunista Chino y menospreciando el aporte de Biden en las negociaciones con el Fondo). Como dice el experto en relaciones exteriores Esteban Actis, donde se requería un equilibrista profesional “algunas acciones parecieran propias de un malabrista de semáforo”. Más crudamente lo definió el exembajador de Néstor Kirchner en Brasil Juan Pablo Lohlé: “La política exterior de la bartola”.

La propensión de Fernández a improvisar discursos, la sobreideologización para contentar al sector ortodoxo del FdT, la descoordinación de acciones, la poca profesionalidad de algunos diplomáticos y la ambigüedad ante organismos internacionales erosionan la confianza en el país.

En la delicada situación actual, el gobierno debiera abandonar las improvisaciones y priorizar una política exterior pragmática e inteligente que registre los escenarios cambiantes en el tablero internacional, los urgentes problemas que el país debe resolver y restablezca la credibilidad para atraer inversiones, aumentar las exportaciones y fortalecer la integración de nuestra economía en el mundo.


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