Superar la apatía

Los argentinos concurrirán hoy a la urnas para seleccionar en las Primarias Internas Simultáneas y Obligatorias a los candidatos que competirán en las elecciones generales de octubre, en un clima de apatía que no logró ser revertido por una campaña de baja intensidad y pobre de propuestas, lo que hace temer un importante nivel de ausentismo y voto en blanco.

Esta sensación se ha visto reforzada por la tendencia de las 17 elecciones que ya se han realizado en distintas provincias, donde en muchos casos el nivel de participación no superó el 70% (Río Negro fue una de ellas) y en Córdoba Capital o las legislativas de Corrientes sufragó poco más de la mitad. Casi 5 millones decidieron no ejercer su derecho a elegir autoridades. En varios distritos se duplicó la cantidad de votos en blanco, otra señal de hastío ciudadano.

A esto se suma la creencia generalizada que las PASO, como las elecciones legislativas, “definen menos” que las presidenciales, por lo cual la participación suele bajar en promedio un 5%.

El temor a un faltazo masivo a las urnas quedó patente esta semana. Juan Grabois, Sergio Massa, Horacio Rodríguez Larreta y Javier Milei hicieron del llamado a votar un eje de sus cierres de campaña, diluidos por una serie de hechos de inseguridad en el conurbano bonaerense y la muerte de un manifestante en la represión de una protesta en CABA, que obligaron a los candidatos a bajar el perfil, dado que la indignación no distinguió partidos.

La persistente mala situación económica, que con distintos niveles de intensidad lleva ya una década, sumada a los efectos psico-sociales de la pandemia, ha creado un clima general de insatisfacción y de desconfianza en las instituciones. Las emociones que relevan las encuestas son mayoritariamente negativas: enojo, incertidumbre, temor, desconfianza, frustración.

El sociólogo y politólogo Pablo Villareal, del Laboratorio de Estudios sobre Democracia y Autoritarismo de la Universidad de San Martín (UNSAM) describe que buena parte de la población siente un doble hartazgo: uno hacia una grieta entre dos grupos muy polarizados que no ha logrado solucionar los principales problemas del país y otro hacia la clase política en general. Eso, asegura “se vive como una sensación antipolítica” y de desconfianza hacia lo público: ningún poder del Estado sobrepasa el 25% de imagen positiva, según los estudios.

En este clima social de hastío, se desarrolló una campaña electoral mediocre, con spots y discursos trillados que repitieron más consignas y eslóganes que propuestas concretas para los problemas cotidianos de la ciudadanía, que se mantienen constantes desde hace años: inflación, inseguridad, baja de ingresos, incertidumbre laboral, carencia de servicios básicos. El antagonismo y el nivel de ataques personales al interior de cada coalición donde hay competencia por un cargo hace dudar a muchos sobre si después esos candidatos podrán convivir en el gobierno.

El estudio más reciente del Latinobarómetro pone a la Argentina como el segundo país del continente con mayor apoyo al sistema democrático: un 62%, solo detrás de Uruguay y con un aumento de 7 puntos respecto de 2020. Un relevamiento del Observatorio Pulsar de la UBA confirma que un 70% de sus encuestados tiene firmes convicciones y compromiso democrático. Es decir, que a 40 años de la recuperación democrática, más que un descreimiento general en el sistema en sí existe un profundo malestar con la política, a la que se ve como incapaz de generar cambios positivos en la realidad concreta de la población.

Aunque como señalan los informes, Argentina pareciera estar mejor equipada que otros países para resistir a la tentación autoritaria, debiera preocupar este malestar y ser una prioridad de los dirigentes superar la desconexión entre las necesidades de la sociedad y las prioridades de la política. Como ciudadanos, debemos ser conscientes de que, si bien las deudas de nuestra democracia son importantes y enojan, concurrir a las urnas resulta hoy quizás más importante que nunca. La apatía y el ausentismo solo deslegitiman al sistema, favoreciendo a los extremos antidemocráticos de la política.


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