Torpeza cómplice

La polémica desatada por una campaña de “reducción de daños” de un municipio bonaerense que pretendía concientizar a los jóvenes acerca del “consumo cuidado” de drogas revela la improvisación, torpeza y falta de profesionalismo de muchos organismos del Estado a la hora de abordar el tratamiento de adicciones, un grave problema de salud pública que se ha agravado con la pandemia.

La controversia se desató porque, en un festival de tipo familiar, la Dirección de Juventudes del Municipio de Morón distribuyó un folleto para jóvenes con consejos por “si vas a consumir”. “Cocaína y pastillas: andá de a poco y despacio. Tomá poquito para ver cómo reacciona tu cuerpo. Si te detienen tenés derecho a un abogado”, decía. En cuanto a la marihuana: “Porro: mejor flores. Conseguilo de fuentes confiables”.

Ante quienes denunciaron una apología del consumo, el Municipio se defendió señalando que se trata de una “política de reducción de daños”, común en Europa y Estados Unidos, que busca mitigar los perjuicios más graves en la salud personal y en lo social de un consumo que, de hecho, existe en la sociedad y que el “prohibicionismo” estricto genera males mayores a los que pretende solucionar.

El tema no es menor. Los consumos problemáticos venían en alza y se dispararon en Argentina en la pandemia, no sólo en los jóvenes. Se triplicó la venta de alcohol y el Sedronar registró un aumento del 42% en las consultas sobre adicciones severas. En algunas franjas, la marihuana supera al consumo de tabaco. La prevalencia de la cocaína se duplicó en diez años y Argentina tiene la mayor tasa de crecimiento de consumo de Latinoamérica. Las edades de inicio de uso de alcohol y drogas han bajado a los 12 ó 14 años.

Para los expertos, el problema de esta campaña no fue la “mala comunicación” ni la política de “reducción de daños”, sino que ésta se haga de forma improvisada y descoordinada de otras instancias de prevención. Señalan que la reducción de daños en Europa está dirigida a una población “objetivo” ya estudiada y claramente definida (como dar jeringas esterilizadas y metadona a heroinómanos en salas supervisadas, para prevenir el HIV y evitar adulteraciones). Hay estudios e información empírica detallada sobre el mercado y los consumidores de drogas, con políticas articuladas de salud, educación, justicia y seguridad entre las agencias estatales.

En el caso argentino, nada de esto existe. Las campañas de prevención adecuadas brillan por su ausencia hace décadas. Un estudio del Observatorio de Psicología Aplicada de la UBA en las principales ciudades del país revela que 8 de cada 10 madres y padres señalan que sus hijos no recibieron información sobre adicciones en la escuela. La misma proporción sostuvo que podría conseguir marihuana o cocaína “fácilmente” si quisiera. Y un 83% de los participantes advirtió que no se incluye a la salud mental dentro del debate social sobre las drogas.

Como señaló un especialista, se empieza por los pies en lugar de la cabeza: un plan de prevención de consumo de sustancias problemáticas tiene varias etapas previas a la reducción de daños. No hay diagnósticos claros de la situación, tampoco profesionales ni recursos terapéuticos suficientes para abordar el problema desde lo social y de la salud: en todas las jurisdicciones se denuncia la falta de lugares de internación y de sitios de tratamientos ambulatorios.

Es verdad que el enfoque de “guerra a las drogas” y criminalizar el consumo han fracasado, pero ello no implica subestimar el poder del narcomenudeo ni dejar de trabajar responsablemente sobre la demanda de estupefacientes.

El caso de Morón refleja a una dirigencia que aborda el tema de las adicciones en forma reactiva, liviana y publicitaria, sin políticas serias de prevención primaria ni promoción de hábitos saludables. Las actitudes demagógicas que banalizan el consumo de alcohol y estupefacientes terminan diluyendo la percepción de los riesgos en la población, con nefastas consecuencias para la salud pública y la seguridad, como vemos a diario en las principales ciudades del país.


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