Un tiro en el pie

El caso del llamado “criptogate” o “escándalo cripto” que conmovió al Gobierno nacional no ha sido sólo el hecho aislado de un presidente que salió primero a “difundir” una suerte de reclame publicitario y luego confesó no haberse “interiorizado” demasiado sobre el mal que podía ejercer una palabra suya alrededor de ese controvertido y tan opaco mercado.

Este tema es uno de los que Javier Milei toca significativamente más de oído, mucho más que en aquellos otros de teoría económica donde él se desempeña con bastante más propiedad que en cuestiones financieras.

No se trata de apuntar a las implicancias legales ni a las responsabilidades políticas del presidente, que deberán medir la Justicia y el Congreso, sino de ver por qué el costado humano representado en su imagen y en la confianza que despierta puede haber sido dañada por esta inoportuna doble falta que hay que adjudicarle totalmente a sí mismo.

Lo de Milei ha sido un caso donde su propia personalidad y el modo en el que conduce le han jugado decididamente en contra, ya que se hicieron demasiado evidentes sus errores, uno de ellos que no tiene filtros adecuados para frenar su verborragia.

Todo comenzó con un vanidoso posteo que se le volvió en contra apenas el valor de la cripto mencionada por él comenzó a caer. Eso, lo dejó a la intemperie como nunca antes y le fue mucho peor cuando se quiso abrir del tema y confesó su ignorancia.

Ese doble derrape generó mucho revuelo, aunque no fue sólo ese nefasto juego el que lo desbordó a Milei, sino que los pecados que se le venían acumulando desde hace bastante, producto de su proverbial falta de tolerancia y de la verborragia acusatoria típica de los populismos que él suele ejercer, le pasaron factura.

También sacudieron su imagen, como nunca antes, cierta soberbia que se le fue acumulando al presidente sin que nadie se lo advirtiera, pero sobre todo la subestimación que surge del ninguneo que suele ejercer la política sobre quienes presume ignorantes, la misma técnica que usó el kircherismo hasta que la ciudadanía se lo facturó en 2023.

Más allá del costado económico, hay otras cosas desde la política que le aparecieron al presidente como facturas que le han querido cobrar de modo primordial los opositores, agrandados porque, por primera vez, pueden hacerle un daño fuerte a la Administración libertaria.

Pero también se solazaron muchos quienes, desde el mismo oficialismo, veían en Milei un cuco capaz de descabezar a quienes se le opusieran puertas adentro y hasta tenían miedo de obrar.

Esta táctica fue la que finalmente se le volvió en contra puertas para adentro al presidente, ya que él se esmeró tanto en ladrarle a todo aquel que lo contradecía o en cortarle las alas y dejarlo fuera del Gobierno, que uno por uno fue perdiendo todos los fusibles, ya que los que quedaron a su alrededor poco y nada se animaban a decirle la verdad por temor a la cimitarra.

La fórmula del embudo (en este caso la del “triángulo de hierro”), más propia de proyectos unipersonales que nunca se saben dónde terminan que de gobiernos democráticos, no es el mejor combustible para la necesidad de avanzar que tiene una sociedad que aguanta y aguanta en materia económica, lo que ha sido hasta ahora un gran mérito del gobierno nacional, tanto como no se recuerda antes.

Por eso, las facturas que han llegado a la Casa Rosada fueron con endoso al trío regente y así cada uno de ellos quedó involucrado en lo negativo de la cuestión.

A Milei desde ya, inclusive por sus antecedentes de promotor de este tipo de emprendimientos, a su hermana Karina como eventual intermediaria para el acercamiento de los empresarios cripto a la Casa Rosada y finalmente, a Santiago Caputo como el gestor del corte de video -al menos del que se tiene conocimiento- en una entrevista periodística que le hizo más mal que bien a la imagen presidencial y a toda la situación.

Así, tras 14 meses de gestión y por primera vez, se lo notó al presidente flojo de papeles, cargado de vanidades y de mucha superficialidad. Todo el episodio marca por ahora con bastante claridad que, sin bajar aún ninguna intención de voto, para muchos ciudadanos Milei dejó de ser infalible.


El caso del llamado “criptogate” o “escándalo cripto” que conmovió al Gobierno nacional no ha sido sólo el hecho aislado de un presidente que salió primero a “difundir” una suerte de reclame publicitario y luego confesó no haberse “interiorizado” demasiado sobre el mal que podía ejercer una palabra suya alrededor de ese controvertido y tan opaco mercado.

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