Efervescencia social

abía una época en que bastaba escuchar para confiar. Ahora se escucha, puesto que los políticos siguen detrás de la quimera de convencer con la palabra, pero el acto siguiente de sus oyentes es observar y recelar.

«Póngase las pilas, señor Presidente, y gobierne», exhortó el desvergonzado dirigente sindical Luis Barrionuevo, horas antes de que los «gordos» de la CGT, ingresaran a la Casa Rosada para mantener un «diálogo patriótico» con Fernando De la Rúa, quien en un continuo ir y venir, ensaya antiguas fórmulas, temeroso de que la ayuda financiera externa de 40 mil millones de dólares se disipe como humo de cigarrillo.

«El blindaje huyó y le queremos echar la culpa a Turquía. Hay 106 mil millones de dólares argentinos fuera del país. ¿Eso se hizo trabajando? Tributan 25 mil millones, el resto están en los paraísos fiscales», expuso brutalmente Barrionuevo al cabo de una semana donde los gestos mímicos de las autoridades y las fuerzas partidarias por exhibir poder, demostraron exactamente lo contrario: debilidad.

Fortalecido por los miles de millones de respaldo que tiene el aval del FMI, el ministro José Luis Machinea, había reclamado a la banca local que, con rapidez, bajase las tasas de interés. Pasaron casi dos meses y a pesar de la buena predisposición generada por los principales diarios nacionales, la gente no se decide a pedir créditos, que siguen disponibles a tasas usurarias en un contexto de deflación.

Más allá de discutir si el presidente del Banco Central, Pedro Pou, incurrió en algún delito por acción u omisión, a raíz del lavado de dinero denunciado ante el Senado de Estados Unidos por los diputados Elisa Carrió y Gustavo Gutiérrez, en la Argentina se desató una discusión ideológica y no técnica, que lo único que hace es confundir y dividir aún más a los sectores en pugna. Habrá que esperar las conclusiones que se difundirán en Washington entre el miércoles y el viernes próximo, lo que pondrá en evidencia la poca seriedad para investigar ilícitos que existe en el territorio nacional.

Los banqueros en «pool», después de presionar a De la Rúa, se abroquelaron en torno a Pou, y descalificaron la tibia intervención legislativa encabezada por el senador misionero Mario Losada, al señalar que el puntapié inicial para la remoción de dicho directivo sólo puede partir del Poder Ejecutivo.

Derivación: Pou asegura que no renunciará y que está sometido a una suerte de «tribunales populares», idea que comparte el ministro de Defensa Ricardo López Murphy. Esperará como todos el informe del Congreso norteamericano, en clara demostración que la globalización (o dependencia) no es sólo económica.

En Buenos Aires, todos parecen dibujados y empeñados en defender cotos de privilegios. No entran en ellos los miles de desocupados, una parte de los cuales, procedentes del populoso partido bonaerense de La Matanza, exasperaron el ánimo de los porteños cuando marcharon el miércoles pasado hacia el Ministerio de Trabajo. Por primera vez, los «piqueteros» llegaron a Buenos Aires y De la Rúa se preocupó en garantizar la paz social.

Mientras senadores y fiscales se disputan asientos en los aviones con destino a la capital de Estados Unidos, Pou afirmó que no es en el sistema financiero que supervisa donde se produce el lavado del dinero ni el Banco Central el que pueda contribuir a su esclarecimiento. Le pasó la pelota a la UIF que, con lentitud, constituyó el gobierno, y a la DGI. «El problema aquí no es el lavado de dinero sino la evasión impositiva», derivó Pou.

Recogió la bola Héctor Rodríguez, un hombre puesto en la AFIP por De la Rúa, lo que estaría presagiando – nunca se sabe -, que el Presidente dejaría evolucionar el conflicto, y entre abril y mayo le marcaría la puerta de salida a Pou, quien goza de estabilidad institucional hasta el 2004. Rodríguez se enojó. Interpretó que Pou, quiere distraer, dado que por ejemplo las coimas pagadas en la época menenista se canalizaban a través de bancos radicados aquí y que tenían filiales en el exterior, generalmente ubicadas en paraísos fiscales, como hizo notar con cruda sinceridad el gremialista Barrionuevo, antes de sentarse a negociar con la ministra de Trabajo Patricia Bullrich. La CGT oficial se dispone a levantar el paro programado para el uno y dos de marzo, a cambio de beneficios en el área de las obras sociales. Al margen se mantuvieron los sectores rebeldes de Hugo Moyano y Víctor De Gennaro, que son los que tienen más capacidad de movilización y contienen a los movimientos anárquicos que cortan rutas.

El descalabro en Turquía, que recibió un blindaje menor en diciembre, repercutió como un latigazo: la bolsa cayó y el riesgo país trepó arriba de los 740 puntos. La paridad cambiaria, que garantiza la estabilidad de precios internos, es una cruz para las exportaciones. Mientras en Economía se disponen a licitar obras públicas por mil millones que empiecen a mostrar signos reactivadores, la Organización Internacional de Epizootias con sede en París rebajó la categoría sanitaria de las carnes argentinas: deberá volver a vacunarse para prevenir la aftosa, enfermedad que pone en riesgo exportaciones a Estados Unidos, Brasil, Canadá, México, Japón y Corea.

Pero la cruz más pesada la cargan los políticos faltos de reflejos. El cuerpo de senadores sospechado de haber sido sobornado, reeligió autoridades. Radicales y peronistas mantuvieron el status quo y, castigando al denunciante Antonio Cafiero, ascendieron a la vicepresidencia a Eduardo Menem. Marginado por sus pares, advirtió «Tony» que le hacía un flaco favor a la República no renovar métodos o impulsar un soplo de transparencia. «Ustedes creen que me matan, creo que ustedes se suicidan», amonestó el principal exponente del peronismo histórico.


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