El aeropuerto de Bariloche lleva más de 200 días paralizado pero no batió el récord

El aeropuerto barilochense ya estuvo clausurado en 2011 por un período todavía mayor, debido a la erupción del volcán Puyehue-Cordón del Caulle.

Luego de varias fechas tentativas, el gobierno nacional todavía no confirmó cuándo quedará rehabilitado el tránsito aéreo comercial que quedó suspendido desde el primer día de cuarentena, aunque hubo algunas señales desde el ministerio de Transporte y los optimistas creen que los vuelos de cabotaje podrían volver la próxima semana.

 Las últimas información que anticipaban el levantamiento de la veda para el lunes quedaron en entredicho con la hueva cuarentena reforzada que dispuso el gobierno nacional para las provincias con mayor circulación del virus.

 El cierre absoluto de las operaciones significó un impacto fuerte para la estación aérea local y está a punto de cumplir siete meses, pero no es el más largo de su historia. El aeropuerto barilochense ya estuvo clausurado en 2011 por un período todavía mayor, debido a la erupción del volcán Puyehue-Cordón del Caulle.

 Si los vuelos suspendidos por la pandemia de Covid-19 se reanudan la próxima semana, el cierre de la terminal habrá quedado muy cerca del récord. Hasta hoy, la parálisis en el tráfico aéreo comercial lleva 205 días y hace nueve años, superada la crisis de las cenizas, el aeropuerto de Bariloche reabrió después de 223 días.

 En condiciones normales el tráfico aéreo marca el pulso de la ciudad, no solo por el arribo constante de turistas (de a cientos de miles cada temporada), sino también porque es un fuerte dinamizador económico y punto de referencia para taxistas, remiseros, alquiladoras de autos y otros servicios.

 En 2011 el volcán entró en erupción el 4 de junio y las operaciones en el aeropuerto local quedaron cerradas de inmediato. Hubo un par de intentos de abrir los vuelos pero resultó imposible por la cantidad de material volcánico en suspensión, que pueden afectar las turbinas de las aeronaves. Con el correr de los meses la pluma de cenizas se disipó y la estación aérea fue reabierta recién el 13 de enero de 2012.

 Aquella vez la situación fue menos traumática para la ciudad porque el transporte terrestre nunca se interrumpió y el turismo tampoco. Incluso las compañías aéreas ofrecían alternativas y llegaban viajeros a Neuquén o Esquel, que eran trasladados a Bariloche en colectivos que disponían las propias agencias.

 El secretario de Turisimo del municipio, Gastón Burlón, presidía en aquel momento la asociación de agencias de viajes de Bariloche y recordó que “incluso un vuelo chárter con brasileños” llegó a través de Neuquén y fueron recibidos en Bariloche.

 Pero el número de usuarios del aeropuerto local se derrumbó, el enorme edificio permaneció desierto durante largo tiempo y al igual que en la actualidad. durante la suspensión sólo operaron algunos vuelos privados.

 Este año, con las crisis del coronavirus, la veda solo fue interrumpida en los primeros días de la cuarentena para algunos vuelos especiales con personas “varadas” y desde entonces sólo ingresaron viajeros “con permiso” y en aeronaves particulares.

Seguridad en riesgo

 En 2011 no había de por medio recaudos sanitarios sino que la preocupación tenía que ver con la seguridad de los aviones. Para acelerar la vuelta de los vuelos el aeropuerto local debió incorporar nueva tecnología de medición de partículas y realizar monitoreos permanentes de calidad de la atmósfera. La empresa Aeropuertos 2000 aprovechó para repavimentar a nuevo la pista.

 Una de las empresas aéreas dijo en enero de 2012, cuando todo se normalizó, que la decisión de volar otra vez a Bariloche se fundaba “en un exhaustivo análisis de la información oficial, complementada por mediciones privadas, que indica que los niveles actuales de concentración y densidad de la ceniza volcánica en la ciudad resultan compatibles con las políticas de seguridad exigidas por la compañía y están en sintonía con los estándares exigidos a nivel internacional por el fabricante de las aeronaves”.

 Bariloche también sufrió cierres de su aeropuerto por cenizas volcánicas durante pocos días cuando entró en erupción el Chaitén, en junio de 2008 y después con el Calbuco, en abril de 2015.

 Hoy la preocupación no pasa por un eventual daño en los aviones sino por el riesgo de diseminar el virus y favorecer contagios entre pasajeros y el propio personal.

 Burlón reconoció que en 2011, con la crisis del Puyehue, la situación también conmocionó a la ciudad pero “fue muy distinto, porque nunca dejó de llegar gente. Hubo muchísimas cancelaciones, pero no a cero”.

 Sobre el posible reactivación de los vuelos en los próximos días se mostró cauto. Dijo que podría postergarse con las nuevas medidas restrictivas y recordó que en cualquier caso en principio no estarán abiertos al turismo sino a trabajadores esenciales.

El impacto

 La caída en el número de pasajeros que utilizan el aeropuerto de Bariloche fue del 69% si se mide el período enero/septiembre de este año contra el mismo de 2019. Pero fue total a partir de marzo. El año pasado Bariloche tuvo un total de 1.811.000 pasajeros, entre arribos y partidas, y se ubicó cuarto a nivel nacional, aunque lidera la tabla de aumento de tráfico en los últimos cuatro años, con una suba del 114%.

 En 2011 la caída interanual (con relación a 2010) fue del 63,7%. El aquella época Bariloche tenía un movimiento de 831.000 pasajeros anuales y en 2011 cayó a 301.000, porque el segundo semestre no operó.

 En  contraposición, el aeropuerto de Esquel creció aquel año más de cinco veces y pasó de tener 21 mil usuarios en 2010 a 111 mil en el año del volcán, cuando funcionó como alternativa de Bariloche.


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