El asado y la dictadura sanitaria


Quedó en evidencia que la heterogeneidad social de la provincia no abarcó como se esperaba el mensaje de aislamiento social y obligatorio. Loncopué fue la muestra.


Tal vez sea la postergación histórica lo que animó al grupo de personas que el 23 de marzo se congregaron a compartir un asado en la zona de chacras de Loncopué. Para ellos el Estado está lejos, no los contiene y tampoco los vigila, y la difusión de los mensajes de alarma fue timorata porque es probable que quienes dirigen las acciones públicas lo hayan considerado útil en el equilibrio de atemorizar y tranquilizar.

Un muchacho fue a limpiar el calefactor a la casa de un hombre hemipléjico, quien no podía salir de su casa. Su padre festejó su cumpleaños en una chacra y “acá se toma la cerveza del pico de la botella, se comparte” como dijo el intendente Walter Fonseca. El hombre en silla de ruedas y el padre del muchacho son las víctimas fatales del coronavirus. Uno de los participantes del mitín gastronómico se fue a un arreo junto a su familia. Hay 60 personas aisladas y 22 casos positivos en un pueblo de 6.000 habitantes. En Las Lajas también se apuntó a un asado, que es una cuestión cultural, para agasajar a un visitante que era un comerciante de Neuquén que volvía de Chile. Entre ambas localidades hay 38 de los 81 contagiados.

Esta aproximación a lo que ocurrió tendrá que pasar por el cedazo de la Justicia, que inició una investigación penal que se hará en el caso de Loncopué.


Hay estudios que normatizan la actuación en sociedades abiertas y otras con contractos estrechos pero cerradas frente al enemigo invisible.


¿Por qué la recomendación oficial no hace mella en algunos sectores sociales? Existen quienes hacen mención al dicho de que “somos hijos del rigor”, por lo que las recomendaciones sin el componente represivo no son efectivas. En el extremo opuesto están los defensores de la convivencia social armónica que no sea alarmada sin elementos empíricos que lo fundamenten. De última, aducen, solo se podía diseminar con algún viajero a Europa. Lejos, muy lejos.

Fue evidente que la sugerencia oficial neuquina no tuvo en cuenta la heterogeneidad cultural de la provincia. No incluyó a quienes ven el Estado de lejos o a quienes no observan el bien social como asible ante la libertad individual.

Las cinco provincias chilenas que tienen frontera con Neuquén tienen más de 2.200 casos confirmados de coronavirus, casi el 30% más de los que tiene toda la Argentina.

La heterogeneidad geográfica y cultural que tiene la provincia configura un escenario en el que hay diferencias entre el norte y el sur. Este tiene pasos más bajos y controlados y las medidas de suspensión del mundial de motocross y la veda turística tuvieron mecanismos de amortiguación y hasta de consenso social. En el norte hay pasos con escaso control (hubo tres chilenos que ingresaron en forma ilegal por Cajón de Valdez y solo se pudo detener a uno) y hay, por lo menos, 1.200 crianceros que llevan sus animales a la cumbre de la cordillera donde es común mantener contacto con sus pares trasandinos.

La censura a la violación de la cuarentena quedó en manos de intendentes desfinanciados y con escaso poder de policía para aplicar medidas disciplinarias.

Por el aeropuerto de Neuquén pasan 1.200.000 pasajeros por año y solo por la terminal de ómnibus lo hacen 530.000.

La conexión con el mundo es real y medible, por lo que la sugerencia de aislamiento, de priorizar el cuidado social frente al impacto de la economía, adoleció de baches que ahora se configuran en una antipática dictadura sanitaria. Se aisló a un pueblo, se generó una disputa con el vecino al que se mira como el origen de la incomodidad.

Antonio Maturo, profesor de Sociología de la Salud en la Universidad de Bolonia, Italia, diferenció el impacto del coronavirus en sociedades cerradas y abiertas, con vínculos comunitarios más estrechos en un estudio que hizo en Europa. Lejos, pero el concepto se podría trasladar a la provincia que contiene ambas sociedades que esperan respuestas diferenciadas al momento de aplicar control social frente al “enemigo invisible”, como se define en el discurso oficial al virus que afecta a todo el mundo. Pero en forma desigual.


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