El cannabis medicinal nos interpela

Silvia Kochen*


Hoy existe consenso en el reclamo urgente de modificar la reglamentación ya. En especial referida a la legitimación del autocultivo, con niveles de control de acuerdo a la escala de producción.


Cuando los pacientes me preguntan, también muchos colegas, amigos, sobre cuál es mi opinión acerca de este “nuevo tratamiento”, no puedo disimular una sonrisa. Existen descripciones del uso del cannabis en la medicina desde 2.700 a. C. Algunas investigaciones refieren que la entrada del cannabis a la categoría de droga prohibida en 1931 en Estados Unidos obedeció a la competencia que provocaba la industria del cáñamo con la incipiente industria del plástico.

Sin duda el cannabis medicinal nos interpela.

Interpela a la industria farmacéutica. Cuando hizo intentos de seguir el camino habitual para cualquier producto medicinal, el desarrollo de métodos más económicos y eficientes para sintetizar sustancias naturales ya conocidas tuvo malos resultados. Debe plantar el cannabis. Y la interpela más aun, cuando pierde la hegemonía en la producción.

Cultivo ancestral

Hace miles de años que se planta cannabis, y hoy resulta fácil aprender a hacerlo a través de internet. Situación imposible de imitar si alguien decide por ejemplo plantar o cultivar penicilina, para tomar un solo ejemplo entre miles y miles.

Interpela al poder médico, porque no hay reportes de que “el remedio es peor que la enfermedad”. No hay dosis letal, es decir no hay ningún reporte que refiera que su uso puede provocar la muerte.

Una de las pruebas de fuego que debe pasar cualquier molécula que se usa con fines terapéuticos es determinar qué dosis puede provocar la muerte. Dosis letal tienen la mayoría de las drogas, incluso las de venta libre para, por ejemplo, calmar el dolor. Los efectos adversos no revisten gravedad, y son reversibles; en el caso del componente “CBD”, el más utilizado en medicina, son escasos. El componente “THC” es el que produce efectos psicoactivos.

Interpela cuando no existe ninguna evidencia científica que el cannabis provoque adicción. Un argumento por demás utilizado por los que se oponen a su uso.

Interpela desde los años 90, cuando se descubrió en nosotros, y también en animales, un sistema de neurotransmisores distribuidos en especial en el sistema nervioso y en el sistema inmune, con receptores naturales a los endocannabinoides. Este hallazgo permite asumir que los fitocannabinoides encontrados en la planta funcionan a través de este sistema.

Interpela cuando día a día a partir de las investigaciones básicas con modelos experimentales y las investigaciones clínicas, en el ser humano, aparecen más y más evidencias de la potencialidad del efecto terapéutico en diferentes patologías.

La ley y su reglamentación

A partir de la sanción de la ley 27350, de “Uso medicinal de la planta de cannabis y derivados”, marzo de 2017 y su reglamentación, septiembre del mismo año, no se ha logrado ningún avance. La ley salió sin respetar aspectos esenciales que las ONG propusieron, reales autoras de que exista la ley.

Sin embargo, no hubo acuerdo que se apruebe, porque suponíamos que la reglamentación podía resolver esos déficits, sin embargo, fue aun peor.

Hoy existe consenso en el reclamo urgente de modificar la reglamentación ya. Desde la Red de Cannabis de Conicet hemos logrado un amplio consenso con propuestas muy concretas para cambiar la reglamentación.

En especial referidas a la legitimación del autocultivo, establecer niveles de control de acuerdo a la escala de producción.

Modificar normativas vigentes, como hicieron EE. UU. y otros países, ya que el cannabis está en la categoría de “suplemento dietario” mientras que hoy en nuestro país está en la lista de prohibidos. O crear la categoría de producto medicinal, como en Inglaterra y otros países.

Y utilizar las normativas actuales cuando la producción esté a cargo de la industria farmacéutica y se proponga registrarlo como un medicamento. De acuerdo a la ley, es el Ministerio de Salud de la Nación el que debe implementar los cambios al decreto reglamentario.

Argentina cuenta con los recursos humanos y tecnológicos para asegurar el acceso a los pacientes. Podemos garantizar las mejores condiciones de cultivo, producción e investigación. Nuevos vientos soplan, auguran un cambio positivo.

*Directora de la Unidad Ejecutora de Estudios en Neurociencias y Sistemas Complejos (ENyS), investigadora en Conicet y coordinadora de la Red de Cannabis Conicet


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