El detenido se enteró ayer de las muertes

Roberto García asesinó a su ex esposa y a un productor, tras un ataque de furia que sufrió el martes en Huergo. Sin embargo pensó que ambas víctimas estaban heridas. Ayer concurrió a los Tribunales de Roca y se enteró que los baleados murieron casi instantáneamente. Se negó a declarar y lo trasladaron a la alcaidía.

INGENIERO HUERGO (AR).- Roberto García, el detenido por el doble homicidio ocurrido el martes en Huergo, se enteró recién hoy en los Tribunales de Roca que había asesinado a las dos personas que él suponía heridas. Las víctimas fueron su ex mujer y un productor de la zona, que se cruzó sin saberlo en el camino del agresor.

García ingresó ayer poco después de las 8 al juzgado de Pablo Iribarren, pero se amparó en el derecho de no declarar. Desde allí, y luego de mantener una charla con el defensor oficial Oscar Gatti, fue trasladado a la alcaidía de Roca donde desde ayer está alojado.

Sin embargo ayer se conocieron algunos detalles ocurridos minutos antes de la tragedia.

García concurrió al juzgado de Paz de Huergo, donde había sido citado con su ex esposa Miriam Ruiz. Si bien habían tenido varias visitas a este lugar por los reiterados problemas en la pareja, el caso puntual del martes fue un reclamo de la cuota alimentaria que García supuestamente debía.

Sin embargo, la discusión comenzó a subir de decibeles. García aseguraba que las cuotas reclamadas las había abonado, pero que Ruiz no había firmado el comprobante cuando las recibió.

La mujer, de la que estaba separado hace tres años y con quien tienen tres hijos de 21, 19 y 11 años, retrucaba que nunca había recibido ese dinero.

En un momento, García le dijo al encargado del juzgado de Paz que si no ponía un poco de orden, se retiraba. Y ante los gritos de la mujer, decidió alejarse del lugar.

García se habría dirigido a su casa y allí tomó el revólver calibre 38. Luego salió en el auto de su hermano hasta que ubicó a su ex mujer en un local comercial. «Que mierda querés ahora», le dijo Ruiz. Testigos aseguran que sin mediar palabra, García intentó hacer el primer disparo, pero el proyectil no salió. «Qué hacés hijo de puta», le gritó la mujer, y los cuatro proyectiles salieron una tras otro.

Miriam Ruiz murió casi en el acto.

Sin saber que la había matado, García se dirigió a una oficina de venta de seguros. El propietario es Rodolfo Romero, de quien García sospechaba que había tenido una relación con su ex mujer.

Sin embargo, varios vecinos consultados coincidieron en que el largo trecho que realizó el agresor desde un comercio a otro, lo hizo circulando sin prisa, en forma normal. Quienes lo cruzaron no imaginaron lo que había ocurrido y lo que faltaba.

En la agencia de seguros estaba estacionada y en marcha la camioneta de Vicente Avellá, un conocido productor de 74 años. «Dejaba el vehículo encendido porque siempre andaba apurado», dijeron quienes lo conocieron.

A la par de la camioneta, García dejó el Fiat Palio de su hermano y se bajó con el arma.

Cuando intentó entrar, Romero le cerró la puerta con llave. «Con vos no es el tema, Vicente», le dijo García a Avellá quien aún estaba en el interior del comercio.

Al no poder entrar, rompió con su brazo una ventana que estaba a considerable altura y realizó dos disparos: uno lo erró, el otro tuvo destino fatal. Romero se quedó con su espalda contra la puerta, a salvo. El balazo desvió su trayectoria en una abrochadora que estaba en el escritorio, y se incrustó debajo de la tetilla izquierda de Avellá.

El productor cayó desplomado pero conciente. Se quería levantar, pero la herida era importante. «Pará Vicente que ya viene la ambulancia», le decía otra persona que estaba en el local.

Pero la herida fue en un lugar clave y nada se pudo hacer.

Mientras, García se dirigió a su casa, a pocas cuadras de ese lugar. Se encerró y tras sus pasos llegó la Policía. Mandó a llamar a su hermano menor y luego se entregó.

Antes de ir a la comisaría, llegó al lugar un hijo. «Andá a Regina que tu mamá está internada», le dijo, pensando que la mujer estaba herida.

A algún allegado le confesó que había gastado una bala de más: no pudo pegarse un tiro porque había vaciado el tambor del 38.

Vecinos juntarán firmas

INGENIERO HUER-GO (AR).- Hace poco más de un año, García sufrió un problema cerebral. Esto inmovilizó una parte de su cuerpo, que gracias a la rehabilitación, fue recuperando poco a poco.

Sin embargo, aún hoy quedan secuelas de ese problema, y si bien se mueve con normalidad, mantiene un tratamiento médico prácticamente diario para seguir con la recuperación.

Es por ello que varios vecinos se encuentran juntando firmas para que García sea trasladado a alguna comisaría de la zona, ya que consideran que en la alcaidía no podrá continuar con el tratamiento. El pedido, que será al juez Pablo Iribarren, sería respaldado en los próximos días con una marcha.

«Con el problema que tiene, en la cárcel se termina de morir. Ojalá entiendan las razones», aseguró una vecina.

«Estoy arrepentido de lo que hice»

INGENIERO HUERGO (AR).- Mientras refaccionan el edificio de la comisaría de Huergo, la unidad policial funciona en un establecimiento educativo de Huergo. Lógicamente que allí no hay calabozos, por lo que hubo que acondicionar un lugar para que García pase las primeras horas detenido.

Se lo alojó en la cocina. A pesar de que allí hay ventanas, el detenido estaba más tranquilo y no hizo falta esposarlo.

«Sabe hacer algunas cosas. El miércoles cambió los cueritos de las canillas que goteaban. Los policías lo conocen y no había por qué temer», dijo un conocido de García.

En un momento, un cuchillo quedó sobre la mesada del «calabozo» que en realidad era la cocina. Roberto García llamó a uno de los policías y le dijo: «acá quedó un cuchillo. Mejor llevalo. No por mí porque yo no voy a hacer nada. Pero en una de esas llega algún jefe de ustedes y van a tener problemas».

Mientras pasaban las horas, se confirmó que sería trasladado a los Tribunales de Roca para prestar declaración indagatoria ante el juez. García se negó y esta vez fue a la alcaidía, tras reunirse con su abogado. Sólo un mínimo contacto tuvo ayer con la prensa. «Sí, estoy arrepentido de lo que hice», aseguró.

El magistrado tiene ahora diez días hábiles para decidir la situación procesal, aunque desde el vamos aparece como muy complicada.

Incidente con uno de sus hijos

INGENIERO HUERGO (AR).- Un día antes de la tragedia, Roberto García tuvo un incidente con su hijo de 19 años. Fue en la misma confitería del club Huergo, cuando el joven le hizo recriminaciones y por poco lo golpea.

«Por favor, soy tu padre… cómo me vas a pegar», le dijo García a su hijo, mientras un parroquiano los separaba y ponía punto final al incidente.

Algunos aseguran que los problemas de la pareja, que a pesar de la separación seguía transitando por un camino de espinas, repercutía mucho en los hijos del matrimonio. Sólo el más grande vivía con su padre, mientras que los otros dos estaban con Miriam Ruiz, la ex esposa de García.

«Miriam era muy laburadora. Estaba en la cooperadora del hospital y trabajaba mucho. En lo que García emprendió, ella lo acompañó. Un video, la confitería del club, etc», dijo una vecina.

«Lamentablemente quedan tres chicos con la familia destruida. Es una cosa que no se puede entender. Mucho más en un lugar como este en el que nos conocemos todos. Parece que la violencia ya no respeta ni a los pueblos», aseguró.

Futbolista, barman y concesionario del club

INGENIERO HUERGO (AR).- Quienes conocen a Roberto García, jamás pensaron que hoy por hoy estaría enfrentando la posibilidad de recibir una condena a prisión perpetua, y mucho menos por un doble homicidio.

Integró el equipo de primera división del club Deportivo Huergo en la década del «80. Allí también jugaba Rodolfo Romero, quien el martes se salvó de milagro de las balas del 38.

Fue barman de «La Gran Flauta», un boliche bailable que supo de noche de oro en Huergo. Actualmente tenía la concesión de la confitería del club Huergo, paso obligado para muchos para tomar un café, o matar la tarde con un partido de naipes.

Muchos opinaron si fue bueno o no al fútbol o si sus tragos eran los mejores. Pero a quien se lo consultó, coincidieron en algo: era tranquilo y no andaba en líos ni peleas.

«En la época de «La Gran Flauta», Roberto estaba en la barra del boliche», dijo una persona que por aquellos días también trabajaba en el local. «Desde siempre fue un tipo tranquilo. Mirá que en esa época, era ideal para agarrarse a las trompadas con los que tomaban de más… Pero nunca tuvo problemas con nadie», aseguró.

«A Roberto no se le conocían vicios… No era mujeriego, no andaba en cosas raras, ni en nada de eso. Tal vez jugar algún numerito a la quiniela o ir a alguna peña, pero nada más», aseguró otro huerguense.

Al estar en la confitería del club Huergo, lo conocían todos. «Siempre invitaba a alguien a comer. No tenía problemas. Era muy bueno… tal vez demasiado», aseguró una vecina. «Se desvivía por las milanesas con papas fritas», recordó.

Pero nadie se explica la parte más reciente de la historia.


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