El embrollo radical

La razón por la que los integrantes del Comité Nacional de la UCR optaron por celebrar una interna partidaria abierta el 30 de abril tiene menos que ver con el deseo de subrayar su independencia del gobierno kirchnerista que con la voluntad de cerrarle el camino a Julio Cobos. Aunque es de suponer que la UCR, como los demás partidos, participará de las primarias del 14 de agosto previstas por la ley electoral, el titular actual del radicalismo, el chaqueño Ángel Rozas, insiste en que el resultado del voto de fines de abril será decisivo, o sea que a su juicio Cobos no podrá ser el candidato porque se ha negado a competir en dicha interna. Puesto que muchos dirigentes radicales, entre ellos Rozas, han sido reacios a readmitir a Cobos en el partido hasta que haya abandonado la vicepresidencia para entonces someterse a una autocrítica humillante por el pecado de haber sido el compañero de fórmula de Cristina en las elecciones presidenciales del 2007, es natural que les haya entusiasmado la idea de celebrar una interna abierta aparte que, como sabrán muy bien, brindarían a los kirchneristas una oportunidad irresistible para castigar al “traidor”. Por ahora, pues, parece que el eventual candidato oficial de la UCR será Ricardo Alfonsín o Ernesto Sanz, mientras que para contar con una posibilidad en octubre Cobos tendría que construir antes un vehículo electoral propio de aquellos sectores radicales que siguen respaldándolo y distintas facciones de otras agrupaciones. Hace un año, el capital político que le suponía un nivel muy alto de popularidad le hubiera facilitado la tarea, pero tanto ha cambiado desde entonces que sorprendería que lo intentara. Si bien Cobos sigue contando con una imagen relativamente buena, para continuar en la carrera presidencial necesitaría disponer del apoyo de una organización política de alcance nacional, todo hacer pensar que sus rivales internos ya se las han arreglado para frustrar sus aspiraciones. En el corto plazo, los más beneficiados por la maniobra que ha servido para poner en apuros a Cobos han sido Alfonsín y Sanz, pero ambos aspirantes corren el riesgo de que la ciudadanía la tome por un ejemplo típico de aquellas “mañas radicales” mezquinas que tanto han contribuido a desprestigiar a lo que a pesar de todo sigue siendo la alternativa principal al peronismo. Para que la impresión así supuesta no se difunda, la interna del 30 de abril tendría que ser un éxito contundente, con una participación multitudinaria. En el caso de que los únicos que manifiesten interés en el mano a mano entre el hijo de Raúl Alfonsín y Sanz sean los afiliados que siempre votan en las internas partidarias, la elección resultaría contraproducente para los radicales que, por cierto, no pueden darse el lujo de brindar la impresión de estar tan obsesionados con sus propios asuntos internos que todo lo demás les importa poco, ya que entre los motivos del desprestigio de la clase política nacional está la costumbre de subordinar la presunta preocupación de sus miembros por el estado del país a sus interminables reyertas personales. La precandidatura de Alfonsín se ha visto posibilitada por “portación de apellido”, pero no podrá basar una campaña presidencial en nada más que la nostalgia que muchos radicales sienten por el hombre que en 1983 les dio un triunfo electoral histórico sobre el peronismo. La de Sanz se debe a que ha conseguido merecer la aprobación de quienes lo creen un político realista y fuerte, pero sucede que aún no ha podido “instalarse” en el escenario nacional, razón por la que hubiera preferido aplazar la interna radical a junio, cuando no al 14 de agosto. Aunque Sanz eligió prestarse a la maniobra de los alfonsinistas por entender que le convendría eliminar cuanto antes a Cobos, su futuro como presidenciable dependerá en buena medida de su capacidad para convencer a sus correligionarios de que Alfonsín es a lo sumo una copia débil de su padre que carece de las cualidades necesarias para liderar la Argentina en una etapa que podría resultar ser muy difícil. Hacerlo sin atacar personalmente a Alfonsín no será sencillo, pero a menos que surjan diferencias ideológicas evidentes entre los dos rivales, el ganador del duelo que es de suponer culminará el 30 de abril será el que logre parecer más presidenciable.


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