El estrés como enfermedad: cómo salir del pozo

No existe una terapia estándar para el estrés. Cada paciente es un mundo. La biología molecular ofrece herramientas para un diagnóstico certero y un tratamiento adaptado a cada persona afectada.

En 1936, el doctor Hans Selye definió el estrés como una enfermedad, entendiendo que en el marco de esta problemática, los agentes nocivos dan pie a un síndrome de adaptación por el cual el organismo genera diversas respuestas inespecíficas ante cualquier demanda.


Esta enfermedad tiene tres etapas. La primera es la de “alarma”: el sistema nervioso autónomo responde con adrenalina/noradrenalina, que pueden provocar aumento de la frecuencia cardíaca, sudoración y otros efectos según el tiempo y los estímulos.

Luego, si persiste el factor estresor, sobreviene la segunda etapa de “resistencia”. En ella, se ve comprometido el sistema nervioso central y se desencadena una cascada hormonal, liberándose enzimas inflamatorias y activándose otros procesos tendientes a que la persona se “adapte” a una situación que la supera.

La tercera etapa es la “sobreadaptación”: cuando las tensiones resultan demasiado altas y/o continuas, y la capacidad de resistencia es baja, se genera un desajuste denominado distrés: el organismo claudica en su capacidad de adaptación, generándose trastornos progresivos a nivel físico, psicológico y social. Si bien el elemento genético es importante, más lo es el epigenético: el medio ambiente, los factores sociales, familiares y laborales.

Pero más allá de lo fisiológico, hay una realidad que puede ir condicionando la calidad de vida desde lo psicológico, a partir de la ansiedad, el miedo, la tristeza, la depresión, el pánico, la ira y la agresividad, todas emociones negativas. También desde lo físico: colesterol alto, infecciones, hipertensión, diabetes.

El estrés aumentó considerablemente desde que comenzó la pandemia en 2020.


Todas estas problemáticas que puede determinar una baja de la inmunidad y aumentar la resistencia de insulina. Pero lo más cotidiano puede ser cansancio al levantarse, la pérdida de la memoria inmediata, las fobias, los dolores lumbares, el aumento de peso o la sequedad de la boca.

Quienes trabajamos desde la medicina para aliviar el estrés, tratamos este problema con una mirada molecular, pensando en los cambios celulares (el estrés oxidativo, la peroxidación lipídica, la aparición de radicales libres) e indicando, luego de diferentes estudios, un plan alimentario adecuado, actividad física, relajación, meditación y, según el diagnóstico, terapias de quelación, pools energéticos, minerales, aminoácidos o melatonina.

Porque el concepto central es que “no hay enfermedades sino enfermos”, y en el estrés esto se hace más evidente porque no existe una terapia estándar sino un diagnóstico para tratar a cada paciente.

La biología molecular es la mejor aliada en el momento de una terapia médica, porque tiene los instrumentos para evaluar a cada persona y tratarla. Todos los médicos/as deberíamos estudiar esta nueva especialidad, “la psiconeuroinmunoendocrinología del estrés”, que llegó con la fuerza de una realidad irrefutable para estas generaciones que sufren permanentes cambios.

Por Dra. Cristina Sciales; Médica cirujana y especialista en Medicina del estrés. MN: 66.744. @csciales.-


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