El increíble Charly
<b>Berlocq bajó a Simon, sacó chapa de héroe y metió a Argentina en las semifinales de la Copa Davis.</b>
El festejo del tenista de Chascomús ya es un clásico. Lo hizo ante los alemanes en febrero y ayer, luego del gran triunfo ante Simon. Se metió en el corazón de todos los argentinos.
AP
BUENOS AIRES (Sebastián Busader, enviado especial).- El pequeño, rubio como el sol, se mecía de un lado al otro, con el rostro iluminado y vestido de albiceleste. A su lado, el hombre, aires de intelectual él, dejó caer los ojos tristes cuando la última bola fue a parar detrás de la línea impulsada por su compatriota Gilles Simon. Entonces comenzó el show de Carlos Berlocq. El héroe impensado se destrozó la remera al estilo Increíble Hulk, se hizo uno con sus compañeros, se zambulló en la arcilla, lloró, agradeció y tantas cosas más. Nada comparado con la hazaña que había conseguido durante un crispado partido que depositó a Argentina en las semis de la Copa Davis, por novena vez desde que se volvió al Grupo Mundial.
Tres horas y 48 minutos tuvo que luchar el tenista de Chascomús para doblegar a un dubitativo Simon en cuatro sets (6-4, 5-7, 6-4 y 6-4) y materializar una de las victorias más importantes del equipo argentino en los últimos años. El 3-2 definitivo, que llevará a los de Martín Jaite a jugar en septiembre, en Praga, con el campeón República Checa, fue una suerte de milagro deportivo. Algo impensado en la previa, por el ranking de los tenistas de cada cuarteto y por la ausencia de Juan Martín Del Potro.
Lejos de los años iluminados por la bautizada Legión argentina, es lógico que la victoria de Berlocq se coloque en una vitrina, para no olvidar. Charly, 71º del mundo y sin títulos de ATP (su mayor logro fue la final perdida el año pasado en Viña del Mar), le ganó al 13° y se transformó en el hombre de la serie.
Claro, ante del éxtasis hubo que sufrir. Es que después de una jornada de viernes en la que mostró dudas, Jo-Wilfried Tsonga le recordó a los miles de sufrientes argentinos que es el número 8 del mundo, un tenista que puede tener una derecha de letal terciopelo, de los pocos del circuito que desenfunda con la misma naturalidad el revés a una y dos manos. Apenas una hora y 42 minutos le bastó a la pantera de raíces congoleñas en destrozar a un Juan Mónaco, que primero mostró sus armas y después de derrumbó. El francés venció a Pico en sets corridos (6-4, 6-3 y 6-0) en la mitad del tiempo que le llevó hacerlo con Berlocq.
Las ilusiones estaban por las nubes cuando comenzó el primer peloteo de la jornada. Argentina venía de un sábado triunfante en dobles y había viento de cola. El Parque Roca era una alegre kermesse. Más de 10.000 almas deseosas de una jornada épica. Tsonga quebró toda esa magia desde el inicio del juego. Lo hizo martillando con un saque con exceso de velocidad y tremenda dirección. Eso fue determinante.
Apenas le bastaron cinco minutos para producir el primer quiebre. A Pico le costó entrar en el partido. Su tenis de fondo necesitaba elaboración, puntos largos y profundidad. Lo logró a veces, pero Tsonga tenía una raqueta cargada. Sus derechazos siempre fueron un misil a las líneas y así todo se hizo cuesta arriba. El tandilense tuvo su chance en el noveno game para igualar la historia, con dos break a favor. Y Tsonga repelió el peligro con tres servicios a más de 200 kilómetros por hora y un par de voleas cargadas de magia. El 6-4 no significaba una buena noticia, aunque Mónaco mostraba actitud y los peloteos eran cada vez más largos. Pico intentó presionar sobre el revés del francés, imponer agresividad, pero casi siempre quedó a la defensiva. Tsonga lo dijo en la conferencia de prensa. “Jugó con más jerarquía y me adapté rápido al juego de Mónaco”.
Sus incursiones a la red se hicieron contantes. Y ese era un viaje de ida para un Pico que no consiguió defender jamás los puntos de quiebre en contra. Seis veces tuvo chances de quebrar el galo, y seis veces lo consiguió. En el segundo sets fueron palo y palo hasta el quinto game, cuando las derechas furiosas de Tsonga destrozaron la defensa (y el servicio) del tandilense. De ahí al 6-3 hubo poco para hacer. Y el tercero fue un paseo para “Alí”, que ganó ocho juegos al hilo e increíblemente perdió apenas tres puntos en el último set.
Se esperaba más de Mónaco, pero el que sacó pecho fue Berlocq, quien debutó el año pasado en la Davis. Lejos de jugar un partido brillante, Charly puso sus músculos y fibras al servicio de la causa. Durante un partido cambiante, nervioso, de peloteos largos pero sin demasiada calidad, el argentino fue el que menos se equivocó. Algo quedó en evidencia: Simon puede ser un correcto jugador de circuito, pero sufre horrores en las entrañas de la Copa Davis.
Berlocq es de esos jugadores que intimida no tanto por sus golpes, sí por su ímpetu. Parece que en cada raquetazo se le escapa un año de vida. Se le tensa la mandíbula, desorbita los ojos. Empezó mal, porque Simon le quebró rápido, pero se acomodó de a poco.
El francés jugó los primeros tres games con un felino, pero el clima del estadio lo atrapó. El argentino, algo nervioso, siempre le sacó mayores frutos al combustible emocional. Se llevó el primer set después de dos quiebres, pero perdió el segundo porque dudó con su servicio y bajó un poco la intensidad, sobre todo al caer sobre el revés de su rival.
En el tercero, el protagonismo y la responsabilidad les pesó. Cuatro veces se quebraron el servicio y el suspenso creció. Berlocq intentó hacer daño con la derecha y combinaciones para definir con el revés paralelo. Simon dudó en el décimo game y los bombazos de Charly surtieron efecto. 2-1, estadio en “llamas”.
El partido no cambió demasiado en el cuarto. Era un juego de emociones carente de muñecas hábiles y golpes precisos. Las gargantas influían. Simon sufría, Berlocq quebró para 4-2, se equivocó con varios drops, desperdició cinco sets point y en el sexto, cuando ya estaba acalambrado y Simon parecía un niño con ganas de escapar, llegó el final, con un revés largo del galo.
Así, el Increíble Charly, un desconocido hasta hace un par de años, se transformó en el héroe impensado, concretó la hazaña de vencer a Francia por primera vez en la Copa Davis (ahora es 1-5) y se metió en el corazón de los argentinos.
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