El (inmune) pasado

Rímini acaba de separarse después de trece años de amor -uno de esos amores absolutos que nacen en la adolescencia, modelan al mundo a su imagen y parecen condenados a la inmortalidad- (dirá la contratapa del gordo libro).

Según cuenta Alan Pauls, escribió solamente una página de su novela por día. «El pasado» tiene 551 páginas. (Saquen la cuenta)…

Su ágil pluma va introduciéndonos en la vida de Rímini. Y cada anécdota, cada momento, conduce siempre a la reflexión de cuál es realmente la noción de «tiempo».

«…Decimos que algo será inolvidable no sólo para reforzar, convirtiéndola ya un poco en pasado, la intensidad con lo que experimentamos ahora, en el presente, sino sobre todo para protegerla. Custodiarla con todo el celo y el cuidado que consideramos necesario, de modo de garantizar dentro de un tiempo, cuando ni el mundo ni nosotros seamos los mismos, esa porción de experiencia siga estando allí, esperándonos, demostrándonos que hay al menos una cosa que pudo resistir todo. Pero nada es inolvidable. No hay inmunidad contra el olvido»… (Se dirá más o menos a la mitad del relato).

Con las páginas entre los dedos, pienso que las historias para atrás en general son más densas que las que tenemos adelante…

Bajo los álamos me encontré conversando con una amiga «nueva». Esas personas de las que uno al poco tiempo de verse se siente cercano. Y, parte de los tópicos de la charla era ese: el pasado. Cómo mantenemos relaciones y formas durante años, que ya están regidas de una sola e inmutable forma. Y así nos acompañan, in eternum. En cambio, cuando uno se relaciona con alguien por primera vez, si está atento, puede dejar un par de valijas detrás y empezar más liviano. Contar los «treinti o cuarenti» o los que sean, años de historia de otra manera. Inventar nuevos gestos, abrazos… Cocinar otras comidas, jugar nuevos juegos…

Y de golpe, esa pseudo desventaja que creíamos sufrir porque ¡no me conoce lo suficiente! pasa a ser un regalo, un alivio, un nuevo comienzo.

Aunque, ese «atrás» está siempre dando vueltas. A veces pasamos horas repensándolo, estrujándolo. Otras, nos damos cuenta de que hay partes de las cuales no nos acordamos nada.

Memoria selectiva, dicen algunos. Otros, preferimos creer que nuestro cerebro es como el disco rígido de una computadora: de vez en cuando hay que borrar archivos o programas que ya no sirven para dar lugar a otros. Bueno, también podemos pagar para que alguien nos aumente la memoria, aunque eso, trasladado a los seres humanos es algo más complicado (sin negar que hay gente que toma pastillas o come mucho pescado para eso, para aumentar ¡la memoria!).

Una de mis tareas preferidas es revolver los cajones del pasado: cartas, fotos y, sobre todo, mis propios escritos.

Muchas veces festejo encontrarme con esa otra, que diez años atrás se preguntaba apasionada las mismas exactas cosas.

Confieso que me emociona traerla de nuevo conmigo, abrazarla, acunarla y hasta robarle su sabiduría.

 

«No hay nada más allá

de este aquí y ahora.

La Existencia es eso:

una acumulación de

presentes tangibles (y olvidables).

Transito sabiendo

que cada segundo

es el último».

 

El poema duerme en un papel ya amarillo que marca el paso del tiempo y a la vez, el encuentro con este ahora, inmune a las añoranzas.

Nuria Docampo Feijóo

ndocampo@rionegro.com.ar


Formá parte de nuestra comunidad de lectores

Más de un siglo comprometidos con nuestra comunidad. Elegí la mejor información, análisis y entretenimiento, desde la Patagonia para todo el país.

Quiero mi suscripción

Comentarios