El largo peregrinaje de quince musulmanes patagónicos

Un grupo de El Bolsón conocerá la ciudad sagrada de La Meca. Para ser considerado miembro de esa religión es necesario estar una vez en la Caaba.

Las barbas largas, los gorros, las mujeres con sus velos característicos llaman la atención en el aeropuerto de Bariloche. Pero contrariamente a lo que el prejuicio podría hacer suponer, no todas las miradas apuntan a ellos. En minutos se subirán a un avión, primera escala de un largo viaje que los llevará a la ciudad sagrada de La Meca, en Arabia Saudita.

Este peregrinaje es uno de los cinco pilares del Islam: para ser considerado musulmán, es preciso haber visitado alguna vez la Caaba, la mezquita sagrada, siempre y cuando ello sea posible, según el Corán.

En línea recta, entre Bariloche y La Meca hay 13.300 kilómetros. Es la ciudad donde nació el profeta Mahoma, hace casi 1.500 años, pero el templo, la Caaba, ya existía. De hecho, para el islamismo la ciudad la levantó Adán por orden de Alá.

Tan lejos en el tiempo y en el espacio, en El Bolsón funciona la mezquita más austral del mundo, la orden Sufi Naqshbandi, liderada por el sheykh Abdul Raul Felpete.

En ese rincón de Mallín Ahogado, el paraje rural de El Bolsón, el Islam tiene casi 60 fieles, según le contaron a “Río Negro” Felpete, su esposa y parte de su comunidad, algunos de los cuales iniciaron antes de ayer por la noche su viaje a Arabia Saudita.

Es histórico: 15 musulmanes de la Patagonia harán este año la “hajj” (así se llama la peregrinación); para uno de ellos, el psicólogo Ahmad Isa Martínez, no será la primera vez. En cambio, para Abdul Fatah Rosales, Daud Denucci, Abdul Latif Álvarez, Khide Cárcamo y su esposa Mustaqina Barrientes, la emoción es mayor porque será su primera vez en La Meca.

El resto de los patagónicos se les sumará en Buenos Aires junto con dos de Rosario, diez de Chile y otro tanto de la zona metropolitana. “No nos discriminan, para nada”, dice Felpete mientras camina con su esposa Fátima por la zona de check-in del aeropuerto. “Uno se ve raro al principio y no sólo por la vestimenta”, apunta Martínez.

Ninguno de los que ahora enfilan hacia el preembarque nació musulmán. Todos se convirtieron de grandes, después de leer el Corán.

Arriba del avión tampoco sienten la mirada de los otros, a pesar del enorme prejuicio que existe en relación con el Islam y los ataques terroristas. “Los terroristas andan de ropa deportiva y pelito corto”, hace notar el sheykh, que no mira televisión, pero sí tiene Netflix.

¿Habrá visto Homeland? Sí, claro, y le gustó, aunque la dejó de seguir en determinado momento que no se dirá aquí cuál es, para no spoilear.

Están en contra de la frustrada ley de la interrupción voluntaria del embarazo, porque consideran que el aborto es la muerte de un ser humano y el Corán no lo permite.

El jueves que viene comienzan las ceremonias en La Meca, una ciudad enorme que recibe millones de personas para esta celebración desde hace siglos.


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