El malabarismo de Aznar, Por Aleardo Fernando Laría19-11-03

En los tiempos actuales, la «clase política» no anda sobrada de prestigio. El descrédito de los políticos guarda directa relación con el grado de incumplimiento de las sinuosas promesas electorales. Trasladando al campo de la política las prácticas habituales del mundo de la publicidad, se «venden» propuestas finamente calculadas para reconvertirse en delicuescente humo poselectoral. En otras ocasiones se asiste al insólito espectáculo de un líder político que sin el menor rubor defiende unas políticas en Europa y apoya exactamente las contrarias en América Latina. El último ejemplo lo ha dado el presidente del gobierno español, José María Aznar, en la XIII Cumbre Iberoamericana de Santa Cruz de la Sierra.

Los integrantes de la cumbre elaboraron un documento de claro contenido social, que supone un cambio de dirección en relación con el modelo económico imperante durante las últimas décadas. En la declaración final de los jefes de Estado y de gobierno se reivindican políticas públicas para disminuir la pobreza e incrementar el grado de participación de los sectores excluidos. Señalan que las reformas neoliberales causaron un enorme sacrificio a la población sin que «hayan producido resultados suficientes sobre la disminución de las desigualdades y de la exclusión social, e incluso en algunos casos han significado un retroceso o profundización de esos fenómenos».

El presidente Aznar viene repitiendo en Europa que la única vía para el desarrollo es la de la disciplina financiera, las privatizaciones, la liberalización económica, la flexibilidad laboral y la apertura irrestricta de los mercados. Considera que el Consenso de Buenos Aires, alcanzado recientemente por los presidentes Kirchner y Lula, no es una alternativa real al pensamiento dominante. De manera que su firma en un documento que supone un marcado giro hacia políticas de inclusión social suena, para decirlo de un modo suave, extremadamente artificial.

Los reunidos en Santa Cruz reiteraron una vez más sus reivindicaciones contra el proteccionismo agrícola de los países desarrollados y piden a España y Portugal que medien ante la Unión Europea para eliminar los subsidios agrícolas. Pero resulta un verdadero sarcasmo que se encargue justamente a Aznar, un recalcitrante defensor de las políticas agrícolas de la UE, hacer de abogado de las reclamaciones de los países emergentes que rechazan el proteccionismo agrícola de los países desarrollados.

En la declaración final de la cumbre se reafirma la adhesión al principio de no intervención en los asuntos internos de otras naciones y la prohibición de acudir a la amenaza o al uso de la fuerza en las relaciones internacionales.

Aznar no ha tenido el menor recato en suscribir un documento que se da de bruces con su política de respaldar la invasión militar de EE. UU. a Irak y su defensa de los «ataques anticipatorios». A finales del 2002, en un viaje a Washington para sumarse a la coalición que preparaba el ataque a Irak, el presidente español hizo dos breves escalas para conseguir el despliegue de soldados centroamericanos junto con las tropas españolas. En México tropezó con la clara oposición del presidente Fox, pero en San Salvador su misión consiguió relativo éxito.

En realidad, como señaló el presidente de Chile, Ricardo Lagos, los líderes latinoamericanos dedican horas a hablar de la pobreza y de los desequilibrios sociales, sin que jamás se haga nada práctico por resolverlos. La creación de una secretaría permanente, con dos secretarios adjuntos, uno dedicado a los preparativos de las reuniones y otro a seguir el cumplimiento de los acuerdos de las cumbres, no parecen recetas suficientes para impulsarlas. Las buenas intenciones seguirán trenzando incumplidas declaraciones formales.

En tanto, Aznar, encantado. A una pregunta sobre si se había sentido incómodo en una cumbre tan alejada de sus posiciones en materia de política internacional o económica, respondió con natural desenfado: «He estado muy a gusto. No había ninguna razón para otra cosa. Estoy feliz y contento». Como todos.


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