El médico que se convirtió en el “aquaman” de Río Colorado

A sus 78 años, Juan Brzozowski decidió competir en aguas abiertas. El hombre nada desde que tiene 5 años, y entrenó la mayor parte de su vida además de ayudar en la formación de dos de sus hijas que siguen sus pasos. “El agua es mi fiel compañera”, dice.

El agua es su medio. Juan Brzozowski nada desde que tiene 5 años, cuando se dio sus primeros chapuzones en los canales de riego de Río Colorado. Juan surca ríos, mares, lagos y, por supuesto, la pileta que se hizo construir en su casa para tener su pasión a pocos metros de distancia.


Además de médico, Juan es nadador. Y en su consultorio hay muestras de los logros provinciales, nacionales, panamericanos y mundiales. Récords que es están plasmados en los pergaminos que marcan una historia que el paso del tiempo no podrá borrar, porque quedaron sellados con marcas imborrables en cientos de trofeos y medallas que llenan muebles de la familia Brzozowski de Río Colorado.’


Un “fanatismo” por el agua que comenzó cuando Juan daba sus primeros pasos de vida, allá por la década del 50 y un legado que continuaron décadas más tardes sus hijas, Eliana y Ludmila.

A pesar del tiempo transcurrido, todos siguen con el desafío de sumergirse, de intentar llegar mas allá que la última vez o seguir rompiendo tiempos del cronómetro.


En el consultorio particular donde atendió y ejerció gran parte de los 42 años como médico generalista, rodeado de menciones propias y familiares, Juan Brzozowski rememora la pasión por la natación, que desarrolló naturalmente y que fue perfeccionándose por sus facilidades naturales para manejarme dentro del agua, en soledad y en absoluto anonimato.
Entre sus miles de anécdotas recuerda con nostalgia que sus primeros contactos con el agua fueron cuando tenía unos 5 o 6 años, en los canales de riego de la chacra en Colonia Juliá y Echarren, en esas tardes de intenso calor y desoyendo las advertencia de sus padres, Estanislao Brzozowski y Ana Torbicz, Juan


Aquellas tardes, esas primeras experiencias en el agua eran una “travesura” propia de la edad. “Eran espontáneas e improvisadas, a lo chacarero”, recuerda.


“Nací con el agua. Es mi fiel compañera de la vida. Hoy con mis 78 años sigo practicando la natación y estos últimos años también me propuse competir y lo seguiré haciendo hasta que mi cuerpo me diga basta.”


Más tarde, entrando a la adolescencia, tenía otro objetivo puesto en la cabeza: cruzar el correntoso río Colorado, que en esa época llevaba aguas muy turbias (tal como se identificaba el río), además de tener un caudal con más de 200 metros cúbicos por segundo (hoy arrastra unos 60 m/c/s).
“Yo quería ir hasta las costas de La Adela (La Pampa), pasear un rato en el monte del otro lado y volver.” Esa meta la cumplió en infinidades de veces, siempre a escondidas de las miradas seguramente preocupadas de sus papás.


Luego, el servicio militar y el estudio de la medicina lo mantuvieron alejado unos 7 años de la actividad. Pero con el título de doctor en su mano, volvió a “su primer amor”.
Al mismo tiempo que conformaba una familia junto a Ana Camila Rosa, también se construía su propia pileta en su propio jardín, con dimensiones importantes -25 por 8 metros que demanda unos 300 mil litros de agua-. La utilizaba para el disfrute familiar, pero también como medio de entrenamiento, tanto propio como de los hijos.

De todos modos, “El ruso”, como le dicen, se siente más libre y cómodo nadando en los ríos.
El asegura que la pileta lo aburre: “son cuatro paredes y nada más. En cambio, nadar en los ríos te permite disfrutar de los hermosos paisajes que te brinda la naturaleza en cada una de las orillas.”


Pescar, otra pasión

El médico jubilado tiene otra pasión: pescar y el río Negro es el sitio preferido. Allí también, cuenta, sigue cometiendo algunas “locuras”. Es que en la mayoría de las ocasiones, los mejores sitios para tirar la línea no están adonde uno puede llegar con el auto. Casi siempre están más alejados .
Para ir hasta esos espacios, encontró una solución: se ideó un transporte con una cámara de camioneta bien inflada, donde coloca un cajón de un metro, bien diseñado, que cierra herméticamente. Allí pone los rieles, las carnadas, comidas, bebidas, herramientas, cubiertos y la ropa, entre otros elementos indispensables para pasar una larga jornada.


Todo ese cargamento lo arrastra por el río con una soga que lleva atada en la cintura, hasta llegar al lugar seleccionado. “Muchas veces nado unos 1000 o 1500 metros para llegar y voy nadando de espada, porque de esa manera puedo mantener la vista en el cajón. Y además hacés un buen ejercicio.” Al finalizar la jornada, regresa por el río o caminando pacientemente, cargando los bultos.


Juan tiene su propio registro. El tiempo que pasa practicando el deporte dentro de las piletas, en los ríos Colorado, Negro, lagunas o en el mar, suman un promedio que ronda los 180 kilómetros anuales. De los 365 días del año solo se toma “vacaciones” 20 días.


“Tengo una conducta desafiante, soy aventurero y audaz, por eso tengo que estar seguro de lo que puede rendir mi cuerpo. Yo sé el límite que me pone la cabeza. Por eso tengo que estar preparado.”



El día que a los hijos les tocó ser la hinchada del padre

El estilo que mejor le sienta a Juan, por sus características físicas y porque le da mejor ritmo y velocidad es espalda con aletas.
Algunas cirugías a las que tuvo que someterse a lo largo de los años, le han hecho más complicado nadar tipo crol.
Juan comenzó la práctica de la natación competitiva hace apenas un par de años. Pero lo tomó como un nuevo desafío personal. “Hasta donde puedo dar”. Las primeras experiencias las realizó en la competencia de los 4 puentes, en la categoría mayores de 70 años, donde consiguió los primeros puestos en cada temporada que participó.


Luego siguieron otros objetivos: aguas abiertas frías, donde volvió a ratificar la calidad innata.
En octubre 2018, se presentó en la Bahía San Blas, (Buenos Aires), donde corrió 500 metros. Luego, a mediados de mayo del corriente año , compitió en el balneario de Las Grutas. Meses más tarde se presentó en Viedma sobre el río Negro.


Su cuarta presentación fue en Coronel Suárez (Buenos Aires), y en octubre pasado reiteró su participación en San Blas. En cada una de las participaciones subió al podio.
Para Ludmila, la carrera de su papá es un orgullo. «Desde que participó en el campeonato de aguas frías, puedo decir que movilizó a toda la familia. A sus 78 años, hizo posible lo que para otros es impensado. Pudo vivir en carne propia lo que veía desde afuera, cuando nosotros éramos los nadadores y él nos acompañaba como hinchada, con su vieja Ford 100. Nos emocionó su perseverancia, su coraje y la decisión, superando toda adversidad. Esta vez, nos tocó a los hijos ser la hinchada”.

La número uno: Ana Camila, la mujer de Juan.


“A veces hay que ser un poco salvajes” y otros consejos

De los cinco hijos de Juan, dos siguieron sus pasos. Empezaron jugando y con el tiempo compitieron logrando marcas. Eliana y Ludmila consiguieron logros, provinciales, nacionales, panamericanos y mundiales.


Hoy, Ludmila recuerda siempre el mejor consejo que le dio su papá como deportista: “A veces hay que ser un poco salvaje”. “Me lo dijo cuando me preparaba para ir a mi primer Mundial de Apnea y me quejaba porque no tenía el buen equipamiento que tenían los demás. Y con ello me estaba diciendo que todo está en uno mismo; que solo confiara en mí, en esa fuerza que sale del corazón y en lo entrenado. Ser auténtico. Así es él. Cuando yo tenía 10 años, estaba obsesionada con nadar por abajo del agua y sin respirar, a lo largo de nuestra pileta. El día que lo logré, él estaba ahí. El agua nos une y conecta. Poder nadar por el río Colorado con mi papá, solos y disfrutando de la naturaleza, es de los momentos más hermosos compartidos”, se emociona Ludmila.


Hoy, Ludmila tiene 42 años y es apneista: nada en subacuático 142 metros, y es capaz de estar cinco minutos y medio bajo el agua, sin respirar. Entre sus logros deportivos se destacan 4 récords panamericanos, uno sudamericano y 15 récords argentinos. Es la máxima exponente de la modalidad “apnea dinámica sin aletas” en toda América. Junto a su entrenadora y hermana Eloísa, ha sido la única representante argentina en dos Campeonatos Mundiales de Apnea Indoor, en el Mundial 2018, y la única argentina en ganar una medalla de oro panamericana. Además, protagonizó el cortometraje subacuático “Turn On”, filmado en aguas de Las Grutas, en el que se expuso sin neopreno a aguas a 9°, e interactua con la fauna marina.


La otra nadadora de la familia es Eliana, radicada en Alemania desde hace dos décadas. Fue una de las mejores nadadoras de Río Negro en los ´90. Primero en competencias de pileta, donde fue campeona provincial, y batió récords provinciales en crol y espalda. Luego comenzó a especializarse en distancias más largas de pileta, hasta que finalmente se dedicó a nadar en aguas abiertas.Y allí, luego de 8 pruebas finalizó como campeona Argentina del circuito de aguas abiertas en 1992. Marcó una época de gloria en la natación de Río Colorado.


Formá parte de nuestra comunidad de lectores

Más de un siglo comprometidos con nuestra comunidad. Elegí la mejor información, análisis y entretenimiento, desde la Patagonia para todo el país.

Quiero mi suscripción

Comentarios