El pañuelo 02-11-03

A 40º10' de latitud sur y 71º20' de longitud oeste, se ubica el centro urbano de 140 kilómetros cuadrados de ejido municipal, con 25.000 almas. San Martín de los Andes, una porción de tierras que algunos asimilan con el paraíso. Pero un paraíso que tiene sus problemas terrenales…

El grueso de la población se concentra en una franja que va de este a oeste, desde el lago Lácar hasta Pío Protto, para recorrer unos 13 kilómetros del sinuoso espinazo de la ruta 234.

El corazón del pueblo es el casco histórico, desde la Costanera a la Cuesta de los Andes, entre cerros. Unas 20 cuadras de naciente a poniente y otras tantas de Norte a Sur.

La mayoría de comercios y servicios se asienta en ese «pañuelo». En los últimos 18 meses se contaron más de un centenar de nuevas licencias comerciales. Hace 50 años (ver «El Tábano», septiembre de 1953), alarmaba el éxodo de comercios.

Hoy, cada semana aparece un fulano con interés por radicarse, por negocios o por ambos. La presión impacta sobre el mercado inmobiliario, ya restringido por el arrendamiento turístico. El alquiler permanente de una buena casa trepa a precios de palacete para otras regiones menos favorecidas; los terrenos valen casi lo mismo en dólares que en los tiempos de la Convertibilidad.

Por estos días se discute aquí cómo regular la proliferación de comercios. Aun admitiendo que esa podría ser una herramienta, es con mucho insuficiente frente al tenor de los problemas que se vislumbran para los próximos 10 o 15 años, si la ciudad crece al ritmo actual.

Vale un ejemplo que nada tiene que ver con el comercio: año a año, los colegios no dan abasto para absorber ingresantes. Faltan bancos y aulas. Es dramático.

Ahora bien. San Martín es un destino turístico. Pocos conocen a esta ciudad por sus frambuesas o maderas, sino por ser enclave asociado al turismo de montaña y a esas 20 cuadras de típica arquitectura y exquisiteces gastronómicas, que son un atractivo per se (ver encuestas de la secretaría de Turismo).

A su vez, ese interés de los visitantes como el de los deseosos de vivir aquí está ligado con la escala del pueblo. Y la escala se sustenta en la calidad de vida, que puede medirse por servicios pero también por la pura percepción del aire incontaminado y la música sedante de los arroyos.

El crecimiento desordenado amenaza dos componentes esenciales de la ciudad, de su economía y su gente: la escala y la calidad de vida, madre una de la otra.

El margen real de maniobra del municipio es escaso. El espacio vital disponible está atravesado por múltiples jurisdicciones: Parques; Ejército; Provincia…

¿Cuál es el futuro? ¿Qué ocurrirá si se sigue incrementando la presión sobre el casco y sobre tierras frágiles como la Vega? ¿Alcanza la vía de escape diseñada en chacra 30, que en poco tiempo terminará por rodear al basural?

Quizá los sanmartinenses debieran comenzar a mirar a los costados durante este decenio. Quizá debieran ser los primeros impulsores del desarrollo planificado de villas satélites (Lolog, Meliquina, etc.), lo que contribuiría a aliviar la presión convirtiendo a la ciudad en proveedora de servicios para aquellas, sin roer hasta lo irreversible su escala y sin perjuicio del reordenamiento local.

Quizá el primer desafío político del próximo gobierno sea plantear lucha por la ampliación del ejido, para ganar jurisdicción plena, capacidad de organización y control. Los buenos vecinos de Junín lo han hecho, llevando su potestad a los límites del Departamento Huilliches.

San Martín tiene 140 kilómetros cuadrados de ejido, pero el Departamento Lácar orilla los 4.700. Allí hay tela para el pañuelo.

 

Fernando Bravo

rionegro@smandes.com.ar


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