El Presidente cumple su palabra


En el Ejecutivo no cayó bien la falta de respaldo de las provincias. Hubo fastidio en el Gabinete y resignación. Entre los gobernadores no cayeron bien las formas y el reclamo público.


Axel (Kicillof) explicó mejor que yo lo que yo sentí”. Con esa frase, dicha en una conferencia de prensa en la que fustigó a Horacio Rodríguez Larreta, Alberto Fernández hizo una radiografía de su método de toma de decisiones. El Presidente no escuchó ni al jefe de gobierno porteño, ni a los gobernadores, ni a sus ministros especializados en Salud y Educación. Contra toda evidencia, decidió avanzar con la suspensión de las clases, imponer restricciones inconsultas y alinearse totalmente con la postura del gobernador bonaerense, que responde directamente a Cristina Kirchner. El Presidente tiene palabra, pero parece cumplirla sólo con su vicepresidenta.

Miércoles. Los números sanitarios son cada vez peores y en la Casa Rosada se suceden reuniones frenéticas. El jefe de Gabinete, Santiago Cafiero, y la ministra de Salud, Carla Vizzotti se trasladan de urgencia a la Quinta de Olivos, donde Fernández termina su aislamiento obligatorio luego de contagiarse coronavirus. El Presidente viene recibiendo hace días las presiones del gobierno de la Provincia de Buenos Aires, que reclama medidas estrictas y urgentes. Llega el anuncio, y sorprende no sólo a la oposición y al gobierno porteño, sino a ministros del propio gabinete.

Apenas horas (cinco horas para ser exactos) antes de que Fernández anunciara la suspensión de las clases para el AMBA, el ministro de Educación, Nicolás Trotta, había advertido que la presencialidad escolar no era riesgosa y que no debía darse marcha atrás. Esa posición fue respaldada por el Consejo Federal de Educación, integrado por los ministros de los 24 distritos del país, y basado en datos que publicó el propio ministerio de Salud nacional. El ministro quedó expuesto.

“Esta medida la tomé yo y me hago cargo yo”, dijo el Presidente. A veces, los intentos de mostrar autoridad reflejan una debilidad: para qué elegir ministros especializados, para qué dialogar con gobernadores y el jefe de gobierno porteño, si al final la posición que vale es la de Axel Kicillof y la vicepresidenta Cristina Kirchner.


Fernández terminó de liquidar el diálogo que existía con Larreta, que estaba, de todos modos, herido de muerte luego de la quita de fondos de coparticipación de la Ciudad de Buenos Aires.


“A mí, la rebelión, no”. El mensaje de Fernández, otro intento de muestra de autoridad, estuvo dirigido a empresarios gastronómicos que protestaron contra las nuevas medidas del gobierno y amenazaron con abrir fuera de los horarios permitidos. Pero bien puede explicarse por la respuesta que encontró el Presidente de parte de los gobernadores provinciales. Fernández pidió acompañamiento: “Espero que los gobernadores entiendan que deben acompañarme en este momento difícil y lo hagan”, sostuvo. Otra vez, el gobierno nacional quedó solo.

Córdoba, Santa Fe, Mendoza y Tucumán -las provincias más pobladas del país fuera de la Provincia y la Ciudad de Buenos Aires- salieron rápidamente a aclarar que no acompañarán las medidas pese al reclamo presidencial. Córdoba está gobernada por el peronismo “disidente” de Juan Schiaretti; Mendoza, por el radical Rodolfo Suárez; pero a Santa Fe la gobierna Omar Perotti (Frente de Todos), y a Tucumán nada menos que Juan Manzur, el principal operador político de Fernández entre los gobernadores peronistas. En el Ejecutivo no cayó nada bien la falta de respaldo, hubo fastidio en el Gabinete y resignación; entre los gobernadores no cayeron bien las formas y el reclamo público del Presidente.

Fernández terminó de liquidar el diálogo que existía con el gobierno porteño de Larreta, que ya estaba, de todos modos, herido de muerte luego de la quita de fondos de coparticipación de la Ciudad. El Jefe de gobierno fue a la Corte Suprema para intentar inhabilitar el decreto presidencial que forzará el cierre de las escuelas desde el lunes en la Capital y el conurbano.

La decisión quedó en manos del máximo tribunal, y se anticipa un potencial nuevo foco de conflicto con una institución contra la que el kirchnerismo viene cargando cada vez con mayor intensidad. La tensión aumenta también dentro de la Provincia, donde intendentes de la oposición ya amenazan con abrir las escuelas pese a la orden nacional. Y las protestas volvieron a las calles. Son reflejos de agotamiento.


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