El rumor que desafió al poder

El desborde de violencia que se produjo en Plottier marcó un punto amarillo al que se debe prestar atención desde lo social por el descreimiento y el odio.

La atención pública mayoritaria alimentada por las elecciones de hoy en la ciudad de Neuquén no terminó de ocultar el episodio que ocurrió el martes en pleno centro de Plottier donde un grupo de jóvenes atacó, saqueó y quemó un comercio por un rumor que puso un manto de sospecha por el aberrante crimen de Cielo López.

El cachetazo social que significó el hallazgo del cuerpo de una joven de 18 años se amortiguó en el círculo rojo del poder provincial y municipal de Plottier. Llegó edulcorado y no se sopesó la reacción, sólo se apostó al protocolo judicial y policial.

La bronca, el odio, la impotencia y el prejuicio hicieron un caldo de cultivo en el que el rumor que encontró el vehículo de difusión rápido, Whatsapp, le ganó a todo, se hizo creíble.

Miguel Ángel Santagada, autor del libro “Leyendas mediáticas de la sociedad insegura”, señaló que a los rumores no se sabe quién los inventa, pero sí es posible, a partir de su estructura retórica, advertir que ponen en tela de juicio los estilos dominantes.

El estilo dominante frente a inesperados hechos de impacto social es intentar encontrar quién lo inventó, quién saca partido y por dónde se difundió. Cuando se tiene una respuesta antojadiza se evalúa cómo enfrentarlos. En el caso de Las Ovejas pasaron 72 horas y en Plottier 48 horas con una histórica marcha que pulsó fibras sensibles.

El rumor que corrió tenía condimentos morbosos, daba nombres y unía cabos sueltos. La sensibilidad que quedó de la marcha más el componente sensacionalista habilitó la animosidad. El disparador fue el allanamiento a poca distancia del comercio que fue agredido.

El estilo dominante preparó la respuesta, la consultó, la revisó, la puso a consideración. Pasaron varias horas y se dio una conferencia de prensa en la que no se podía informar nada y mucho menos hablar de los serios incidentes que se produjeron en la tarde del martes en Plottier.

El odio y la bronca se exacerbó en un clima de descreimiento de los periodistas, de los fiscales, de los políticos. “Si hubiera habido una información oficial tampoco la hubieran creído”, dijo una fuente que tiene acceso al reducido círculo en el que se cocina el estofado.

Hablar después que pasaron los hechos permite tener una perspectiva para encontrar los puntos débiles. Si frente a una bofetada brutal como ésta se actúa igual que ante una fútil crítica emitida por un contrincante, la priorización parece desestabilizante.

El círculo de decisiones estaba más preocupado por la organización de las elecciones para hoy en la que tienen muchas chances de ganar y descuidó esquemas de respuestas ante emergentes. El intendente tampoco estuvo en el momento y lugar como un primario representante de la voluntad vecinal. Su candidata ya ganó y tal vez puede asimilarse la ausencia a un plan de retirada.

Santagada escribió que las leyendas no se caracterizan por referir historias necesariamente falsas, sino por canalizar angustias y terrores compartidos frente a situaciones problemáticas reales o posibles.

El sensacionalismo fantástico de los audios que se difundieron aumentaron la sensación de desprotección frente a una amenaza indefinida que se gestó el domingo cuando apareció el cuerpo de Cielo y eclosionó en la marcha con la frase de su hermana: “Nadie sabe nada”.

La apertura pudo haber sido, repito pudo haber sido, un antídoto. No hacer nada o hacerlo tarde puede tener consecuencias fuera de todo alcance. En Chubut hubo un caso digno de atención (por lo extremista) cuando una turba cometió un asesinato basado en una versión que, luego se comprobó, era mentira. El descreimiento, el prejuicio, el sentimiento de desprotección merecen atención para evitar desbordes.

“Las redes sociales le dan el derecho de hablar a legiones de idiotas que antes hablaban solo en el bar después de un vaso de vino, sin dañar a la comunidad. Entonces eran rápidamente silenciados, pero ahora tienen el mismo derecho a hablar que un Premio Nobel. Es la invasión de los imbéciles”, dijo el genial Umberto Eco.


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