El Tribunal y su oficio delivery
juan mocciaro jmocciaro@rionegro.com.ar
Cuando el Tribunal de Disciplina decidió el martes 22 de marzo intervenir de oficio y quitarle la tarjeta amarilla que desembocó en la expulsión de Martín Galmarini en Gimnasia-Tigre (2-1), el 21 de marzo pasado, se supo inmediatamente que habría polémica mucho más temprano que tarde. Y la hubo, cuando el mismo organismo le sugirió al árbitro Juan Pablo Pompei que rectifique su decisión de amonestar al delantero de Racing, Teófilo Gutiérrez, en el partido que la Academia perdió 2-1 con Argentinos el 24 de abril. Ambas amarillas fueron injustas porque Galmarini no tocó la pelota como creyó el árbitro Germán Delfino y Gutiérrez no simuló un penal, sino que efectivamente se lo habían cometido. No, la polémica no se desató por el accionar de oficio en sí mismo. Al fin y al cabo, devolvieron algo de justicia ante dos decisiones involuntariamente erróneas. La polémica se desató por el modo en que el Tribunal irrumpe con el oficio. Así, como si lo hubiera hecho siempre y en realidad no lo hace casi nunca. Entonces ¿por qué lo hace ahora? La falta de previsibilidad es que lo que hace ruido. El fútbol (no sólo el argentino) no estila contradecir a sus árbitros. Por eso no le gusta la tecnología para corregir fallos in situ. Pero la acción de oficio es otra cosa. Permite observar sucesos no advertidos por los árbitros durante el tiempo de juego. Una agresión por ejemplo. O una mano que no fue tal, como en el caso de Galmarini. El oficio es una intervención saludable, el problema es cuando no está claro cuándo de actuar. Tampoco el Tribunal ayuda a clarificar el panorama. ¿Por qué le sugirió a Pompei que se rectifique respecto de Teo Gutiérrez? Ya se sabía que le iban a quitar la amonestación. Así, parece que se trata de un oficio delivery.
río suelto
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