En Bariloche usaron una avioneta y casi lograron el «robo perfecto»

Fue en 1971, cuando secuestraron a nueve personas. Escaparon en auto y luego en avión. Los delató la "buena vida"

El intento de asalto al banco zapalino, y la escapada en avión de sus autores, tiene un recordado antecedente en la región. Corría febrero del «71, cuando en Bariloche se produjo un asalto que hasta en la actualidad sorprendería por la forma de actuar de los delincuentes y por cómo emprendieron la fuga.

Una banda de unos seis delincuentes planificó un gran golpe: llegar al dinero que se encontraba en el tesoro de la sucursal del Banco de la Provincia de Río Negro. Pero para ello no forzaron puertas, ni emplearon la violencia. Decidieron llegar hasta las llaves del tesoro, aunque para ello debieron recorrer un camino.

A las 23.30 del jueves 25 de febrero del «71, tres o cuatro desconocidos llegaron a la casa de Héctor San Romerio, subcontador de la entidad. Al preguntar que buscaban, y sin abrir la puerta, le respondieron que traían un mensaje del gerente, que no estaba en la región.

Cuando San Romerio abrió se encontró con los delincuentes. Mientras dos custodiaban a su esposa, uno de ellos se llevó a San Romerio a la finca del subtesorero, Ovidio Gaiza, en el kilómetro 12,5. Gaiza fue reducido junto a su mujer y una pequeña de meses. Bruno Bertosi, dueño de la casa, vio movimientos extraños y su curiosidad lo llevó a engrosar la lista de rehenes.

Desde allí, un grupo fue al hotel Pilmayquén, donde estaba hospedado el subgerente, José María Pérez. El conserje les dijo que no se encontraba y se negó a dar el número de habitación. También fue reducido. Al llegar a la habitación, secuestraron a la mujer de Pérez y se llevaron las llaves del tesoro. También fue reducido un cliente.

Del hotel volvieron a la finca. Todos fueron maniatados y amordazados. Los delincuentes siempre se mostraron corteses y hasta besaron al bebé. Eso sí, les advirtieron que durante dos horas no asomaran la cabeza. Se especula que el robo se produjo entre las 4 y las 4.30 del viernes 26 y el faltante fue de más de 87 millones. Para escapar utilizaron un Torino, una Ford F-100 y un Dodge Polara. El primero en zafar de sus ataduras fue el cliente reducido en el hotel. Se montó un operativo con dos aviones y las policías camineras de la zona. A las 10 hallaron el Torino y la F-100, pero no había rastros de los delincuentes.

Ocho horas más tarde, apareció el Polara en Sañicó, un paraje cercano a Piedra del Aguila. Y fue por casualidad, ya que los delincuentes lo habían tapado con una lona y ramas. Fue entonces cuando los investigadores confirmaron su hipótesis de que se trataba de una banda altamente profesionalizada. Es que cerca del Polara hallaron unas huellas singulares y que le daban el toque final a un magistral robo: habían escapado en una avioneta.

Las investigaciones se extendieron en el tiempo y cuando parecía que no se llegaría a esclarecerlo, la vida dispendiosa de una persona vinculada con uno de los delincuentes permitió desentrañar el enigma.

Los gastos de una mujer llamaron la atención de policías, que lograron conocer el origen de la súbita riqueza: su compañero, un mendocino, había participado del nunca aclarado asalto al banco barilochense. El delincuente confesó que la avioneta cargó combustible en una zona cercana al límite ente las provincias de Mendoza y Neuquén.

El jefe de la banda era Aníbal Gordon, quien lideraría un «grupo de tareas» vinculado con los servicios de inteligencia militares que concretó el resonante secuestro de Guillermo Patricio Kelly, a fines de 1982. (AR).


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