En busca de los buenos pastos cordilleranos

Los trashumantes recorren el norte neuquino.

CHOS MALAL (ACHM).- Históricamente, los crianceros del norte neuquino han recorrido la zona con sus animales, haciendo frente a las inclemencias climáticas, a la rigurosidad de la geografía que alterna rutas con callejones, cañadones, cerros y arroyos tras un sólo objetivo: llegar a los lugares que los proveen de pasturas suficientes para alimentar su ganado.

Esta trashumancia es realizada por más de 1.500 familias de crianceros que trasladan los animales en esta época del año a los campos de veranada ubicados en la alta cordillera, donde encuentran los pastos y el agua fundamental para la supervivencia de su ganado.

Noviembre y diciembre son los meses propicios para el traslado de invernadas a veranadas, mientras que el regreso de los animales se produce hacia la llegada del otoño, entre los meses de marzo, abril e incluso mayo.

Este sistema ganadero está basado en el movimiento de los rebaños entre dos sectores distintos y alejados, siguiendo un ritmo estacional. Estas dos regiones son complementarias, dado que ninguna puede procurar la alimentación del ganado durante todo el año.

«Río Negro» compartió varias horas con Almedes Albornoz, un criancero de 75 años que se encontraba con sus animales en inmediaciones de los puentes del río Curi Leuvú, en la salida de Chos Malal hacia el departamento Minas, por la ruta provincial 43.

En la jerga campesina, estos lugares se denominan «alojo», sitio de descanso para los arreadores y sus animales. En esta ciudad los crianceros aprovechan para hacerse de provisiones para el resto del viaje.

Almedes es acompañado por Raquel (74) y Luis Albornoz (41). Vienen de la zona de Los Chuihuidos y llevan quince días de arreo, aunque les restan aún quince días más para llegar al campo ubicado en el paraje Centinela en Pichi Neuquén.

Esto se traduce en alrededor de 200 kilómetros en los que hay que superar las condiciones climáticas que en este año han estado dadas por días de calor, viento y lluvia.

Almedes tiene1.000 chivitos y 150 ani

males mayores entre vacunos y yeguarizos.

«No ha sido un buen año» indica Almedes, «por un lado los campos en mal estado y por otro en intenso frío han marcado la parición que no ha sido óptima para el criancero».

La veranada en el paraje Centinela se traduce en la esperanza para que los animales puedan contar con el alimento.

La veranada se realizaba en los valles de altura, excediendo la cota de los 1.200 metros, en la mayoría de los casos, mientras la invernada se desarrolla en la meseta y valles inferiores, en donde la escasez de agua principalmente y de pasturas se hace crítica a fines de la primavera.

En el puente sobre el río Curi Leuvú Almedes no sólo aprovecha para vender el producto sino también para hacer tratativas con la CORDECC para el traslado de algunos de los animales en camiones hasta el veranada, porque el camino es largo y teme que muchos de ellos pueden quedar en la ruta por su estado de flacura.

Allí lo acompañan sus hijas María, Rosa, Ramona, Luisa y Susana, pero para su alegría también llegaron hasta el lugar sus nietos Marita, Marilina, Nico, Darío, Silvina y Claudia.

Ellas tienen raíces crianceras y aprenden rápido los quehaceres del campo y a valorar las costumbres de la gente campesina que seguramente se encargarán de transmitir a las generaciones futuras.

Aprovechan para vender chivitos

CHOS MALAL (ACHM).- El paso de los crianceros por Chos Malal es la oportunidad para que los vecinos se acerquen al puente para adquirir este preciado recurso, apto para satisfacer los paladares más exigentes. Para el criancero significa hacerse de los recursos para su economía familiar, dado que ellos dependen de la cría y la venta de los chivitos.

El caso de Almedes Albornoz es como el de muchos crianceros que en los viajes de veranada a invernadas y viceversa, aprovechan para vender los chivitos.

El criancero siempre es acompañado por un grupo de personas, generalmente de la familia y cuando alguien se acerca a comprar un chivito se puede apreciar al campesino con el lazo recorriendo el arreo para buscar entre la hacienda el que resultó más apto para la venta.

Para el turista resulta una verdadera postal poder apreciar a los animales en cercanías del río Curi Leuvú y de fondo el imponente marco que brinda el cerrito donde se encuentra el Torreón, emblema histórico de la ciudad.

Almedes llegó el sábado a las 14.30 y cuando comenzaba a caer la tarde varios vecinos de esta ciudad se acercaron para poder comprar chivito, cuyo costo varía entre los 50 y 70 pesos, según el productor.

Algunos los prefieren vivos porque además de la carne aprovechan el cuero que se comercializa. Otros en cambio optan por llevarlos faenados, por lo que son los mismos crianceros quienes se ocupan de ello.

El producto no deja de ser requerido no sólo por los lugareños sino también por los ocasionales turistas quienes se sienten tentados de probar esta delicia que tanto renombre tiene en la provincia del Neuquén.


Exit mobile version