25 años de Harry Potter: El mundo mágico que moldeó a una generación

Hace 25 años se lanzaba al mercado la primera entrega de la saga literaria de Harry Potter. De la mano de J. K. Rowling, toda una comunidad se entregó con devoción a las lecturas. A más de dos décadas, ¿qué significa este universo para quiénes lo atravesaron en su totalidad?

Hace exactamente 25 años, la generación milennial era testigo del surgimiento de un fenómeno que aún hoy se mantiene vigente: el -extenso- mundo mágico de Harry Potter.


Con la publicación de “Harry Potter y la Piedra Filosofal”, la escritora J. K. Rowling le daba el punto de partida a una saga que aún hoy no se cierra y de la cual se desprenden nuevos mundos constantemente. Pero no solo eso. Quizás sin darse cuenta, Rowling ponía también el primer ladrillo para construir una enorme comunidad de jóvenes lectores que, de otra forma, probablemente no se hubieran acercado a este mundo.

“Una amiga me prestó un libro que está buenísimo, es sobre un mago”. Más de dos décadas después, todavía recuerdo la frase. Mi prima me lo comentó durante una reunión familiar y generó el primer acercamiento a este mundo mágico. Desde ese momento y hasta hoy, pasaron por mi vida ocho libros (con múltiples relecturas), más de 10 películas, varios videojuegos, visitas a los estudios, algún tatuaje… y sobre todo, la convicción de que gran parte de mi presente sería distinto si no hubiera conocido esta saga.

Harry Potter significa muchas cosas para mi generación. Entre esas cosas, un primer acercamiento a la lectura “extensa”, por fuera de los cuentos cortos o de las actividades escolares.

Si bien el primer libro se publicó hace exactamente 25 años, un 26 de junio de 1997, llegó a nuestro país en el 2000. Yo tenía 8 años en ese momento y si bien estaba bastante estimulado en cuestiones de lectura (gracias a mi madre docente), “Harry Potter y la Piedra Filosofal” significó un quiebre para mí. Lo leí dos veces antes de devolverlo. Y a partir de ahí, el año se transformó en la franja temporal entre un libro y la llegada del próximo.

La salida de una edición nueva implicaba que las tiendas se prepararan para la asistencia de miles de niños. Así en cada entrega.


“Harry Potter y la Cámara Secreta”, segunda entrega, fue el primer libro de la saga que me compraron. Recuerdo la encuadernación, con una tapa más bien blanda. Recuerdo marcar las páginas que más miedo me daban, porque ya comenzaban a aparecer pasajes oscuros. Y recuerdo la sensación de terminar el libro y querer leer más de lo mismo.

El tercer libro fue el que empezó a cambiar el tono de la historia y se emparejó también con la pubertad. El cuarto me acompañó durante una fractura, cuando el deporte no era una opción; y fue el que más releí. El quinto fue, es y será mi preferido y aún hoy lo tengo en la biblioteca. El sexto fue el preludio de ese gran final. Y el séptimo, la conclusión, me llegó cuando estaba también cerrando la etapa de la educación secundaria.

No es exagerado decir que Harry Potter me acompañó durante todo mi desarrollo. Me llevó a interesarme por otras historias, a bucear nuevas sagas, a salir de la literatura fantástica luego y buscar nuevos rumbos. Generó un hábito de lectura en una época en la que el mundo digital empezaba a emerger cada vez con más fuerza. Y allá donde la gran novedad era el arribo de las redes sociales (con los primeros atisbos de Facebook), la expectativa seguía puesta en los libros.

Generar hábitos de lectura no es poca cosa. Y en vista al triste presente que atraviesa la lectura en los jóvenes (quedó claro con las evaluaciones nacionales), agradezco que me haya ocurrido a mí y a millones de niños más en aquel momento. Porque ese primer acercamiento te lleva a querer leer más. Y porque después de la enésima relectura, la lógica marca que un paseo por la biblioteca puede servir para descubrir nuevos autores.

65 idiomas han recibido traducciones de Harry Potter. Es la saga de libros más vendida de la historia.


Harry Potter fue también, y creo que esto es más importante aún, una especie de primera gran comunidad para mi generación. Antes de las tribus urbanas, antes de cualquier otro espacio comunitario, los fanáticos de la saga teníamos un gusto en común que nos diferenciaba del resto.

Descubrir que a un amigo o amiga le gustaba el universo planteado por Rowling era una gran noticia. En esa época, con Internet en pleno crecimiento, no había riesgo de spoilers. Y el contenido de ese universo era tan grande que daba lugar a miles de teorías. Encontrar un espacio para hablar esos temas terminaba generando una retroalimentación: más se hablaba, más ganas daban de seguir leyendo.

Hay escenas de aquel furor que hoy resultarían extemporáneas. Por ejemplo, charlas organizadas en librerías de la ciudad con presencia de “expertos” (es decir, jóvenes que también lo habían leído mil veces pero básicamente eran de Buenos Aires). Y me detengo en este recuerdo puntualmente porque puedo rememorar la cantidad de niños que asistieron esa jornada en Roca. Muchos, muchísimos. Algunos acompañados de padres, otros de amigos, otros solos. Todos con un mismo objetivo en común: charlar, debatir, preguntarse y contestarse cuestiones referidas pura y exclusivamente a aquellos libros.

La llegada del mundo escrito de Harry Potter nos regaló algo invaluable: la posibilidad de conocer ese y millones de mundos más con solo agarrar un libro. Significa la chance de conocer otras realidades, otras costumbres, otros modos de ver la vida. Implica poder pensarse también en otros ámbitos. ¿Qué niño no fantaseó con recibir la famosa carta del Colegio Hogwarts de Magia y Hechicería?

Harry Potter y la Piedra Filosofal, la primera entrega de la saga literaria que consta de 7 libros y se extendió desde 1997 a 2011.


Así como muchos lo disfrutamos leyendo y releyendo, y luego comentando con amigos; hubo también casos más fantásticos aún: los de familias que se juntaban a leer capítulos antes de dormir, por ejemplo. Todos los integrantes alrededor de una misma historia, postergando el disfrute de una lectura voraz con el único fin de estirar ese momento.

La propuesta de Rowling fue tan grande que incluso ayudó a moldear gustos en otros ámbitos: están quienes comenzaron a jugar videojuegos gracias a la saga de Harry Potter, o quienes se acercaron al cine por las películas. Están quienes descubrieron en alguno de los actores un gusto particular, y con el tiempo siguieron consumiendo sus películas, descubriendo así que alguna de ellas los llevaba a nuevos géneros. Hay muchas ramificaciones posibles a ese punto de partida que significó “[…] la piedra filosofal”.

Y si de Rowling hablamos, hay que decir que su creación es tan grande, tan abarcativa y hasta a veces tan abrumadora, que la superó por completo a ella misma. Porque en una época en la que la diversidad se celebra, sus desafotunadas declaraciones (en más de una oportunidad) llevaron a que la autora pierda ese estatus intocable que se había ganado con las obras. Eso sí: el universo de Harry Potter se mantiene inalterable, con la legión de fanáticos de siempre, que supo entender que en aquellas historias había muchas más oportunidades para que todos sean quienes deciden ser que lo que realmente existía en la cabeza de la escritora.

JK Rowling, autora de la saga de Harry Potter.


El mundo mágico de Harry Potter ya no le pertenece a ella, al menos simbólicamente. Sí, tendrá los derechos y las ganancias. Pero nunca más podrá arrogarse que esto le pertenece a ella porque la comunidad de fanáticos se volvió tan masiva que ya lo adoptó como un mundo propio.

Para quienes hace 25 años estuvimos dispuestos a meternos de lleno en este universo, no es una fecha más. Es la celebración y la certeza de que sin esta historia todo sería diferente. Es el agradecimiento por habernos acercado a conocer más historias. Y es, una vez más, una excusa para sentarnos a releer aquella introducción: “El señor y la señora Dursley, que vivían en el número 4 de Privet Drive, estaban orgullosos de decir que eran muy normales…”.


Un fenómeno editorial sin explicación



El éxito de aquella primera entrega de Harry Potter fue inesperado, al menos en Gran Bretaña, donde se lanzó en 1997. Porque la primera edición del libro escrito por J. K. Rowling contó apenas con 500 ediciones, y de esas, 300 fueron a parar a bibliotecas. La campaña de marketing propuesta por la editorial Bloomsbury fue bien discreta: envió el libro a algunos críticos y contrató a un ilustrador desconocido para hacer el arte de tapa. De hecho, el editor se decidió a darle una oportunidad al libro después de que su hija, una niña de 8 años, leyera el primer episodio del manuscrito y le pidiera saber cómo continuaba la historia. Los frutos fueron germinando de a poco, con reseñas positivas que llevaron a que el interés crezca. Un punto importante en aquellas críticas fue que varios especialistas hablaron de la sensación de estar “en presencia de un futuro clásico”, y que destacaron que el libro era un buen incentivo para que los niños se adentraran a este tipo de historias. Aún así, y a 25 años del lanzamiento, no existe una conclusión respecto a por qué el libro despegó así.

Aquí en Argentina, la editorial Salamandra lanzó el libro durante el 2000. La publicación llegaba acompañada de una certeza: ya era un éxito para el público infanto-juvenil en Gran Bretaña y en Estados Unidos. Los informes televisivos hablaban del “furor” por este joven mago, y mostraban la locura que se generaba en otros países. La exposición televisiva fue uno de los puntos clave para que las librerías se interesen por la historia, y bastó con poner los ejemplares en la vidriera para que el boca en boca hiciera lo suyo. Padres comentando que sus hijos se habían “enganchado” con una saga nueva, amigos pasándose el dato, ejemplares agotados en las bibliotecas… Todo llevó a una vorágine que derivó en una exitosa experiencia para el mundo mágico de Rowling en nuestro país.

La explosión definitiva llegó a fines del 2001, cuando la saga tuvo su primer salto transmedia con el estreno de la versión cinematográfica. Eso llegó en pleno crecimiento de la saga literaria, con tres tomos ya publicados. A partir de allí, el lanzamiento de libros y películas intercaladas, con la adición de videojuegos, llevó a que se vuelva un auténtico fenómeno de masas.


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